Este lunes, primer día laborable desde que se retiraron las barreras de la AP-1, esta vía amanece con una densa «niebla». Una niebla que no deja ver lo que hay solo unos metros por delante de nosotros. Entiéndame, esta niebla es metafórica. Lo que ... tiene por encima este nuevo tramo de A-1 entre Burgos y Armiñón es un enorme interrogante que nadie sabe despejar. ¿Será capaz la A-1 de absorber todo el tráfico que desechará la N-1, ahora que no hay que pagar por recorrer esos 84,5 kilómetros?
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Quién sabe. Lo cierto es que el Gobierno, actual titular de la vía -a través de la Dirección General de Carreteras-, prefiere viajar hacia lo desconocido. Y es que, a pesar de que espera que utilicen esa vía 7.000 vehículos más al día, ha optado por prorrogar el contrato de la plantilla que desempeñaba las labores de mantenimiento en la vieja AP-1, 62 trabajadores, ni uno más, ni uno menos.
Esta cifra se antoja insuficiente, si se tiene en cuenta que el tráfico podría crecer un 35%. De ahí que los trabajadores de Europistas (empresa concesionaria de la AP-1) reclamen un incremento de plantilla, que podría haber dado trabajo a algunos de esos otros 44 empleados de cabinas de peaje que se han quedado sin trabajo. ¿Y por qué no hacerlo?
Llegados a este punto solo caben dos respuestas, o los 62 trabajadores que tenía Europistas para mantener en buenas condiciones la vía eran demasiados, lo cual no parece probable, o la plantilla tendría que haber crecido en la misma proporción que lo harán los vehículos que circulen por allí, llegando hasta los 83.
Pero, si seguimos tratando de conocer a dónde nos llevará esta nueva a A-1 libre de barreras hay que poner en la hoja de ruta su modelo de gestión. Y es que, si hasta ahora esta vía solo daba beneficios al Gobierno, ahora pasará a ser una carga económica y bendita carga económica. Para poner remedio a ese golpe sobre los presupuestos estatales ya está en marcha la creación de una subcomisión en el Congreso de los Diputados que se dedicará al debate sobre el modelo de gestión de esta A-1 y del resto de autopistas de todo el país que en los próximos años finalizarán su concesión. Desde el principio, algunos ya aventuran que podrían establecerse nuevos métodos de pago para amortiguar el coste del mantenimiento.
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En este punto es fácil toparse con dos posturas enfrentadas. Los que dicen que sufraguen el coste de la carretera quienes la usan y los que aluden a los impuestos que pagamos todos para cubrir ese servicio. Mi opinión se decanta más por esta segunda vía. No me gustaría que si por establecer fórmulas de pago, muchos camioneros que ahora optarán por la A-1 volvieran a una N-1 que ha dejado más de 250 muertos y muchas más familias rotas en las últimas dos décadas. Por eso están bien empleados esos impuestos que permiten utilizar libremente esta carretera porque evitan que los vehículos pesados hagan de la N-1 «la carretera de la muerte».
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