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No se cansó de repetir el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el inicio de la pandemia, eso de que «el virus no entiende de fronteras». Y, aunque la covid se haya adueñado de todos los rincones del planeta, sí que ha generado polémica ... cuando un territorio se topa con su frontera. El último caso se está viviendo en el Condado de Treviño, enclave burgalés en la provincia de Álava, y que desde el domingo ha tenido que 'acatar' las medidas «excepcionalísimas» de la Junta de Castilla y León. Hasta el momento iba de la mano de las restricciones del Gobierno Vasco, pero las nuevas directrices regionales han destapado la eterna guerra entre administraciones.
Y todo esto con una incidencia en el Condado de Treviño (aglutina a 36 municipios) de 3.081 casos por 100.000 habitantes en las últimas dos semanas, cuya cifra se rebaja hasta los 587 si se toma en cuenta los valores de los últimos siete días. Con una población que ronda los 1.400 vecinos, el brote en la residencia de Cucho, con cerca de 40 positivos, dispara la estadística, lo que ha propiciado que los contagios se elevaran considerablemente.
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Con este batiburrillo de datos, los vecinos del Condado de Treviño viven al margen de lo que acontece en algunos de los despachos, a pesar de que no sepan a qué hora se tienen que recoger a sus hogares. Por un lado, el toque de queda del País Vasco está establecido a las 22:00 horas, mientras que el de Castilla y León es a las 20:00 horas. «A esa hora ya estamos todos en casa», apuntan cuatro amigos en el exterior del bar de la gasolinera, el único establecimiento hostelero que permanece abierto al estar en el interior del surtidor de combustibles.
Y es que precisamente la hostelería en el municipio permanece cerrada. Ahí no hay discusión posible entre administraciones al acordar la vasca y la castellano y leonesa que restaurantes y bares solo pueden servir para llevar. Pero el horario del comercio y los cierres perimetrales sí que han generado controversia.
Precisamente, el bar-estanco de la calle mayor de Treviño era el negocio al que más vecinos se acercaban ayer por la mañana. Allí se encontraba Mélodi Dorado, que sobre las 13:00 horas recibía un mensaje de su jefe para informar de que a las 18:00 horas tendría que echar la persiana del local. Eso, según la Junta, porque, según el Gobierno Vasco podría permanecer hasta las 20:00 horas. «Queremos que nos digan claro qué se puede hacer. Hay vecinos que están confundidos», afirma mientras sirve un café para llevar y atiende a una joven del municipio.
Precisamente Mélodi, que se mudó desde Córdoba a Treviño hace tres años por amor, se convirtió ayer, junto con el alcalde Enrique Barbadillo, en representante del municipio burgalés al atender a varios medios de comunicación que se acercaron hasta el enclave para ver qué se cocía en sus calles.
Por momentos, en las principales vías de la localidad, tan solo se veían periodistas y fotógrafos para conocer de primera mano sus sentimientos. El pulso del día a día en la localidad deja a pocos vecinos en una mañana de febrero al aire libre y eso se notaba en el ambiente. Tan solo la única tienda de la localidad recibía a clientes, aunque su propietario, al contrario que Mélodi Dorado, prefería no centrar el foco de los medios.
El resto de los habitantes del enclave, los que no se dedican a la agricultura, se encontraban trabajando principalmente en Vitoria. A escasos 15 kilómetros, los treviñeses desarrollan su vida. «Hacemos vida allí», recalca Dorado. Hasta tal punto que su sentimiento va de la mano con Álava. Compran, acuden al médico y van al gimnasio a Vitoria. Hasta su prefijo telefónico es el de Álava. Y la mayoría celebra los goles del Deportivo Alavés. «Castilla y León debería tener más consideración con nosotros. Tienen olvidado este territorio y estamos en tierra de nadie. Y como yo, piensa mucha gente», relata Javier Gallardo, vecino de una localidad de Álava con varios amigos en Treviño.
Argumento que comparte con el alcalde de Treviño, Enrique Barbadillo, que lamenta las últimas normativas de la Junta a la par que afirma sentirse «abandonado». «Yo llevo diez años y aquí no se ha visto a nadie de la Junta de Castilla y León en el pueblo, la gente no conoce al gobierno de la región», asevera el alcalde.
Por este motivo, considera que esta decisión «tiene un trasfondo político total» y lo respalda argumentando que, aunque el virus «no entiende de fronteras» en Castilla y León «nos están poniendo las fronteras». «Nosotros asumimos la responsabilidad que nos corresponde, cierre perimetral y de hostelería, pero tenemos claro de a quién debemos seguir con la normativa», concluye.
En el otro lado de la polémica se encuentra Inmaculada Ranedo, exalcaldesa del Condado de Treviño y procuradora en las Cortes de Castilla y León por Burgos. «Todo lo que sea sanitariamente compete a la comunidad autónoma. El alcalde no puede hacer política territorial en una pandemia. Tiene que velar por la vida de sus vecinos. Personalmente me dijo que esto pasa por estar donde estamos. Es un irresponsable y eso tiene que tener consecuencias porque pone por delante los intereses políticos a la salud de las personas», concluye la exalcaldesa.
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