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Fuera del Radar | Temporada 5

La sangre del padre

Tras el brutal asesinato de su padre, Guillermo Castillo, Yolanda se pone a investigar por sus propios medios mientras mantiene cerrado el restaurante familiar

Transcripción

Fuera del Radar | La sangre del padre

LUIGI GÓMEZ: ¿Qué tal? Bienvenidos y bienvenidas a nuestras historias

LG: Una mañana, la vida de Yolanda Castillo dio un vuelco que la llevó a las profundidades del dolor

YOLANDA CASTILLO: Cuando voy a entrar a casa abro un poquito la puerta y veo una zapatilla que eran destalonadas aquí en la puerta de la pared y la otra zapatilla en la otra pared y había sangre seca. Mucha sangre seca.

LG: A veces, el cerebro, ante situaciones dramáticas, reacciona como no esperamos…

YC: Pero vi la sangre y mi mente no quería, no quería imaginarse nada. Yo empecé a maquillar todo. Yo empecé: «Este se ha pegado un trompazo, ¡Pum!»

LG: Nos sorprende incluso a nosotros mismos. Y nos transforma.

YC: ¿Quien soy, en quien me he convertido? ¿Por qué yo antes era una y ahora soy otra?.

LG: Ese día, Yolanda Castillo comenzó un viaje que la llevó por caminos que jamás hubiera imaginado… un viaje que le ayudó a descubrir una parte de sí misma que desconocía…

YC: Creo en otras cosas que antes no creía. Ahora, por ejemplo, creo que mis padres están en el cielo. Antes yo no creía en el cielo. Yo pensaba que la vida era esto, se acabó y punto.

LG: Porque si ya es duro perder a un padre de forma repentina, que esto ocurra de manera brutal lo hace un golpe aún más duro.

YC: Pues me robaron a mi padre, una figura paterna. Me robaron a mi amigo, a mi colega. A mi todo de verdad. Ha sido el hombre más importante de mi vida. Sé que suena igual un tópico, pero es que yo en 50 años no me separé de él.

LG: Dicen que las desgracias nunca vienen solas. Hacía poco más de un año de la muerte de su madre tras muchos años enferma. Las dos pérdidas… tan seguidas… se hicieron insoportables para Yolanda

YC: Los primeros meses yo me quería ir con ellos. Los primeros meses yo me quería ir con ellos. No sé dónde… o no estar aquí, simplemente no quería vivir sin ellos.

LG: Su vida perdió todo el sentido

YC: Me quedé sorda, me quedé ciega, me quedé tonta.

LG: Y las puertas de aquello que era su día a día, el restaurante, donde también ella trabajaba, se cerraron.

YC: Era nuestra casa.

LG: Un restaurante… pero no un lugar cualquiera…

YC: Más que abrir un restaurante para sacar dinero era preparar una fiesta y la fiesta se armaba.

LG: Un padre… que no era un hombre cualquiera.

YC: Mucho carisma. Risueño. Tenía salidas para todo. Quería a la gente.

LG: Con los meses, aprendió a vivir con ello. Aquel shock inicial se transformó en fuerza y le llevó a una decisión: no reabrir el restaurante hasta que le permitieran enterrar a su padre.

YC: Desde ahí, desde el amor y la serenidad es lo que me está ayudando a salir de aquí. Aprender a vivir. Aprender a vivir con lo que me toca.

LG: Cuando, a pesar de la falta de respuestas, consiga su paz interior .

YC: Solo entiendo mi tablao flamenco, que es el restaurante y poco más. Pero si no me dan el cuerpo o por una parte o por otra, pienso que algo falta, que algo falla… y esa explicación no la puedo dar porque no la sé.

CABECERA. FUERA DEL RADAR. EN ESTE EPISODIO: LA SANGRE DEL PADRE

LG: La Bodega Guillermo, en Cuzcurrita, La Rioja, está detenida en el tiempo desde el 2 de mayo del 2023… Desde aquella dramática jornada, este restaurante parece un lienzo, con sus mesas colocadas como esperando a los clientes, los cubiertos preparados, las copas para el vino brillantes…

YC: Todavía noto que entro al restaurante y huele a él. Y le escucho y no. Y lloro, entro al restaurante y lloro. Él tenía un número que era el dos. Siempre jugaba en la lotería el dos. La noche del dos le asesinaron. Y un color, el azul. Él iba vestido de azul y en un baño azul le asesinaron.

LG: Sigue contando esta historia de terribles coincidencias Inés Martínez…

INÉS MARTÍNEZ: Guillermo Castillo fue asesinado en su casa, junto al restaurante que regentaba. Fue golpeado hasta la muerte. Tan solo para robarle 600 euros.

YC: Era una carnicería. Cuando era pequeña mis padres hacían la matanza. Perdona que lo diga así, pero es como vi aquello, eso no era un golpe… ni dos, ni tres.

IM: Un robo, una agresión brutal... y una infinidad de dudas sin resolver...

YC: Le pusieron unas esposas a un hombre de 78 años. Entonces que digan que pasaban por ahí por casualidad no se lo creen ni ellos.

IM: La noche anterior habían estado cenando padre e hija con un amigo. Estaban cansados tras un duro puente en el restaurante y al día siguiente cerraban. Yolanda dejó a su padre descansando en la tranquilidad de su casa de un pueblo de menos de 500 habitantes.

YC: Le dejo las pastillas en el mando porque le encantaba una serie turca del sultán. Y entonces era su momento estrella del día. Entonces, fuera, hija, fuera todo. Él con su perrito era feliz.

IM: Yolanda no apagó ni el motor del coche.

YC: «Bueno, esta mañana, mañana a las 11 paso a recogerte». «Vale, adiós». Sin más, me monté en el coche y me vine a casa.

IM: Pero aquel planeado viaje a Logroño nunca llegó. Al día siguiente, un empleado de la bodega llamó a Yolanda porque no localizaba a Guillermo.

YC: Yo dije: «Qué raro» pero bueno yo en pijama, como en los pueblos, me monté en mi coche, me vine en pijama y al bajar del coche lo primero que hago es meter la llave a la puerta de mi padre pero veo que estaba vuelta, pero podías acceder.

IM: Algo no cuadraba. El coche de su padre estaba en la calle y la puerta de la casa mal cerrada. Yolanda entró con miedo a la vivienda

YC: Tenemos un arcón antiguo a la izquierda y había sangre seca. Mucha sangre seca. No sé por qué, en ese momento, al levantar la vista, no sé que me vino cuando me estaba sacando el carnet de conducir, que cuando tenemos un impacto fuerte nos vuelan los zapatos.

IM: Su mente empezó a engañarla. No quería ver la realidad.

YC: Yo me echo para atrás, salgo a la calle, le digo a la empleada: «Mira, entra adentro…» sin estar temblorosa, pero ella entra en shock. «Entra dentro, a la derecha, al salón. Mira a ver si está mi padre».

IM: Yolanda quería pensar en una caída.

YC: Mi mente no fue más allá, solamente las zapatillas y la sangre. Es como que no quieres. Te lo prohibes.

IM: Pero no daban con él. Ni en el salón, ni en el pasillo, ni en la cocina… Solo sangre…

YC: Me dice: «Yoli, aquí no hay nadie. Y encima está todo revuelto. ¿Pero qué es esto?» Yo: «¡Buf!»

IM: Y Yolanda siguió maquillando la historia

YC: Y yo: «Este hombre se ha caído. Ha estado buscando en los cajones algo para curarse y como no sabe dónde están ni las tiritas ha ido al restaurante que está a pocos metros pues a buscar al botiquín de la cocina que es el que tenemos».

IM: Allí tampoco estaba, así que llaman a emergencias y a varios amigos

YC: Mientras ya estaba llamando al 112. El 112 te come a preguntas que sí, «¿dónde está? ¿Cuándo es la última vez que le has visto?» Yo nerviosa: «¡Que me da igual, que es que no está, que hay sangre. No aparece, no está!».

IM: Pero en la casa había algo que no estaba como siempre. Una puerta. Un amigo se dio cuenta.

YC: «Oye, Yoli, esa puerta siempre está abierta», es cierto siempre la dejamos abierta y estaba cerrada.

IM: Cerrada. Y con llave.

YC: Yo fui corriendo donde una vecina me dijo: «Una morisca» que es una azada del campo». Entonces, cuando empecé a oír las azadas, ya perdí la audición

IM: A partir de ese momento todo ocurrió muy rápido. Llegó la médica del pueblo y accedieron a la despensa cerrada.

YC: Se conoce que ella me dijo que mi padre había muerto. Pero yo no… yo no, no, no… No sé, yo creo que no quería. No quería.

IM: Yolanda fue a declarar, así que nunca vio cómo sacaban a su padre de la casa.

YC: Yo no sé ni lo que dije. No sé lo que les pude servir de mi. Me costó salir de ese shock, pero automáticamente sé que vine por la tarde y había muchísimos medios de comunicación y a todos les sonreí. Bueno, no sé si les sonreía, con otros, lloraría, no sé. Estuve un tiempo en shock.

IM: Aquellas primeras sonrisas fueron el comienzo de una actitud que, aunque parezca increíble, a Yolanda le ha supuesto críticas.

YC: El día que pasó lo que pasó, aparte del shock en el que yo estaba metida, la gente ignorante me acusó de que yo era muy fría, que una persona a la que le pasa eso a su padre sería incapaz de atender a los medios de comunicación.

SONIDO FRAGMENTO RADIO

IM: Pero ella había aprendido de Guillermo.

YC: Me ha dejado una herencia muy grande. Todo lo que me ha enseñado en la vida. Y al final siempre hay que sonreír.

IM: Y a veces hay que poner buena cara al cliente, aunque sea difícil

YC: Yo le veía que igual lloraba en la cocina. Por lo que fuera porque eres pequeño y no eres consciente. Pero luego pasaba el umbral de la puerta a la cocina y se ponía a cantar una jota. Entonces me enseñó que aunque tengas dolor, que todos los tenemos, a la gente le debes lo mejor.

IM: Yolanda recuerda una infancia humilde pero muy feliz. Y si algo ve claramente en su pasado es que su padre siempre estaba trabajando.

YC: Era una niña de pueblo que nació con unos padres muy trabajadores. Mi padre, una persona con mucha visión de futuro, muy listo, muy zorro, como se dice vulgarmente: astuto. Empezó de niño cogiendo patatas en los pueblos de al lado porque mis abuelos no tenían para comer.

IM: Hizo lo posible porque su familia tuviera lo que él no había tenido.

YC: Él se dedicó a traer dinero a casa y tenía un don especial en traerlo.

IM: Poco a poco fue mejorando su situación y Guillermo se hizo con el restaurante en el que tanto él como su padre habían trabajado como peones-

YC: Pudo comprar gracias a su talento, porque yo siempre digo que era talento para vender.

IM: Y le dio su toque especial.

YC: Hizo una nueva en la restauración. Se comía en ambos en abundancia qué era lo que él te prestaba. Siempre con una copa en la mano. Y luego él era alegre, era alegre y entonces se cantaba y la gente se animaba. «Con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero…» era su canción.

IM: Una canción que en la cabeza de Yolanda no ha dejado de sonar durante los terribles meses que está durando el proceso judicial tras el asesinato

YC: Cierto es que durante los primeros tiempos pasé hasta miedo. Creo que se llama miedo escénico a salir de casa.

IM: Las dudas que rodeaban el caso le hicieron enfrentarse a lo que nunca hubiera imaginado. Aquello la dejó destrozada

YC: Un daño gratuito. El dolor que estaba pasando. Cuestionar que yo podía haber sido creo que me hundió. Psicológicamente me hundió.

IM: Pero decidió mirar por sí misma y pedir ayuda.

YC: Al poco tiempo empecé a ir al psicólogo. No porque me apeteciera, sino porque sabía que tarde o temprano esto iba a tener una consecuencia brutal en mi cabeza. Creo que es una de las mejores cosas que he podido hacer: entre otras, mirar por mí, aunque no quisiera.

IM: Mientras, la investigación avanzaba, aunque muy lentamente. Llegan las primeras detenciones.

YC: Me las describe de tal manera: Uno era portugués.

IM: A Yolanda no le encajaban esos perfiles, pero quería saber más

YC: Y me fui temprano a los calabozos porque quería ver los últimos ojos que asesinaron a mi padre. Y pude verle.

IM: No era lo que Yolanda pensaba. No le cuadraba que aquellas personas hubieran acabado con la vida de su padre.

YC: Después hablando con gente conocida me mandaban fotos de ellos, la vida y no me cuadraba nada.

LG: Mientras, el restaurante permanece detenido en el tiempo. Para Yolanda es imprescindible que le devuelvan a su padre para poder seguir adelante. Pero para ello hay que esclarecer los hechos. Los dos acusados pasan a disposición judicial y la mujer queda en libertad con cargos. Pero Yolanda necesita saber más.

YC: Yo sé que suena un poco hasta frívolo, pero lo necesito. Es como necesitas saber, necesitas saber qué ha pasado. ¿No has visto sacar a tu padre? Es todo muy confuso.

LG: Yolanda se entera de que ella vive en la localidad de Pradillo.

YC: Le digo a estos amigos: «Venga, vamos a Pradillo, sacamos a los perritos, nos tomamos una cervecita que debe ser súper bonito lo de las almazuelas».

LG: Pero lo que ella quería era investigar. Tras preguntar a varios lugareños, se sientan a tomar algo.

YC: A mano derecha había mesitas, pero entre las mesitas había una chica con una trenza y la forma de sentarse no era la de una persona normal.

LG: La desesperación de Yolanda por saber qué le había ocurrido a su padre y quiénes habían sido sus asesinos la llevaron a hacer cosas que nunca hubiera sido capaz de hacer, a descubrir partes de sí misma que creía que no existían.

YC: Ella hablaba un poquito alto y empezó a contar que su novio Carlos llegó como a las 04:30.

LG: Yolanda tiene una intuición y pone sus sentidos en alerta mientras intenta pasar desapercibida sentada de espaldas

YC: Que esa noche llegó a las 04:30 y dijo: «Ay, que la hemos liado, que ahora hemos matado a uno».

LG: Enseguida volvemos

PAUSA

LUIGI GÓMEZ: Yolanda y sus amigos, ahí plantados en aquella terraza, no podían creerse lo que estaban oyendo..

YOLANDA CASTILLO: Yo oyendo eso…

LG: Era una confesión. Una confesión en toda regla. Y la mujer siguió relatando la escena.

YC: Que le tranquilizó él porque le dijo que no pasaba nada, que era un viejo que no le quería nadie en el pueblo y que era muy mala persona.

LG: La conversación terminó. Se hizo el silencio. Pero Yolanda sabía que debía comunicar lo que había estado escuchando.

YC: Esa noche no dormimos ninguno de los tres. Nos pareció surrealista. Al día siguiente llamé a la Guardia Civil y le dije: «Jo, si sabes lo que hemos hecho…».

LG: Sigue contando esta historia la periodista Inés Martínez.

INÉS MARTÍNEZ: Yolanda es consciente de que investigar qué ocurrió no es su papel, pero las ganas por saber le pudieron. Y se siente orgullosa de ello.

YC: No, no me avergüenzo de haber aparecido allá y no es grato que te digan que habían matado esa noche a tu padre pero necesitaba veracidad. Necesitaba… lo necesitaba.

IM: A pesar de las detenciones, las piezas siguen sin encajar del todo.

YC: Pero si vas, sales de casa con unos grilletes y según uno de los asesinos, el otro iba con un pincho, una navaja o algo… Eso es porque han ido a lo que han ido y en la casa de mi padre no pone: 'Aquí vive Guillermo'.

IM: Cree que fue más preparado de lo que parece.

YC: Alguien sabía que mi padre estaba solo. Quiero dar a entender que esto viene de algún lado, que ha habido alguien que ha informado.

IM: Tiene su propia opinión sobre quién fue el cabecilla

YC: El de Logroño, el Antón, una mirada aparte que no tienen, no tienen fondo, ¿sabes? No tienen fondo. Le vi un odio, una rabia… Y sigo pensando, mi impresión es que él lo ha preparado todo. ¿Con alguien, sin alguien?, eso hay que demostrarlo. Yo pienso que con alguien, pero hay que demostrarlo. Ha sido el portugués, que el otro fue, claro que fue… pero lo preparó todo el portugués.

IM: Hubo incluso un encuentro posterior con la novia a las puertas del juzgado que le confirmó sus sospechas.

YC: Me dice: «Quería darte el pésame porque Carlos nunca hubiera matado a tu padre. Ha sido Anton».

IM: Y había más.

YC: Dice: «Ah, de hecho, vengo con un cuaderno aquí al juzgado porque estoy recibiendo muchas, muchas amenazas. Salgo con mi perro a pasear con un destornillador».

IM: Las sospechas crecen para Yolanda. Unos detenidos que no encajan, amenazas, un robo supuestamente improvisado…

YC: Alguien le tiene que estar amenazando. ¿Quién?, ¿quién está amenazando?, ¿a quién le interesa que no hable?.

IM: Hasta que se enteró de que uno de los detenidos y su padre se conocían.

YC: Y me dijo que Carlos estuvo trabajando para mi padre en el campo cuando tenía 16 años. Claro, ahora tiene me parece que 38, entonces claro estamos hablando de hace muchos años. Que años más tarde a mi padre le vio en Logroño y siempre le pedía dinero. Y mi padre, estoy súper segura, que le dio dinero.

IM: Puede que informara a Antón de que Guillermo solía llevar dinero encima.

YC: Pienso que este portugués sabía que mi padre, como siempre, era de los del pueblo que en vez de llevar 10 € para tomarse un café era un hombre que igual decía: «Pues voy a ver cómo está el cordero en no sé dónde y compraba dos corderos…».

IM: Pero todo esto son suposiciones. Ahora mismo el caso no está cerrado. Y hay una pieza importantísima que a Yolanda la ha tenido en un sinvivir. Tardaron más de un año en devolverle el cuerpo de su padre.

YC: Cuando enterré a mi padre, quería hacerle un homenaje.

IM: Y Yolanda pudo despedirse

YC: Y yo subí sin papel y boli porque no me había dado tiempo a preparar nada. Dije tres palabras que fueron: gratitud, amor y fe.

IM: Tres palabras que representan una evolución.

YC: Fueron tres palabras que no sé por qué me vinieron a la cabeza. Porque si esto pasa hace un año digo: rabia, dolor, frustración.

IM: El acto estuvo cargado de emoción y de música, porque Yolanda quería dedicarle varias canciones. Incluso una jota. Y ese 'con dinero o sin dinero', que tan importante había sido para ellos.

YC: La canté. No sé de dónde saqué fuerzas pero la canté con ellos porque me la sé de memoria. Es que todos los sábados y domingos, durante toda mi vida he oído esa canción.

IM: Y ella tiene claro qué debió estar pensando Guillermo allá donde esté.

YC: Estaría encantado de la vida. Es más, él estaba cantando donde estuviera cantando. Segurísimo.

IM: Ahora, Yolanda intenta seguir adelante como puede. Porque, esta experiencia tan traumática le ha enseñado muchísimo sobre sí misma.

YC: Día a día y curarme, ante todo curarme yo para poder seguir haciendo lo que me haga sonreír y no olvidar en lo que me he convertido.

IM: … también sobre su padre

YC: Ha tenido que pasar esto para que yo me diera cuenta, no quien era mi padre, tenía muy claro quién era mi padre… pero creo que no me daba cuenta del cariño. ¿Qué prestó mi padre?, ¿qué regaló? Entonces su vida se basó en eso.

IM: Es consciente de que la lucha no ha terminado.

YC: Porque sé que algún día esto pasará. Llegará un juicio, habrá una sentencia y quiero vivir. Quiero vivir como ellos me enseñaron y no quiero quedarme nunca con: ¡Jo! Tenía que haber hecho, ¡Jo! Tenía que haber intentado. No.

IM: Todavía está en pleno duelo y tiene que asumir la situación. Tiene que saber vivir con el hecho de que su padre fue asesinado.

YC: Para creerme lo que ha pasado, para empezar a hacer yo mi duelo, necesito saber lo que ha pasado para empezar porque si no estaría loca. No sabía que era una persona tan fuerte hasta que te toca.

IM: Y aprender.

YC: Aprender a vivir con lo que me toca. A no ser la misma pero si ser buena gente, ser buena persona. A quedarme con lo bueno que he aprendido en la vida. Quiero aprender también a tener mala memoria para olvidar este episodio. Que me haya servido para aprender que la gente buena existe, pero la mala también. Para mí el mundo era bueno, para mi padre también, por eso abrió la puerta.

LUIGI GÓMEZ: Cuando acabe su proceso de duelo personal, Yolanda tiene claro cuál va a ser el paso: terminar con el silencio que inunda el restaurante y llenarlo de vida.

YC: Tengo que estar al 100%. Estoy en ese trabajo.

LG: Y con algún cambio.

YC: Lo haré con aforo. Ya no necesito correr. Necesito sentirme bien. Necesito sentirme bien en mi vida con lo que coseché y aprendí pues dar lo mejor de mi hasta que me jubile o yo que sé.

LG: Porque es consciente de que el restaurante es especial y merece ser reabierto

YC: Eso no se puede perder. Intentaré preparar una fiesta de cumpleaños todos los días cuando abra la puerta. Qué es lo que he visto. Quiero seguir esa estela.

LG: Muchas gracias a Yolanda y también, por supuesto, gracias a Inés Martínez por haber contado esta historia.

LG: Esta ha sido una más de nuestras historias de Fuera del Radar… el podcast de periodismo narrativo que va más allá de la noticia. Soy Luigi Gómez. Gracias por escuchar.

Jueves, 6 de junio 2024, 00:32

Un restaurante de La Rioja está detenido en el tiempo. No hay clientes, no hay nadie desde hace meses, pero todo, cubiertos, vasos, platos, está preparado. La razón para no abrirlo la tiene Yolanda Castillo, la hija del dueño: la taberna no abrirá hasta que la justicia le devuelva el cadáver de su padre, víctima de un brutal asesinato aún por esclarecer. Y ella sentirá la necesidad de ponerse también a buscar a los culpables.

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Créditos

  • Una historia de Inés Martínez

  • Coordinación y edición Luigi Gómez y Carlos G. Fernández

  • Producción técnica Luciano Coccio e Íñigo Martín Ciordia

  • Diseño sonoro y mezcla Rodrigo Ortiz de Zárate

  • Ilustraciones Raúl Canales

  • Dirección y producción ejecutiva José Ángel Esteban

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burgosconecta La sangre del padre

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Fuera del Radar | Temporada 5

La sangre del padre

Fuera del Radar | La sangre del padre
LUIGI GÓMEZ: ¿Qué tal? Bienvenidos y bienvenidas a nuestras historias
LG: Una mañana, la vida de Yolanda Castillo dio un vuelco que la llevó a las profundidades del dolor
YOLANDA CASTILLO: Cuando voy a entrar a casa abro un poquito la puerta y veo una zapatilla que eran destalonadas aquí en la puerta de la pared y la otra zapatilla en la otra pared y había sangre seca. Mucha sangre seca.
LG: A veces, el cerebro, ante situaciones dramáticas, reacciona como no esperamos…
YC: Pero vi la sangre y mi mente no quería, no quería imaginarse nada. Yo empecé a maquillar todo. Yo empecé: «Este se ha pegado un trompazo, ¡Pum!»
LG: Nos sorprende incluso a nosotros mismos. Y nos transforma.
YC: ¿Quien soy, en quien me he convertido? ¿Por qué yo antes era una y ahora soy otra?.
LG: Ese día, Yolanda Castillo comenzó un viaje que la llevó por caminos que jamás hubiera imaginado… un viaje que le ayudó a descubrir una parte de sí misma que desconocía…
YC: Creo en otras cosas que antes no creía. Ahora, por ejemplo, creo que mis padres están en el cielo. Antes yo no creía en el cielo. Yo pensaba que la vida era esto, se acabó y punto.
LG: Porque si ya es duro perder a un padre de forma repentina, que esto ocurra de manera brutal lo hace un golpe aún más duro.
YC: Pues me robaron a mi padre, una figura paterna. Me robaron a mi amigo, a mi colega. A mi todo de verdad. Ha sido el hombre más importante de mi vida. Sé que suena igual un tópico, pero es que yo en 50 años no me separé de él.
LG: Dicen que las desgracias nunca vienen solas. Hacía poco más de un año de la muerte de su madre tras muchos años enferma. Las dos pérdidas… tan seguidas… se hicieron insoportables para Yolanda
YC: Los primeros meses yo me quería ir con ellos. Los primeros meses yo me quería ir con ellos. No sé dónde… o no estar aquí, simplemente no quería vivir sin ellos.
LG: Su vida perdió todo el sentido
YC: Me quedé sorda, me quedé ciega, me quedé tonta.
LG: Y las puertas de aquello que era su día a día, el restaurante, donde también ella trabajaba, se cerraron.
YC: Era nuestra casa.
LG: Un restaurante… pero no un lugar cualquiera…
YC: Más que abrir un restaurante para sacar dinero era preparar una fiesta y la fiesta se armaba.
LG: Un padre… que no era un hombre cualquiera.
YC: Mucho carisma. Risueño. Tenía salidas para todo. Quería a la gente.
LG: Con los meses, aprendió a vivir con ello. Aquel shock inicial se transformó en fuerza y le llevó a una decisión: no reabrir el restaurante hasta que le permitieran enterrar a su padre.
YC: Desde ahí, desde el amor y la serenidad es lo que me está ayudando a salir de aquí. Aprender a vivir. Aprender a vivir con lo que me toca.
LG: Cuando, a pesar de la falta de respuestas, consiga su paz interior .
YC: Solo entiendo mi tablao flamenco, que es el restaurante y poco más. Pero si no me dan el cuerpo o por una parte o por otra, pienso que algo falta, que algo falla… y esa explicación no la puedo dar porque no la sé.
CABECERA. FUERA DEL RADAR. EN ESTE EPISODIO: LA SANGRE DEL PADRE
LG: La Bodega Guillermo, en Cuzcurrita, La Rioja, está detenida en el tiempo desde el 2 de mayo del 2023… Desde aquella dramática jornada, este restaurante parece un lienzo, con sus mesas colocadas como esperando a los clientes, los cubiertos preparados, las copas para el vino brillantes…
YC: Todavía noto que entro al restaurante y huele a él. Y le escucho y no. Y lloro, entro al restaurante y lloro. Él tenía un número que era el dos. Siempre jugaba en la lotería el dos. La noche del dos le asesinaron. Y un color, el azul. Él iba vestido de azul y en un baño azul le asesinaron.
LG: Sigue contando esta historia de terribles coincidencias Inés Martínez…
INÉS MARTÍNEZ: Guillermo Castillo fue asesinado en su casa, junto al restaurante que regentaba. Fue golpeado hasta la muerte. Tan solo para robarle 600 euros.
YC: Era una carnicería. Cuando era pequeña mis padres hacían la matanza. Perdona que lo diga así, pero es como vi aquello, eso no era un golpe… ni dos, ni tres.
IM: Un robo, una agresión brutal... y una infinidad de dudas sin resolver...
YC: Le pusieron unas esposas a un hombre de 78 años. Entonces que digan que pasaban por ahí por casualidad no se lo creen ni ellos.
IM: La noche anterior habían estado cenando padre e hija con un amigo. Estaban cansados tras un duro puente en el restaurante y al día siguiente cerraban. Yolanda dejó a su padre descansando en la tranquilidad de su casa de un pueblo de menos de 500 habitantes.
YC: Le dejo las pastillas en el mando porque le encantaba una serie turca del sultán. Y entonces era su momento estrella del día. Entonces, fuera, hija, fuera todo. Él con su perrito era feliz.
IM: Yolanda no apagó ni el motor del coche.
YC: «Bueno, esta mañana, mañana a las 11 paso a recogerte». «Vale, adiós». Sin más, me monté en el coche y me vine a casa.
IM: Pero aquel planeado viaje a Logroño nunca llegó. Al día siguiente, un empleado de la bodega llamó a Yolanda porque no localizaba a Guillermo.
YC: Yo dije: «Qué raro» pero bueno yo en pijama, como en los pueblos, me monté en mi coche, me vine en pijama y al bajar del coche lo primero que hago es meter la llave a la puerta de mi padre pero veo que estaba vuelta, pero podías acceder.
IM: Algo no cuadraba. El coche de su padre estaba en la calle y la puerta de la casa mal cerrada. Yolanda entró con miedo a la vivienda
YC: Tenemos un arcón antiguo a la izquierda y había sangre seca. Mucha sangre seca. No sé por qué, en ese momento, al levantar la vista, no sé que me vino cuando me estaba sacando el carnet de conducir, que cuando tenemos un impacto fuerte nos vuelan los zapatos.
IM: Su mente empezó a engañarla. No quería ver la realidad.
YC: Yo me echo para atrás, salgo a la calle, le digo a la empleada: «Mira, entra adentro…» sin estar temblorosa, pero ella entra en shock. «Entra dentro, a la derecha, al salón. Mira a ver si está mi padre».
IM: Yolanda quería pensar en una caída.
YC: Mi mente no fue más allá, solamente las zapatillas y la sangre. Es como que no quieres. Te lo prohibes.
IM: Pero no daban con él. Ni en el salón, ni en el pasillo, ni en la cocina… Solo sangre…
YC: Me dice: «Yoli, aquí no hay nadie. Y encima está todo revuelto. ¿Pero qué es esto?» Yo: «¡Buf!»
IM: Y Yolanda siguió maquillando la historia
YC: Y yo: «Este hombre se ha caído. Ha estado buscando en los cajones algo para curarse y como no sabe dónde están ni las tiritas ha ido al restaurante que está a pocos metros pues a buscar al botiquín de la cocina que es el que tenemos».
IM: Allí tampoco estaba, así que llaman a emergencias y a varios amigos
YC: Mientras ya estaba llamando al 112. El 112 te come a preguntas que sí, «¿dónde está? ¿Cuándo es la última vez que le has visto?» Yo nerviosa: «¡Que me da igual, que es que no está, que hay sangre. No aparece, no está!».
IM: Pero en la casa había algo que no estaba como siempre. Una puerta. Un amigo se dio cuenta.
YC: «Oye, Yoli, esa puerta siempre está abierta», es cierto siempre la dejamos abierta y estaba cerrada.
IM: Cerrada. Y con llave.
YC: Yo fui corriendo donde una vecina me dijo: «Una morisca» que es una azada del campo». Entonces, cuando empecé a oír las azadas, ya perdí la audición
IM: A partir de ese momento todo ocurrió muy rápido. Llegó la médica del pueblo y accedieron a la despensa cerrada.
YC: Se conoce que ella me dijo que mi padre había muerto. Pero yo no… yo no, no, no… No sé, yo creo que no quería. No quería.
IM: Yolanda fue a declarar, así que nunca vio cómo sacaban a su padre de la casa.
YC: Yo no sé ni lo que dije. No sé lo que les pude servir de mi. Me costó salir de ese shock, pero automáticamente sé que vine por la tarde y había muchísimos medios de comunicación y a todos les sonreí. Bueno, no sé si les sonreía, con otros, lloraría, no sé. Estuve un tiempo en shock.
IM: Aquellas primeras sonrisas fueron el comienzo de una actitud que, aunque parezca increíble, a Yolanda le ha supuesto críticas.
YC: El día que pasó lo que pasó, aparte del shock en el que yo estaba metida, la gente ignorante me acusó de que yo era muy fría, que una persona a la que le pasa eso a su padre sería incapaz de atender a los medios de comunicación.
SONIDO FRAGMENTO RADIO
IM: Pero ella había aprendido de Guillermo.
YC: Me ha dejado una herencia muy grande. Todo lo que me ha enseñado en la vida. Y al final siempre hay que sonreír.
IM: Y a veces hay que poner buena cara al cliente, aunque sea difícil
YC: Yo le veía que igual lloraba en la cocina. Por lo que fuera porque eres pequeño y no eres consciente. Pero luego pasaba el umbral de la puerta a la cocina y se ponía a cantar una jota. Entonces me enseñó que aunque tengas dolor, que todos los tenemos, a la gente le debes lo mejor.
IM: Yolanda recuerda una infancia humilde pero muy feliz. Y si algo ve claramente en su pasado es que su padre siempre estaba trabajando.
YC: Era una niña de pueblo que nació con unos padres muy trabajadores. Mi padre, una persona con mucha visión de futuro, muy listo, muy zorro, como se dice vulgarmente: astuto. Empezó de niño cogiendo patatas en los pueblos de al lado porque mis abuelos no tenían para comer.
IM: Hizo lo posible porque su familia tuviera lo que él no había tenido.
YC: Él se dedicó a traer dinero a casa y tenía un don especial en traerlo.
IM: Poco a poco fue mejorando su situación y Guillermo se hizo con el restaurante en el que tanto él como su padre habían trabajado como peones-
YC: Pudo comprar gracias a su talento, porque yo siempre digo que era talento para vender.
IM: Y le dio su toque especial.
YC: Hizo una nueva en la restauración. Se comía en ambos en abundancia qué era lo que él te prestaba. Siempre con una copa en la mano. Y luego él era alegre, era alegre y entonces se cantaba y la gente se animaba. «Con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero…» era su canción.
IM: Una canción que en la cabeza de Yolanda no ha dejado de sonar durante los terribles meses que está durando el proceso judicial tras el asesinato
YC: Cierto es que durante los primeros tiempos pasé hasta miedo. Creo que se llama miedo escénico a salir de casa.
IM: Las dudas que rodeaban el caso le hicieron enfrentarse a lo que nunca hubiera imaginado. Aquello la dejó destrozada
YC: Un daño gratuito. El dolor que estaba pasando. Cuestionar que yo podía haber sido creo que me hundió. Psicológicamente me hundió.
IM: Pero decidió mirar por sí misma y pedir ayuda.
YC: Al poco tiempo empecé a ir al psicólogo. No porque me apeteciera, sino porque sabía que tarde o temprano esto iba a tener una consecuencia brutal en mi cabeza. Creo que es una de las mejores cosas que he podido hacer: entre otras, mirar por mí, aunque no quisiera.
IM: Mientras, la investigación avanzaba, aunque muy lentamente. Llegan las primeras detenciones.
YC: Me las describe de tal manera: Uno era portugués.
IM: A Yolanda no le encajaban esos perfiles, pero quería saber más
YC: Y me fui temprano a los calabozos porque quería ver los últimos ojos que asesinaron a mi padre. Y pude verle.
IM: No era lo que Yolanda pensaba. No le cuadraba que aquellas personas hubieran acabado con la vida de su padre.
YC: Después hablando con gente conocida me mandaban fotos de ellos, la vida y no me cuadraba nada.
LG: Mientras, el restaurante permanece detenido en el tiempo. Para Yolanda es imprescindible que le devuelvan a su padre para poder seguir adelante. Pero para ello hay que esclarecer los hechos. Los dos acusados pasan a disposición judicial y la mujer queda en libertad con cargos. Pero Yolanda necesita saber más.
YC: Yo sé que suena un poco hasta frívolo, pero lo necesito. Es como necesitas saber, necesitas saber qué ha pasado. ¿No has visto sacar a tu padre? Es todo muy confuso.
LG: Yolanda se entera de que ella vive en la localidad de Pradillo.
YC: Le digo a estos amigos: «Venga, vamos a Pradillo, sacamos a los perritos, nos tomamos una cervecita que debe ser súper bonito lo de las almazuelas».
LG: Pero lo que ella quería era investigar. Tras preguntar a varios lugareños, se sientan a tomar algo.
YC: A mano derecha había mesitas, pero entre las mesitas había una chica con una trenza y la forma de sentarse no era la de una persona normal.
LG: La desesperación de Yolanda por saber qué le había ocurrido a su padre y quiénes habían sido sus asesinos la llevaron a hacer cosas que nunca hubiera sido capaz de hacer, a descubrir partes de sí misma que creía que no existían.
YC: Ella hablaba un poquito alto y empezó a contar que su novio Carlos llegó como a las 04:30.
LG: Yolanda tiene una intuición y pone sus sentidos en alerta mientras intenta pasar desapercibida sentada de espaldas
YC: Que esa noche llegó a las 04:30 y dijo: «Ay, que la hemos liado, que ahora hemos matado a uno».
LG: Enseguida volvemos
PAUSA
LUIGI GÓMEZ: Yolanda y sus amigos, ahí plantados en aquella terraza, no podían creerse lo que estaban oyendo..
YOLANDA CASTILLO: Yo oyendo eso…
LG: Era una confesión. Una confesión en toda regla. Y la mujer siguió relatando la escena.
YC: Que le tranquilizó él porque le dijo que no pasaba nada, que era un viejo que no le quería nadie en el pueblo y que era muy mala persona.
LG: La conversación terminó. Se hizo el silencio. Pero Yolanda sabía que debía comunicar lo que había estado escuchando.
YC: Esa noche no dormimos ninguno de los tres. Nos pareció surrealista. Al día siguiente llamé a la Guardia Civil y le dije: «Jo, si sabes lo que hemos hecho…».
LG: Sigue contando esta historia la periodista Inés Martínez.
INÉS MARTÍNEZ: Yolanda es consciente de que investigar qué ocurrió no es su papel, pero las ganas por saber le pudieron. Y se siente orgullosa de ello.
YC: No, no me avergüenzo de haber aparecido allá y no es grato que te digan que habían matado esa noche a tu padre pero necesitaba veracidad. Necesitaba… lo necesitaba.
IM: A pesar de las detenciones, las piezas siguen sin encajar del todo.
YC: Pero si vas, sales de casa con unos grilletes y según uno de los asesinos, el otro iba con un pincho, una navaja o algo… Eso es porque han ido a lo que han ido y en la casa de mi padre no pone: 'Aquí vive Guillermo'.
IM: Cree que fue más preparado de lo que parece.
YC: Alguien sabía que mi padre estaba solo. Quiero dar a entender que esto viene de algún lado, que ha habido alguien que ha informado.
IM: Tiene su propia opinión sobre quién fue el cabecilla
YC: El de Logroño, el Antón, una mirada aparte que no tienen, no tienen fondo, ¿sabes? No tienen fondo. Le vi un odio, una rabia… Y sigo pensando, mi impresión es que él lo ha preparado todo. ¿Con alguien, sin alguien?, eso hay que demostrarlo. Yo pienso que con alguien, pero hay que demostrarlo. Ha sido el portugués, que el otro fue, claro que fue… pero lo preparó todo el portugués.
IM: Hubo incluso un encuentro posterior con la novia a las puertas del juzgado que le confirmó sus sospechas.
YC: Me dice: «Quería darte el pésame porque Carlos nunca hubiera matado a tu padre. Ha sido Anton».
IM: Y había más.
YC: Dice: «Ah, de hecho, vengo con un cuaderno aquí al juzgado porque estoy recibiendo muchas, muchas amenazas. Salgo con mi perro a pasear con un destornillador».
IM: Las sospechas crecen para Yolanda. Unos detenidos que no encajan, amenazas, un robo supuestamente improvisado…
YC: Alguien le tiene que estar amenazando. ¿Quién?, ¿quién está amenazando?, ¿a quién le interesa que no hable?.
IM: Hasta que se enteró de que uno de los detenidos y su padre se conocían.
YC: Y me dijo que Carlos estuvo trabajando para mi padre en el campo cuando tenía 16 años. Claro, ahora tiene me parece que 38, entonces claro estamos hablando de hace muchos años. Que años más tarde a mi padre le vio en Logroño y siempre le pedía dinero. Y mi padre, estoy súper segura, que le dio dinero.
IM: Puede que informara a Antón de que Guillermo solía llevar dinero encima.
YC: Pienso que este portugués sabía que mi padre, como siempre, era de los del pueblo que en vez de llevar 10 € para tomarse un café era un hombre que igual decía: «Pues voy a ver cómo está el cordero en no sé dónde y compraba dos corderos…».
IM: Pero todo esto son suposiciones. Ahora mismo el caso no está cerrado. Y hay una pieza importantísima que a Yolanda la ha tenido en un sinvivir. Tardaron más de un año en devolverle el cuerpo de su padre.
YC: Cuando enterré a mi padre, quería hacerle un homenaje.
IM: Y Yolanda pudo despedirse
YC: Y yo subí sin papel y boli porque no me había dado tiempo a preparar nada. Dije tres palabras que fueron: gratitud, amor y fe.
IM: Tres palabras que representan una evolución.
YC: Fueron tres palabras que no sé por qué me vinieron a la cabeza. Porque si esto pasa hace un año digo: rabia, dolor, frustración.
IM: El acto estuvo cargado de emoción y de música, porque Yolanda quería dedicarle varias canciones. Incluso una jota. Y ese 'con dinero o sin dinero', que tan importante había sido para ellos.
YC: La canté. No sé de dónde saqué fuerzas pero la canté con ellos porque me la sé de memoria. Es que todos los sábados y domingos, durante toda mi vida he oído esa canción.
IM: Y ella tiene claro qué debió estar pensando Guillermo allá donde esté.
YC: Estaría encantado de la vida. Es más, él estaba cantando donde estuviera cantando. Segurísimo.
IM: Ahora, Yolanda intenta seguir adelante como puede. Porque, esta experiencia tan traumática le ha enseñado muchísimo sobre sí misma.
YC: Día a día y curarme, ante todo curarme yo para poder seguir haciendo lo que me haga sonreír y no olvidar en lo que me he convertido.
IM: … también sobre su padre
YC: Ha tenido que pasar esto para que yo me diera cuenta, no quien era mi padre, tenía muy claro quién era mi padre… pero creo que no me daba cuenta del cariño. ¿Qué prestó mi padre?, ¿qué regaló? Entonces su vida se basó en eso.
IM: Es consciente de que la lucha no ha terminado.
YC: Porque sé que algún día esto pasará. Llegará un juicio, habrá una sentencia y quiero vivir. Quiero vivir como ellos me enseñaron y no quiero quedarme nunca con: ¡Jo! Tenía que haber hecho, ¡Jo! Tenía que haber intentado. No.
IM: Todavía está en pleno duelo y tiene que asumir la situación. Tiene que saber vivir con el hecho de que su padre fue asesinado.
YC: Para creerme lo que ha pasado, para empezar a hacer yo mi duelo, necesito saber lo que ha pasado para empezar porque si no estaría loca. No sabía que era una persona tan fuerte hasta que te toca.
IM: Y aprender.
YC: Aprender a vivir con lo que me toca. A no ser la misma pero si ser buena gente, ser buena persona. A quedarme con lo bueno que he aprendido en la vida. Quiero aprender también a tener mala memoria para olvidar este episodio. Que me haya servido para aprender que la gente buena existe, pero la mala también. Para mí el mundo era bueno, para mi padre también, por eso abrió la puerta.
LUIGI GÓMEZ: Cuando acabe su proceso de duelo personal, Yolanda tiene claro cuál va a ser el paso: terminar con el silencio que inunda el restaurante y llenarlo de vida.
YC: Tengo que estar al 100%. Estoy en ese trabajo.
LG: Y con algún cambio.
YC: Lo haré con aforo. Ya no necesito correr. Necesito sentirme bien. Necesito sentirme bien en mi vida con lo que coseché y aprendí pues dar lo mejor de mi hasta que me jubile o yo que sé.
LG: Porque es consciente de que el restaurante es especial y merece ser reabierto
YC: Eso no se puede perder. Intentaré preparar una fiesta de cumpleaños todos los días cuando abra la puerta. Qué es lo que he visto. Quiero seguir esa estela.
LG: Muchas gracias a Yolanda y también, por supuesto, gracias a Inés Martínez por haber contado esta historia.
LG: Esta ha sido una más de nuestras historias de Fuera del Radar… el podcast de periodismo narrativo que va más allá de la noticia. Soy Luigi Gómez. Gracias por escuchar.
CARLOS G. FERNÁNDEZ: Fuera del Radar es un podcast narrativo producido por los periodistas de las cabeceras regionales del grupo Vocento. La coordinación general es de Carlos García Fernandez y Luigi Gómez Cerezo, que también han hecho la edición. La producción técnica es de Iñigo Martin Ciordia, el diseño sonoro y la mezcla es de Rodrigo Ortiz de Zárate y la dirección y producción ejecutiva de José Ángel Esteban.

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