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En la madrugada del 7 de octubre, a las 2.17 horas, el primer cohete cien por cien español despegaba con éxito. Se trata del Miura 1, diseñado y elaborado por la empresa PLD Space. En ese momento, formando parte del equipo que lo ... hizo posible, con su vista fija en una pantalla en la que los gráficos le indicaban que esta vez sí iba a salir bien, se encontraba Eduardo Abad Camarero, un burgalés de 30 años.
Eduardo es ingeniero aerodinámico y lleva tres años trabajando en PLD Space. En el proyecto Miura 1 ha sido el responsable técnico de aerodinámica. «Me he centrado en predecir las fuerzas que el ambiente ejerce sobre el cohete. Es decir, garantizar que el vehículo en vuelo sea capaz de soportar todas las fuerzas, tanto de presión, como de temperatura a las que se ve sometido. Mi función ha sido la de diseñar las superficies externas del vehículo», explica Eduardo.
Este burgalés que forma parte de un hito de la ingeniería aeroespacial de España y Europa, es de Quintanar de la Sierra. Allí estudió hasta que se mudó a Madrid a cursar el grado de ingeniería aeroespacial. Después trabajó en un centro de investigación, después estuvo como investigador aerodinámico para el Hyperloop y, paralelamente, realizó un máster de mecánica de fluidos computacionales.
Confiesa que, cuando eligió la carrera, no tenía claro lo que quería hacer, «pero sí tenía claro lo que no quería. Siempre me han gustado y me siguen gustando mucho la física y las matemáticas y es algo que se me da bien. Me gusta analizar las cosas que vuelan y que están relacionadas con el espacio. Es cierto que durante la carrera teníamos asignaturas sobre cohetes y lanzadores espaciales y nunca me imaginé que iba a acabar trabajando en algo así. Es más, recuerdo haber pensado: y esto para qué lo estudiamos si luego hay tan poca gente que se puede dedicar a ello y, al final, he sido uno de ellos».
En la madrugada del 7 de octubre el Miura 1 despegó con éxito desde Huelva y metió a España en el exclusivo club de los países con acceso al espacio. El cohete completó la primera misión de una empresa privada europea desde suelo continental. Así se produjeron las imágenes que todos recordamos, unas imágenes que Eduardo vio después. A él le indicaron que el despegue estaba saliendo bien el sonido y los gráficos.
«Durante el despegue cada uno tenemos una labor específica, tenemos que mirar gráficas y que todo esté dentro de los parámetros que tenemos calculados. En un poco surrealista, incluso. Lo que sí recuerdo es el ruido. Nosotros estamos a siete kilómetros y dentro del control de misión y, aún así, se escuchaba muy fuerte el sonido. Ahí empezamos a ser conscientes de que sí, de que además de un gráfico que estamos viendo, hay algo que está volando a mucha velocidad muy cerca», recuerda Eduardo.
Este burgalés es ingeniero aerodinámico, pero para la campaña de lanzamiento ha realizado también las labores de coordinador de meteorología. «He sido el encargado de coordinar con el INTA, el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial», explica. Este era el tercer intento de despegue del Miura 1, una de las veces no pudo despegar debido al viento. «Esa vez fue un poco mi responsabilidad cancelar el lanzamiento. La decisión final la toma el director de lanzamiento, pero detecté que había demasiados vientos en altura y que no era seguro realizar el vuelo. No es una decisión fácil, porque todos queremos lanzar, pero, al final, tenemos una serie de parámetros muy estudiados y analizados y sabemos que si nos salimos de estos no podemos garantizar la seguridad del vuelo. Al final, lo que hay que priorizar es un lanzamiento seguro», explica.
Esta vez, en cambio, «todo iba sorprendentemente bien. Había incluso una sensación generalizada de que algo tenía que pasar porque todo estaba yendo tan bien que no podía ser verdad. Pero durante este verano se ha hecho un buen trabajo, hemos analizado todo lo que pasó, hasta el más mínimo detalle, y esta vez todo ha ido sobre ruedas».
El INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) es un organismo público de investigación dependiente del Ministerio de Defensa. Las instalaciones públicas en las que PLD Space tiene la base de lanzamiento en Huelva son parte de la Subdirección General de Sistemas Terrestres del INTA.
El lanzamiento fluyó bien y acabó con éxito, pero las sensaciones de ese momento fueron «extrañas». En el momento del despegue, en las imágenes que todos vimos, se escuchaban vítores, pero Eduardo reconoce haberlo vivido como «un momento muy extraño. Fue un cúmulo de sensaciones. Hay mucha tensión, nervios, preocupación, pero, al final, todos estamos haciendo nuestro trabajo y tenemos que estar lo más focalizados en nuestra misión, porque una vez que el cohete despega, la misión no acaba ahí. Tenemos que seguir haciendo la trayectoria».
Eduardo reconoce que no sabía cuál sería su futuro laboral, pero siempre le gustó la investigación enfocada a la aeronáutica. «Lo que realizamos en PLD Space es más desde el punto de vista industrial, pero tiene un componente muy fuerte de investigación por ser algo tan novedoso y, además, tener tan poca información accesible», reconoce.
La peculiaridad de esta industria es que, por ejemplo, para el diseño del Miura 1 no han tenido una guía, una información, un directorio donde acudir a consultar cómo se hace un cohete. «No es como un avión, que lo encuentras más fácilmente. Esto ha estado muy ligado a programas gubernamentales y esa información no es de acceso público. Es un reto extra porque es algo que tenemos que desarrollar desde cero», explica Eduardo. No se han podido fijar en los cohetes desarrollados por las agencias espaciales porque no tienen acceso a esa información. Además, la Agencia Espacial Española es nueva, se acaba de crear y España no ha tenido un programa espacial. «No es que no tengamos acceso a esa información, es que tampoco existe», matiza.
Así se llega a un cohete cien por cien español y desarrollado por la empresa PLD Space. «Lo que decimos es que no solo estamos desarrollando un cohete, sino que estamos desarrollando una nueva industria en España. Esta industria no existía, hay piezas y componentes que nadie los había fabricado nunca y que los hemos tenido que hacer desde cero», añade.
Con todo ello, Eduardo hace balance y reconoce que «no es consciente de lo que se ha hecho». Es cierto que es el primer lanzador privado de Europa, pero la vorágine del trabajo diario en este proyecto ha hecho que no lo haya asumido del todo. «Esto es un hito, pero como llevo tres años trabajando aquí y ha sido mi día a día, creo que no soy realmente consciente de lo que hemos conseguido todavía. Obviamente estoy muy contento y, sobre todo, muy orgulloso del equipo que tenemos, porque es mucho trabajo y mucho trabajo en equipo. Aquí no solo hay ingenieros aeroespaciales, aquí hay ingenieros de telecomunicaciones, industriales, técnicos, soldadores, electrónicos. Es algo tan complejo, todas las piezas tienen que estar en perfecto estado y eso implica trabajo de todos. Es una satisfacción por haber conseguido algo tan complejo», reflexiona.
PLD Space es una empresa española fundada en 2011 por Raúl Torres y Raúl Verdú . Han pasado 12 años desde entonces donde la mayor dificultad no ha sido tanto el desarrollo técnico sino el desarrollo financiero. Obtener el dinero necesario para sufragar la parte técnica. «Montar una empresa tan nueva y convencer a inversores no fue fácil. El 80% de la inversión recibida, que son unos 65 millones, proceden de inversores privados. Ha habido que hacer mucha parte de divulgación. Hacer entender a ese posible inversor el para qué», explican fuentes oficiales de PLD Space.
El objetivo de PLD Space no es fabricar cohetes porque sí. La misión de la empresa es transportar satélites al espacio. «Para transportar satélites al espacio no podemos ir a una empresa y comprar cohetes, porque no existe, tenemos que fabricarlos nosotros. Pero el objetivo final de PLD Space no es fabricar cohetes, es tener cohetes para poder dar a nuestros clientes, que serían los operadores de los satélites, el servicio de poder llevarlos y dejarlos en el espacio».
Explicar todo esto hace 12 años era complicado, pero reconocen que ahora es más fácil, «ahora los satélites se conocen y cada vez son más pequeños. El nicho de mercado está más claro, pero toda esa labor de divulgación, de búsqueda de financiación, de desarrollo tecnológico, de instituciones, todo eso ha requerido años de trabajo», reconocen. «De ahí también la emoción. Son muchos años, es mucho trabajo, mucho aprendizaje. Todo el equipo está muy emocionado y estamos muy contentos», añaden desde la compañía.
Miura 5
Tras el Miura 1 llega el Miura 5. Eduardo reconoce que lleva «bastante tiempo trabajando en el Miura 5. Casi todos los ingenieros de la plantilla estamos trabajando ya en este porque es nuestro vehículo estrella». A nivel tecnológico lo que se ha hecho con el Miura 1 es un escalado tecnológico, «muy útil para el aprendizaje. No solo para conocer los procesos de ingeniería, sino también por haberlos probado en un proceso real y con ese conocimiento aplicarlo al Miura 5», explica.
Miura I y Miura 5 son diferentes, Miura 5 es más grande, porque también tienen finalidades diferentes. Miura 5 sí tiene finalidad comercial, de entrar a órbita, llegar a una velocidad de inyección para meter satélites en órbita y Miura 1 es el paso previo necesario para poder realizar o llegar a construir un vehículo como el Miura 5.
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