«Nosotros no perdemos la esperanza. Volveremos». Son las palabras de Pablo Serna de la Fuente, nieto de Miguel de la Fuente Avendaño, cuyos restos se han buscado durante tres días en una fosa común de Sasamón. La excavación se inició el viernes y ... se cierra este domingo sin éxito, pues no se ha encontrado ningún resto de los tres represaliados que fueron fusilados en agosto de 1936.
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La Coordinadora para la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos ha promovido esta excavación, a instancias de la hija de Pablo, que en cuanto salió la Ley de Memoria Histórica se puso manos a la obra para intentar encontrar a su bisabuelo. Se lo llevaron de casa, en Villamayor de Treviño, y lo fusilaron el 15 de agosto, junto con José García Velasco y José Vicario Gutiérrez.
Es la información de la que se dispone, como siempre en estos casos, escasa. «Poco puedo contar del abuelo porque ha sido un tema tabú», recuerda Pablo. Su abuela no habló nunca de lo sucedido con sus hijos, ni estos con sus nietos. Se han ido enterando cuando se han hecho mayores, y ya sin opción de preguntar directamente a la abuela.
«En mi familia nunca se habló. Yo lamento no haber hecho más preguntas a mi abuela», explica Pablo, pero cuando ella se murió él tenía 25 años, y ni se había hablado del tema. Ha habido miedo, y vergüenza, algo común en todos los casos de represaliados de la Guerra Civil y el Franquismo. Luego, con la ley del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, empezaron a hablar del tema.
La historia de Miguel de la Fuente Avendaño empezó cuando, en el pueblo, el pleno municipal dimitió y se tuvo que nombrar una gestora. No saben si por convicción política o animado por los vecinos, Miguel formó parte de la misma y, a los pocos meses, se lo llevaron preso al penal de Burgos. Acabaron soltándolo porque no encontraron cargos contra él, explica su nieto.
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Sin embargo, en cuanto regresó al pueblo, «los falangistas de la zona, que venían con alguno más de otro pueblo, se lo llevaron». Y su abuelo desapareció. Nunca más supieron nada de él. Luego, llegaron los rumores, que decían que le habían fusilado en el paraje de La Herradura, una información que se ha ido confirmando y que les ha llevado a hacer esta excavación.
Pablo insiste en que «saben más de la historia de la abuela que de lo que ocurrió con el abuelo». Ella se quedó con cuatro hijos, y otro en camino. El mayor tenía 12 años y, el resto, iban seguidos, con una diferencia de dos años. Eran pobres, y sin el cabeza de familia, su situación fue extrema. Vivieron una vida muy dura, porque nadie quería o se atrevía a ayudarles, siendo hijos de quien eran.
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«Han sufrido durante muchos años», recuerda Pablo. Por ello, la familia quiere dignificar la memoria del abuelo. La madre de Pablo, que supera los 90 años, está «muy ilusionada». Ha seguido de cerca el proyecto, preguntando cuándo se iba a hacer la excavación y, aunque se han quedado un poquito «de bajón», Pablo asegura que «no tiran la toalla» y seguirán buscando a su abuelo Miguel.
Y si no han encontrado los restos no ha sido porque no hayan buscado. Soledad Benito, al presidenta de la Coordinadora para la Recuperación de la Memoria Histórica, explica que han realizado una decena de sondeos, con una profundidad de entre metro y metro y medio. Han peinado la zona, no solo buscando allí donde se había indicado que podía estar la fosa.
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No ha habido suerte pero lo positivo es que, con la excavación, han salido un par de testimonios del pueblo que podrían arrojar luz. «Cualquier día que tengamos un momento, vendremos y cogeremos nuevos datos». Se seguirá investigando, afirma Benito, contratando testimonios y, en cuanto puedan, volverán a excavar en la finca, que se ubica junto a la N-120.
Ni la coordinadora va a desistir ni tampoco la familia, que ha estado presente estos días en las excavaciones. Ha habido nietos y algún biznieto. Si llevan 12 años buscando a Miguel, no lo van a dejar ahora que han hecho lo más difícil, excavar. Se ha contado con un equipo técnico liderado por Jaime González, licenciado en Humanidades; Sandra Ortega, arqueóloga; y Encarna Valdivielso, antropóloga.
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