Viajar a Bárcena de Bureba es como viajar al pasado. A un pueblo que ha quedado congelado en el tiempo y que, sin la mano del hombre, ha seguido su propio camino. Un camino que ha hecho que las casas se hayan derrumbado, que los árboles hayan crecido dentro de las antiguas viviendas y que la iglesia ya no parezca el templo un día fue.
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Aunque puede que su suerte cambie ahora, ya que una pareja de neerlandeses han comprado la mayoría de las casas. Así, el pueblo burgalés va recuperando poco a poco la vida, junto con aspectos como el cartero o el transporte público.
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