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La veterinaria del CRAS de Albillos, Ariadna Apruzzese, junto a una técnico, con dos crías de garduña.

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La veterinaria del CRAS de Albillos, Ariadna Apruzzese, junto a una técnico, con dos crías de garduña. Eduardo Margareto / ICAL

Albillos: la luz de la naturaleza al final del túnel

El Centro de Recuperación de Animales Silvestres (CRAS) de Burgos contabiliza 2.500 entradas anuales, con un éxito de cura y devolución a su medio de entre un 45 y 55%

Juan López/ ICAL

Domingo, 3 de junio 2018, 14:10

Mientras los técnicos del Centro de Recuperación de Animales Silvestres (CRAS) de Albillos, cerca de Burgos, cubren la cabeza del atractivo y preciado aguilucho cenizo para evitar su estrés y nerviosismo, la veterinaria Ariadna Apruzzese palpa a la rapaz, en este caso macho, y aprecia una rotura del húmero, un traumatismo del que, por fortuna, podrá salir adelante tras unos días en este sanatorio de animales. Se trata del último y más grande en abrir en Castilla y León, gestionado por la Fundación Patrimonio Natural, con más de 16.000 metros cuadrados que desde marzo de 2015 tiene un único objetivo: intentar reconducir la vida de los animales que trata, unos 2.500 al año, y que cuentan con un éxito de cura y devolución a su hábitat natural de entre un 45 y 55 por ciento. Es la particular luz de la naturaleza al final del túnel.

Es el camino que seguirá este aguilucho cenizo, un ave rapaz con un plumaje sedoso y de color pálido, que fue encontrado en las cercanías de la capital burgalesa por el agente medioambiental Julio Hernáiz. «Lo primero que hacemos es una exploración general, siempre con la cabeza tapada. Se tocan las alas y todas las extremidades», anota esta madrileña, enamorada de la fauna silvestre y que vio en Burgos una oportunidad única para ello.

Con sus amenazantes ojos amarillos, con los que atemoriza a sus presas, el cenizo se muestra tranquilo en apariencia sobre la mesa de trabajo, pero atrincherado; en el fondo está en alerta. Da la sensación de que supiera que está en buenas manos. Como si entendiera que el hombre del que permanentemente huye en campo abierto será su salvador en esta oportunidad. El siguiente paso es una radiografía y un análisis de la misma. «Suele planear en los cultivos en busca de roedores. Y cría en el suelo, quizás su mayor debilidad», relata Apruzzese, quien añade que tenía el buche lleno, «acababa de comer», con lo que «ha sido más fácil colocar el vendaje, porque un ave que no se alimenta decae enseguida». Como el bebé que, al terminar de mamar de su madre, se relaja, duerme y se tranquiliza para dejar de llorar.

¿Cuánto tiempo estará en el centro este aguilucho? «El CRAS tiene la máxima de que sea el menor posible, para que no se habitúen a la presencia humana. Pero también por otra parte es importante que cuando sea liberado lo haga totalmente recuperado», responde de forma certera.

No solo los agentes medioambientales trasladan al centro a los animales que encuentran heridos. También particulares, «cada vez más sensibilizados». Entre ellos, principalmente los agricultores de la Comunidad, conscientes, asevera la veterinaria, de que las aves rapaces, por ejemplo, «son controladores naturales de los topillos». En los últimos días, el CRAS de Albillos, a 15 kilómetros de la capital burgalesa, cuenta con algunos animales curiosos, de los que cada uno tiene su peculiar historia, deseosos de que el paso por los nuevos voladeros sea lo más rápido y próspero posible.

Fractura antes de viajar

Es el caso de un pollo de alimoche que entró con una fractura en un momento en el que la migración ya había comenzado. «Si no se cura antes, ya no lo soltamos hasta el siguiente periodo de migración porque supondría una importante desorientación», comentá la veterinaria, quien señala que actualmente la cría pesa unos dos kilos, si bien depende mucho de la época del año.

El preciado alimoche comparte un pulcro y espacioso voladero con un buitre leonado, que próximamente obtendrá su libertad. Colindan con la 'casa' de un pacífico pero imponente azor, de plumaje grisáceo, que en un día pasado por agua parece aminorado. Hasta ahora, Castilla y León cuenta con este tipo de centros en Burgos, Valladolid y Segovia, a los que se unen los de recepción de Villaralbo (Zamora) y Salamanca, si bien la mitad de la fauna ingresada llega a los dos primeros.

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Dos milanos, real y negro, cierran el episodio de rapaces que en una mañana de fina lluvia tratan en la clínica del CRAS. El de pluma más oscura, más pequeño en tamaño, «seguramente haya sido atropellado». «Es habitual que sobrevuelen las calzadas de la carretera a baja altura. A veces salen mal parados», relata Ariadna Apruzzese, quien sospesa que el real también haya podido sufrir el mismo percance. 'Amilanados' y pegados a sus cuidadoras, muestran cara de «mala leche», pero también un cierto miedo a un lugar que no conocen. Son fácilmente identificables por su cola en forma de pez, horquillada. Mientras el milano real se reproduce en Centroeuropa y llega a Castilla y León a pasar el invierno, el negro es muy diverso en ese aspecto. Viene a criar aquí procedente de tierras africanas.

De repente, en una caja de cartón se escuchan las patas de un animal. Se trata de una cría de cárabo, muy similar a una lechuza. «Lo trajo un ciudadano que lo encontró bajo un árbol», rememora la veterinaria, quien aprovecha para lanzar el siguiente mensaje: «Pedimos a la gente que cuando vean un cárabo lo dejen donde está, porque es habitual que se caigan del nido. Su madre les suele recoger. Otra cosa es si lo ven ahí durante varios días», expresa. Si un humano entra en la vida de este pájaro, su madre «ya no lo alimentará».

Sus ojos negros, tan profundos, tan característicos, evidencian un ave muy nocturna, que es residente en todo el territorio de Castilla y León. Estos días, hasta su crecimiento, es alimentada con ayuda de unas pinzas de carne de todo tipo. Entera, con hueso y cartílago, para que no se desacostumbre y porque lo necesita para «calcificar».

Apruzzese invita a conocer dos cachorros de un mustélido. Mantiene la incógnita, sabedora del interés atraído. Dos pequeñas garduñas hacen su aparición de manos de uno de los técnicos, demostrando su innato don carnívoro, con un dedo en la boca al que intentan morder con sus potenciales pero aún inexistentes pequeños dientes. «Proceden del pueblo burgalés de Cogollos. Seguro que su madre sufrió un accidente o falleció. Es importante también que no se recojan la primera vez, porque su madre puede estar cerca», instó.

Tortugas de Castilla y León

Es sabido que los CRAS de la Comunidad dan cobijo a numerosas tortugas de Florida, especie considerada invasora. El objetivo es impedir que críen en el exterior, donde son muy voraces y desalojan a las galápagos autóctonas de los espacios donde pueden recibir los rayos del sol, imprescindibles para su desarrollo: «No es tanto una lucha física, sino que les hacen bullying».

Tanto la tortuga galápago europea como la leprosa, que se identifican la una de la otra por sus 'motitas' en el caparazón y porque la primera es de mayor tamaño, son habituales de la Comunidad y fácil de divisar en determinados espacios. La primera reside en aguas más limpias y la segunda, en sucias. «Allí donde haya una charca donde beban vacas y pueda haber restos de excrementos; allí se sentirá cómoda la leprosa», ironiza la veterinaria, quien prosigue que pueden estar meses sin alimentarse.

Además, la leprosa es «más sureña» y en la Comunidad tiene más presencia en provincias como Salamanca o Ávila; mientras que la europea está más asentada en el territorio, con importantes poblaciones en Valladolid y en comarcas como Sayago, en Zamora.

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