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Gustavo Pérez, de pequeño, disfrutaba de los vasos de leche naturales. Esos cuyo proceso empezaba en la vaca del pueblo y terminaba, tras hervir el producto, en la boca de los más pequeños. ¿Cuantas veces le habrá formado la nata un pequeño bigote blanco ... en su cara? Ese mostacho era sinónimo de felicidad y tranquilidad, elementos que busca el propio Pérez después de renunciar a su trabajo de educador social y apostar por un negocio rural con la leche como protagonista, aunque en esta ocasión es de cabra.
Ha tardado cuatro años en ver la luz, pero Pérez, junto con cinco socios, ya ha inaugurado la quesería El Carluque en el valle de Valdivielso. Un arduo camino en el que las trabas existieron desde el comienzo, cuando los problemas burocráticos asomaron tras decidir levantar su instalación al borde de una carretera, en el término municipal de Valdenoceda. «Tuvimos un parón inicial al estar cerca de la calzada. Apareció Fomento y se paralizó porque se necesitaban unos permisos que antes no existían. Hemos actuado como constructores, promotores y creadores de un producto», lamenta Pérez, que no se desanimó tras los primeros problemas. «Sabíamos que era una zona urbana y que había que sacar permisos. No sé ni cómo describirlo. Los seis socios aportamos soluciones, aunque supuso un esfuerzo económico y de tiempo, porque no hay un línea directa de ayuda para fomentar el medio rural», señala.
Esas complicaciones no amedrentaron al bilbaíno de padres burgaleses y a sus socios. Tenían claro que su futuro pasaba por el negocio rural y no cesaron hasta conseguir asentarse en el norte de la provincia. «Aposté porque he crecido aquí de pequeño. No apuesto por el medio rural, apuesto por mí. Estoy en un sitio en el que puedo desarrollar actividades que he hecho anteriormente y vivir en una zona tranquila, sana y con la cercanía de productos necesarios para nuestras elaboraciones», relata ilusionado el emprendedor, que realiza las labores de elaboración junto a otro de los socios.
Precisamente, en su inicio, Pérez ha apostado por seis productos que ya han empezado a hacerse un nombre en la provincia de Burgos. Yogures, cremas de yogur, crema de untar y quesos cremosos, semicurados y queso fresco son las elaboraciones iniciales de El Carluque, bajo un apellido muy especial, el ecológico. «Lo más importante es el tratamiento. Hablamos de lo ecológico y está desnaturalizado. Trabajamos con leche ecológica, pero estaría encantado de contar con gente del valle que esté pastoreando todo el día y llegara a casa y dieran un poco de pienso. Es una pena que no se valore eso. Estoy encantado de hacer productos ecológicos, pero también lo estaría de contar con gente que tenga sensibilidad por el producto o el rebaño. Todo eso tiene una repercusión en el medio ambiente espectacular», ensalza Pérez.
Un cambio de estilo de vida en este bilbaíno del que no se arrepiente, a pesar de dejar su trabajo indefinido por un negocio rural. «Me llenaba lo que estaba haciendo, pero la vida te va llevando. Venía al pueblo de pequeño y compraba yogures y hacía leche. La vida te pone en una situación en la que te ilusiona algo. Es duro, se hacen más horas y hay un esfuerzo mayor, pero está la recompensa tras abrir las puertas», afirma el empresario, al que también le produce una satisfacción especial ver un nuevo producto artesanal por los rincones en los que se crió de pequeño. «La gente se ha volcado por los productos y por tener un establecimiento más. Los vecinos viven de la agricultura y ganadería y hay muy pocos artesanos en la alimentación. La ilusión de un valle pequeño es muy grande», añade.
Y es que desde hace unas semanas un nuevo aroma se degusta en el valle de Valdivielso. Un aroma a queso y sus derivados, pero también aroma de consolidación.
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