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Abel en Roma al inicio de su viaje.

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Abel en Roma al inicio de su viaje. Abel Antón

Un burgalés, 2.700 kilómetros, seis países y una bicicleta

Abel Antón, de Huerta de Rey, ha concluido su tercer Camino de Santiago y esta vez lo ha afrontado en solitario | Ha pedaleado desde Roma a Finisterre en una aventura en la que pesan más los hechos positivos que los negativos y los bellos paisajes

Domingo, 10 de noviembre 2019, 09:35

Abel Antón nació en la provincia de Burgos hace 30 años y se ha criado en el pueblo burgalés de Huerta de Rey. Puede parecer que en lugar de 'nacer con un pan bajo el brazo' él lo hizo con una bicicleta porque le ... apasiona el ciclismo y lo practica desde que le alcanzan sus recuerdos. Cuando era adolescente y acudía al instituto al pueblo vecino de Salas de los Infantes lo hacía en autobús pero, por la tarde, se cogía la bicicleta y recorría otra vez esos 26 kilómetros, con su gran desnivel incluido.

Con el tiempo ha ido asumiendo mayores retos, el último lo ha llevado a recorrer 2.700 kilómetros, los que separan Roma de Finisterre atravesando seis países, Italia, Francia, España, Vaticano, Andorra y Mónaco. Un viaje que incluyó, como no podía ser de otra forma, una parada en su pueblo, Huerta de Rey. Abel ya había hecho viajes similares, con este sería el tercer Camino de Santiago que afrontaba pero, esta vez, quiso continuar hasta Finisterre.

La diferencia es que, en esta ocasión, ha pedaleado solo. El primer Camino de Santiago a bicicleta lo hizo desde Burgos con su hermano, el segundo lo afrontó con un amigo de Huerta de Rey y salieron desde el mismo pueblo. Este es el tercer Camino de Santiago que hace y se ha enfrentado a él solo.

Las diferencias están claras, «así vas a lo tuyo, paras y sigues cuando quieras, si vas con gente tienes que amoldarte un poco a los otros», reconoce, «acompañado disfrutar del viaje con gente y luego puedes recordarlo con alguien, si lo haces solo te lo guardas para ti pero también está bien porque así tienes tiempo para pensar y recapacitar. Es un tiempo para ti que ya bastante nos roba la rutina. Sí que me gustaría hacer otro viaje de ese estilo», confiesa este apasionado del ciclismo.

La idea de afrontar este reto en solitario le surgió el pasado verano cuando supo que tendría unas vacaciones más largas de las habituales y decidió irse. Así pudo estar casi un mes pedaleando, concretamente 23 días, con un día de descanso en su pueblo burgalés.

Lo positivo pesa más

Abel tiene claro que lo mejor es «la gente que conoces». Algunos viajaban como él solos, otros estaban de viaje en grupo, también conoció a muchos autóctonos en cada parada. En Génova, por ejemplo, conoció a un chico que quería hacer el Camino de Santiago y pasado un mes este joven y Abel se volvieron a encontrar en Burgos. «Al ir solo te tienes que abrir más, no te queda otra. Empleaba como 10 horas de mi día a pedalear, pasaba mucho tiempo solo y sin hablar con nadie», explica. «Pesa más lo positivo que lo negativo», reconoce Abel, que no oculta que también se encontró con gente desagradable.

Una vez acabada su aventura en la mente de Abel quedaron muchos paisajes espectaculares, mucha gente agradable y mucho satisfacción. «Cuando acababa el día y publicaba en mis redes la etapa y observaba el progreso me alegraba ver lo que había avanzado, sin problemas de averías ni físicos, todo iba según el plan», apunta. Así, tenía informada a su familia a través de sus perfiles en redes.

Empezó a pedalear el 27 de julio pero antes ya llevaba meses mirando la ruta porque, al ir en bicicleta, no podía ir por autovías sino que tenía que circular por carreteras nacionales, secundarias o caminos. Pero esto es positivo porque así «pude pedalear por ciudades y pueblos bonitos de cerca de la costa. La zona de la Toscana me gustó mucho con sus caseríos típicos, también la llegada a Pisa, al igual que la costa italiana de Liguria o la costa francesa del sur».

Los primeros días durmió en albergues y hostel que llevaba mirados desde casa. Después ya afrontaba cada día sobre la marcha, prácticamente al día. Cuando terminaba una etapa se ponía a planear el día siguiente.

Abel lleva montando en bicicleta prácticamente toda la vida, él no tuvo problema para afrontar este reto pero apunta que «para hacer algo así sí que hace falta preparación, tanto física como mental». Reconoce momentos duros a nivel de lo que se le pasaba por la mente, «entre semana no me pasaba tanto pero llegaba el viernes y el fin de semana y pensaba en mis amigos, todos junto y yo a 1.800 kilómetros de casa, solo pasando, en algún momento, situaciones un poco difíciles de afrontar solo. Es mucho desgaste físico y mental».

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