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De izquierda a derecha: Soledad Benito, Chus Barcina, Pilar Maestu, Lourdes Sastre, miembros de la Coordinadora por la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos. Aythami Pérez Miguel
«Si no encontramos a nuestros abuelos, seguiremos buscando a otros»
Familias de represaliados en la guerra

«Si no encontramos a nuestros abuelos, seguiremos buscando a otros»

Cuatro mujeres de la Coordinadora para la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos nos cuentan las historias de su familia para, precisamente eso, recordar, no olvidar a aquellas personas a las que un día intentaron borrar

Domingo, 8 de septiembre 2024, 09:24

La Coordinadora por la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos se encarga de buscar, localizar y exhumar fosas donde se encuentran los represaliados de la Guerra Civil y la dictadura franquista. Se encargan de recuperar su memoria, sus nombres, su identidad, su verdad y, además, de levantar lugares de homenaje. Ya sean pequeños o grandes, pero lugares en los que recordar a los que fueron silenciados y forzados al olvido durante tanto tiempo. También tienen una importante labor de divulgación, sobre todo en colegios e institutos.

Pero, además, funcionan como un ente de apoyo mutuo. Su labor no es sencilla, incluye frustración, varapalos, discusiones, pero funcionan como un gran grupo de apoyo. Los hallazgos de los restos de un miembro se celebran como una alegría propia, la tristeza también.

Compartir las historias de estas cuatro mujeres, y sus familiares, es también un pequeño acto de memoria, un pequeño homenaje a lo que tuvieron que callar, lo que temieron contar. Ahora es un torrente imparable. Son guardianas de la memoria.

Soledad Benito

Soledad Benito, presidenta de la Coordinadora para la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos. APM

Soledad Benito es la presidenta de la coordinadora y lo primero que reconoce es que no tiene esperanza de encontrar a su abuelo. Está desaparecido, ni siquiera está localizado y no hay forma humana de saber dónde está. Detrás de su represión hay una historia tristísima que tardó muchos años en salir a la luz.

Lo detuvieron en Villamayor de los Montes, allí vivía con su hija, la madre de Sol. Lo llevaron a la cárcel de Lerma y ni siquiera saben el tiempo que estuvo en la cárcel ni la fecha de la detención. Lo único que saben es cuándo lo sacaron. Sol conoce este dato por una carta que encontró en la casa de su madre «cuando ella ya tenía un alzhéimer avanzado», recuerda Sol.

Ella conocía la historia de su abuelo porque su madre se la contó, pero la relataba dejándose muchos detalles y ellos tampoco preguntaron más. «Nos contaba siempre lo mismo y no éramos capaces de preguntar. Cuando mi madre tenía alzhéimer muy avanzado y necesitaba cuidados continuos, un día, me puse a mirar en su armario. Allí siempre había habido una lata muy antigua de membrillo. Me dio por mirar en aquella lata y ahí había cosas de mi abuelo, entre ellas, la última carta que escribió desde la cárcel», recuerda Sol.

La carta estaba fechada en el 2 de noviembre de 1936 e iba dirigida a su hermana y su cuñado. Les decía que estaba en la cárcel de Lerma y les pedía que fueran a buscar a la niña. La madre de Sol se había quedado sola, no tenía madre, ni hermanos, ni abuelos. Tenía doce años y se quedó sola en casa con un burro que tenían un par de meses.

Las cartas desde la cárcel las revisaban, pero sí llegaban. Al abuelo de Sol lo sacaron el 2 o 3 de noviembre, según decía en la carta, y nunca más se supo de él. «¿Documentación? No tengo partida de defunción, en el registro de la cárcel de Lerma cortaron las hojas correspondientes al periodo de la Guerra Civil y años posteriores, desapareció, no hay nada», lamenta Sol.

Cuando empezaron a excavar la fosa de Villamayor de los Montes, avisaron a Sol porque igual podía estar allí su abuelo. Fue cuando empezó a implicarse en la Coordinadora por la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos. Pero su abuelo no estaba allí. «Tuvimos otro intento de exhumación en Mambrillas, se trabajó a destajo y nada. En Estépar también, pero nada. ¿Quién sabe dónde está?».

«Yo no tengo esperanza de encontrarlo, pero para mí la coordinadora es un gran grupo de apoyo. Sigo aquí, nos apoyamos mutuamente, gracias a esto he aguantado. Si no encontramos a nuestros abuelos, seguiremos buscando a otros abuelos», reconoce.

El abuelo de Sol era sillero y ahora, como recuerdo a esa persona a la que intentaron borrar, se ha puesto una gran silla en Villamayor de los Montes, con su nombre. Allí es donde le pone flores y donde honra su memoria, ya que sus huesos no han aparecido.

Lourdes Sastre

Lourdes Sastre sostiene una foto en la que su madre explica en un instituto su historia buscando a su padre y su hermano. APM

Lourdes Sastre cuenta la historia de su madre. Cuando no había hecho los siete años se llevaron a su padre y a su hermano, era pequeña, pero tiene muchos recuerdos de ellos. Recordaba su madre cómo les habían hecho ir a los niños de Gumiel de Izán a ver cómo se llevaban a hombres en esas típicas camionetas. Ese día se llevaron a los miembros del ayuntamiento y el abuelo de Lourdes era el secretario. Así que acabó también en la camioneta. Cuando su tío, el hermano de su madre, vio allí a su padre, intentó salvarlo, pero el joven acabó también en la camioneta.

Padre e hijo, abuelo y tío de Lourdes, estuvieron más de dos meses en la cárcel de Burgos. Y 'salieron en libertad'. «Hay una orden del 24 de septiembre en la que salen en libertad. Esas libertades que era que les esperaban piquetes de falangistas y guardias civiles y se los llevaban a fusilar a fosas que ya estaban preparadas», relata Lourdes.

Al salir con orden de libertad figuraban como liberados, pero la abuela de Lourdes consiguió años después que un amigo testificara falsamente para que pudiese obtener ella el certificado de viudedad y cobrar una pequeña pensión. El amigo mintió y dijo que había visto el cadáver del abuelo de Lourdes en una cuneta. Así, la mujer figuró como viuda.

«Pero mi madre siempre decía que su hermano era como que no hubiera existido o se hubiera esfumado. Cuando se identificaron los restos por ADN de los dos consiguió algo que se ha conseguido pocas veces. Fuimos al Juzgado de Lerma, al que pertenece Villamayor de los Montes, y la jueza concedió el certificado de defunción a su hermano, a mi tío. Ese certificado fue para ella muy importante, porque lo que quería es que hubiera un principio y un final para su hermano», relata Lourdes.

Muchos días pasa con el coche cerca de lugares donde hemos excavado fosas y las sensaciones la remueven. «Veo el desmonte que hicimos, todos los trabajos y ahora veo ya la vegetación frondosa y pienso que el recuerdo de estas personas desaparecerá en un tiempo, pero mientras yo viva, la memoria de estas personas está aquí y estoy participando de su recuerdo».

Pilar Maestu

Pilar Maestu sigue buscando a su abuelo. APM

El padre de Pilar vive todavía y es precisamente al padre de este hombre, al abuelo de Pilar, al que buscan. «Mis tíos eran siete hermanos, poco a poco han ido muriendo todos. Cuando se hizo el homenaje en Estépar vivían otros dos hermanos de mi padre que manifestaron muchas veces que fue el mejor día de su vida porque escucharon en alto el nombre de su padre que, hasta entonces, había estado oculto y siempre se había pronunciado con miedo», reconoce Pilar.

El abuelo de Pilar no ha aparecido, pero cree que su padre ha dejado ya de buscar, ya no le pregunta por ello. «Creo que piensan que, entre esos 96 restos sacados de Estépar está su padre, aunque no esté identificado», señala Pilar.

El abuelo de Pilar formaba parte del Ayuntamiento de Melgar, había sido alcalde y cuando se lo llevaron era concejal. Ese día se llevaron a todos los que formaban parte del ayuntamiento. Estuvo dos meses en la cárcel y salió en libertad. Esa misma falsa libertad por la que salieron el abuelo y el tío de Lourdes. Cuando salió le estaban esperando para asesinarle.

«A mí, personalmente, no me bastó con oír su nombre en el reconocimiento de Estépar», reconoce Pilar. «También se puso su nombre a una calle en Melgar, pero quizá fue lo de menos porque tampoco lo pudimos inaugurar como algo alegre. En los pueblos no es que se siga teniendo miedo, pero alguno de mis primos sí reconocía tener miedo a que les volvieran a hacer daño por este tema», confiesa Pilar.

Chus Barcina

Chus Barcina encontró a sus familiares en La Pedraja. APM

En el caso de los tíos de Chus Barcina, los hermanos de su padre, los sacaron de paseo y, a los pocos días, los asesinaron en el monte de La Pedraja. «Como siempre buscaban ayuda para enterrarlos o para transportarlos, el que había proporcionado la camioneta o el que había ayudado a hacer la fosa o los había visto en el paseo por diferentes pueblos, la gente de La Bureba sabía donde estaban mis tíos», explica Chus.

A sus tíos los identificaron entre los restos de los represaliados en La Pedraja. Pero, hasta entonces, en los documentos oficiales solo ponía que habían desaparecido por causas de la guerra. «Al igual que les pasó a muchas familias, en nuestro caso estaba la necesidad de justificar que esas personas había muerto, que no habían desaparecido, estaban asesinadas. Pero lo que hacía el registro era rellenar una hoja con el nombre y en motivo ponía eso, desaparecido por la guerra. Aunque aquí se sabía que les habían sacado, les habían paseado y les habían fusilado en La Pedraja».

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