Hoy tocaba de nuevo llamada a Misa. Pero, sin duda, no era un toque habitual. Y es que, hoy era un día de celebración por la declaración de la Unesco, que esta semana nombraba el toque manual de campanas español como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad ... .
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Por eso, la Asociación de Campaneros de Burgos, que lleva años trabajando por dar a conocer una tradición ancestral, arraigada como pocas en el ideario patrio, quería hacer algo especial. Durante todo el fin de semana, numerosas parroquias de la ciudad y la provincia han sonado como lo llevan haciendo desde hace siglos.
Una de ellas ha sido la parroquia de la Anunciación, en el barrio de Vadillos. Al filo del mediodía, Jairo y Daniel han subido al campanario acompañados de Silvia, su madre, para cumplir con su cometido. Un cometido que asumen con orgullo desde hace ya muchos años. «Desde muy pequeños les ha gustado. Somos del barrio y han estudiado en el colegio de Vadillos, por lo que oían las campanas todos los días», explica Silvia mientras sus zagales, de 16 y 13 años de edad, respectivamente, preparan las campanas.
«Antes sólo se podían voltear dos, pero se han reparado para poder tocar todas», señala Jairo al tiempo que se coloca unos tapones para los oídos. Su hermano pequeño le imita y se posiciona entre las dos campanas que dan al norte.
Ambos miran el reloj. Son las 11:50. Llega su momento. Con un pequeño repique, Daniel comienza el toque. Al principio, muy suave. Luego, a medida que avanzan los segundos, más potente. Su hermano da un paso al frente. Cada uno se hace cargo de una de las campanas y comienzan el volteo. Al tempo adecuado. «Cada toque es diferente. El de hoy es para llamar a Misa, pero el otro día hicimos el toque de fiesta y el próximo jueves tenemos el toque de la Inmaculada Concepción», resume el mayor.
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El volteo sigue mientras uno y otro se van turnando ante la mirada de su madre, quien aplaude la declaración de la Unesco. Y así, durante «siete minutos». ni uno más ni uno menos. Los suficientes como para haber despertado ya a todo el barrio. Varios metros por debajo, de hecho, la nave de la iglesia ya se ha llenado de gente. Otros, por su parte, apuran para llegar a Misa.
Pero Jairo y Daniel ya han acabado de desempeñar su papel. Las campanas paran lentamente de girar y, con tres sutiles toques que reverberan durante varios segundos, el mayor pone punto y final a la llamada. Cascos fuera, campanas aseguradas, puerta cerrada y para abajo. Su papel, por hoy, ha concluido.
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