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Cristo vence, en la eterna lucha entre el bien y el mal, y ahuyenta al Colacho que salta sobre los niños recién nacidos en el año. Veinticuatro meses han tenido que esperar los vecinos de Castrillo de Murcia para celebrar esta tradicional fiesta, que el ... año pasado hubiera cumplido su cuarto centenario.
El momento culminante de la fiesta es la procesión donde el Santísimo bendice al pueblo y la inocencia de los niños recién nacidos que esperan sobre el colchón sobre el que va a saltar la misteriosa figura del Colacho. Una tradición que, en esta ocasión, ha comenzado con cierto retraso sobre el horario previsto.
Las madres y padres de los pequeños no pierden ojo; calman la ansiedad de los pequeños y en algunos casos, los dan de mamar antes del salto o los acunan al arrullo del piar de los pájaros o del ronco sonar de las campañas. Es el preludio que hace estallar de júbilo a los presentes que adivinan que llega el momento más emocionante de la tarde.
En su salto sobre los niños, huye derrotado y el Santísimo Sacramento bendice a todos en esta fiesta de Interés Turístico Regional, que se ha internacionalizado por su especial significado, su colorido y el misterio que la rodea.
Los últimos cuatro días, este pequeño pueblo ha escenificado esa genial tragicomedia en la que el Colacho persigue a niños y mayores para evitar la fiesta, el jolgorio y sobre todo la exaltación de la eucaristía. Y esta tarde Cristo ha vuelto a derrotar al diablo, representado en esa esperpéntica figura burlesca y atávica.
Además del Colacho –vestido con un traje amarillo, adornado de azul y rojo, haciendo sonar sus enormes terreñuelas y atizando con la zurriaga a todo bicho viviente--, destaca la figura del Atabalero que hace retumbar su tambor, a dos mazas, por todas las calles del pueblo, guiando la procesión.
Al grito de «Colacho mamarracho», pequeños y mayores corren por las calles del pueblo perseguidos por la esperpéntica figura que hace cantar a las terreñuelas al unísono del atabalero, con un palo de cuya extremidad pende una cola de caballo, la zurriaga, con la que castiga a quienes se atreven a desafiar a la figura del demonio.
Y con la procesión, la bendición y el rito de colocación de altares por el pueblo, con el salto de los bebés, termina la fiesta del Corpus; mañana lunes, los últimos coletazos del Colacho para guardar el traje y la careta hasta el año que viene.
Una historia que se remonta al año 1621; una tradición, la de rendir culto a Cristo Eucaristía, creada por la Iglesia para contrarrestar las herejías protestantes que negaban la presencia del hijo de Dios en la Hostia consagrada en la misa.
Fue el Papa Paulo III quien aprobó en 1531 la fundación de la archicofradía del Santísimo Sacramento en Roma. Y en 1621 Castrillo de Murcia se unió a ella.
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