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Julio César Rico y Natalia Sáez Ursúa
Burgos
Domingo, 30 de julio 2023, 09:28
Decía el palentino de Paredes de Nava Jorge Manrique que la muerte nos iguala en la condición de vida cuando expresaba que a la hora de morir las vidas de todos valen lo mismo: «...allegados son iguales / los que viven de sus manos / e los ricos». Y así es. A la hora de entregar el suspiro final todo se iguala.
La Presa, en Santillán del Agua, es como la antesala de la igualdad real, convertida la metáfora del momento de la muerte. No por lo que llega después, sino por el momento de convertirnos en iguales. El milagro de la Presa lo hacen posible Paco ventura y Juan Carlos Gallego que acogen con la delicadeza más humana a todo el que se acerca a su morada. Un lugar que destila magia e historia.
Una dulce historia, la de los antepasados de Paco Ventura, que bien podría ser el guion de una película, en la que se entremezclen las vidas del pasado, el más lejano y el más cercano, y el presente. Por que esta es una historia de circo; pero del circo de los titiriteros, malabaristas y trapecistas ambulantes que se ganaban el pan a golpe de espectáculo en cualquier plaza de pueblo.
Hablar de la familia de Paco Ventura es como abrir aquella lata de Colacao de los años 70 e ir sacando una a una las fotos del álbum familiar que un día desapareció y la madre, Delfina Díaz, recogió en aquella lata para que no se perdieran.
Todo es peculiar en la vida de los antepasados de Paco Ventura y la vena artística no le llega solo de padres y abuelos, también de sus bisabuelos. José Ventura, su padre, «no era artista, se hizo artista después».Pero sí por por parte «de mi madre y a mis abuelos». Su abuelo era dramaturgo y actor de teatro. Y la parte familiar de su abuela se dedicaba al circo. Y se se juntaron y crearon un tándem muy original.
Los abuelos, Manuel Díaz el 'Pocopringue'-porque era muy pequeño con poco cuerpo- y Emilia Guerrero tenían su teatro en Madrid; pero «cuando podían salían y eran nómadas». Cuando se casaron, Emilia ya tenía cinco hijos. Y en el nuevo matrimonio tuvieron 24 embarazos, de los que salieron 13 hijos; tras la Guerra Civil sobrevivieron ocho; hoy solo viven dos; la madre, ya fallecida, de Paco Ventura era la cuarta hija.
La vida de estos titiriteros era sencilla, pero singular: «No se trabaja ni por dinero ni nada. Uno les daba un chorizo, el otro les daba un kilo de alubias...». Pero el teatro de ese tipo empezó a decaer y como la abuela venía de rama circense crearon su propio circo particular, de madera, telas y cuerdas. El Circo Rubí.
Creció y creció el circo. En los años 50 era un verdadero espectáculo que el circo llegara a un pueblos. Tanto fue el crecimiento que tuvieron que contratar a gente para los espectáculos. Ahí estaba la madre de Paco Ventura, en el circo de sus padres. Y al llegar a Gerona, ella conoció a su futuro marido, los padres de Paco. Su abuelo, Joaquín Ventura, un empresario de las conservas, de la más arraigada burguesía catalana.
José Ventura, el padre de Paco Ventura siempre tuvo una especial atracción por el «artisteo; tocaba la trompeta e incluso formó parte de la Orquesta de Xavier Cugat». Pero llegó el circo a Gerona y allí unieron sus almas de por vida los padres de Ventura; el circo cosió su porvenir. Engendraron a su hermano fuera del matrimonio y se casaron por lo civil en 1957.
Paco Ventura recuerda «el viejo carnet de artista de la Falange» de su madre: «una cartulina roja con el yugo y las flechas… y el reconocimiento de trapecista de circo». Pero en el principio de los años 60 empezaron los problemas económicos y la compañía se rompió. José y Delfina (Fina), decidieron hacer su propio espectáculo. Fueron valientes y salieron adelante. «Montaban una cabria, que es una U invertida donde se anclaba con vientos el trapecio a los postes de los soportales… trabajaban en la calle, en la 'licha'».
En invierno se recogían en Madrid o trabajaban por el sur y en verano aprovechaban para giras más amplias. En 1962, Fina se queda embarazada de Paco y aún así «se subía al escenario incluso con seis meses de embarazo». Cuando nace, enfermo, los médicos recomiendan a los padres «un clima frío y seco» para el recién nacido.
Se establecen entonces en Quintanilla del Agua un día que estaban de gira por la provincia. José trabaja como pastelero en Lerma. Y los fines de semana se dedica a poner cine por los pueblos del entorno. Con el dinero del trabajo compraron un proyector; «alquilaba las películas y hacía la ronda por los pueblos y en verano montaban sus espectáculos de circo».
«Aquí en los pueblos no había ni televisores, estamos en 1965, y mi padre fue pionero en echar cine en los pueblos». Un empresario y político de Lerma, Guillermo Linares, informó a la familia de que en Santillán del Agua, en La Presa, podrían montar «un puesto de bebidas porque era una zona de baño», en el Arlanza.
La Presa, en los veranos lermeños, se convertía «en un cine de verano». Cientos de personas se congregaban para ver las más románticas películas de amor, hasta los western más clásicos. El chiringuito de playa estaba hecho «con unos postes de madera, unas tablas, techo y dentro, la caravana donde vivíamos».
El circo también tenía su espacio. José y Fina y los niños, hacían de las suyas para deleitar a pequeños y mayores. Con el tiempo compraron una finca, la misma que hoy es el espacio «de libertad de La Presa».
En este lugar mantuvieron el bar y realizaban actuaciones de circo. Incluso José, que era un enamorado de los animales, amaestró a perros abandonados y los convirtió en artistas. «Incluso después de retirarse, siguió enganchado al circo de esta manera». En verano, aparte de vender bebidas y helados, los niños y los mayores le pedían: «Ventura, haznos el espectáculo de los perros». Y allá que José se ponía y hacía las delicias de todos.
José y Fina eran dos personas buenas y muy queridas en Lerma. Sin duda la más clara raíz de su estirpe. Los protagonistas de dos historias de superación y de lucha por la supervivencia en un mundo de magia, como es el circo, el teatro, las artes, el cine… pero desde una humildad que les granjeó ser reconocidos como unas buenas personas.
Paco Ventura, su hijo, con Juan Carlos Gallego, ha recogido ese legado y en su rostro, emocionado por el recuerdo, se refleja el futuro que llegará es este oasis de creación y libertad que es La Presa.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
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