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Fuera del Radar | Temporada 5

Las mil y una vidas de Silberius de Ura

¿Se puede ser inspector de ITV, creador de páginas web medievales, músico chamanico, organista de iglesia y recolector de campanas en una sola vida? Sí y su nombre es Silberius de Ura

Transcripción

FUERA DEL RADAR | LAS MIL Y UNA VIDAS DE SILBERIUS DE URA

CARLOS G. FERNÁNDEZ: ¿Qué tal? Bienvenidos y bienvenidas a nuestras historias.

CGF: Empezamos… perdidos en la niebla.

SONIDO VIENTO

CGF: Hoy vamos a hablar de la historia de un sonido, un sonido que sirve, o servía, para muchísimas cosas

SONIDO CAMPANA LEJANA

SILBERIUS: Hay un toque que es el toque para extraviados, que es cuando alguien se perdía en una niebla cerrada y en el pueblo se daban cuenta de que faltaba tocaban este toque para que a través de la niebla esa persona lo escuchase y supiese volver a la localidad.

CGF: Las campanas tienen, o tuvieron, un lenguaje complejísimo para quien supiera entenderlas. El toque de difuntos variaba ya se tratase de un hombre o una mujer, una persona pudiente o una pobre. Y esas son solo dos de las variables.

S: Cada uno de los monjes y monjas que viven en el monasterio, en el convento, tienen un toque. Y cuando esa campana toca con ese ritmo, con esa cadencia, sabe esa persona que le están llamando.

CGF: Nuestro protagonista, efectivamente, sabe mucho de campanas.

S: En este monasterio hay una campana romana gótica muy antigua que no he sabido descifrar. Me conmueve ese sonido. Un sonido profundo, ronco, que se queda dos o tres minutos sonando ahí en el campanario. Me gusta mucho esta.

CGF: Su nombre es Silverio, y este sonido, en nuestra historia, también es un recuerdo.

S: Yo de pequeño cuando estaba en Ura, en mi aldea, así recuerdo como con mucha ilusión el domingo cuando iba a misa a tocar las campanas.

CGF: Un recuerdo olvidado que volvió muchos años más tarde

S: Años después, un hombre en un pueblecito pequeño cerca de mi aldea, pues me empezó a hablar de la campana que había en el campanario de su iglesia. Tenía dos campanas, pero una para él era muy especial, que era la campana del tentenublo y hablaba de ese poder que tenía esa campana para deshacer las tormentas. Y a mí me dejó fascinado.

CGF: Una campana distinta de cualquier otra, capaz, además, de abrir el apetito de conocimiento, de inspirar un proyecto nuevo.

S: Y entonces me quedé así como: «Esto es un ritual mágico en la campana de la iglesia, que alucinante, no?» Y además que este hombre asegure que siempre se cumple: cada vez que tocan el toque del tentenublo las tormentas ya no llegan al pueblo, ¿no?

CGF: Así que Silverio decide hacerse, digamos, cazador de campanas.

S: El cura o el sacristán o la persona que custodia la iglesia en el pueblo normalmente están encantados de que alguien preste atención a esto y les parece que es un proyecto serio. O sea que no voy allí a robarle las campanas.

CGF: Una a una, por toda España. Graba el sonido, les hace fotos.

S: Para mí esto es como una experiencia muy muy mágica, muy bonita. Yo creo que cualquier persona que le ofrezcan subir a un campanario… pues yo creo que nadie diría: «No, no me interesa». O sea, solo por la curiosidad de subir, de meterte… Todo son escaleras de caracol que suben para arriba, en algunos lugares el acceso a los campanarios requiere pasar por agujeros, cruzar por encima de las bóvedas de la iglesia. Es como que te metes ahí en la novela del 'Nombre de la rosa', ¿no?

CGF: Y vierte toda esa información en una web que ha programado. Se llama Tantalán, y con ayuda de algunos colaboradores desinteresados, contiene ya 1200 campanas, con sus sonidos, sus fotos, y su información. Vuelve a haber personas que tocan, manualmente, una a una, las campanas.

S: Ahora lo que ocurre es que al morirse los campaneros pues se reemplaza el campanero con un ordenador, un ordenador con electro mazos que golpean las campanas y tú ahí programas el toque.

CGF: Algunos vecinos le oyen tocar y se extrañan, no entienden qué está pasando.

S: En algunos pueblos, me ha pasado que el cura, antes de reunirse conmigo y subir al campanario, ha enviado un WhatsApp a todos sus feligreses diciéndoles: «No os asustéis, vamos a grabar», para prevenirles.

CGF: Es una paradoja comunicativa

S: Envía el WhatsApp, que es como el sustituto de los toques de campana, envía el WhatsApp para decir: «Bueno, vamos a tocar las campanas, pero no hagáis caso». Las dos tecnologías de la comunicación, la antigua y la moderna, advirtiéndo la una sobre la otra.

CGF: Pasado y presente entrelazándose. Eso tiene mucho que ver con nuestro protagonista, un hombre de barba blanca, mirada calmada y sonrisa fácil y grande. Cualquiera se conformaría con una sola pasión como esta, recopilar campanas por el mundo. Pero Silverio no. Silverio tiene muchas vidas. Silverio también es Silberius de Ura, y también es Neonymus. Ha tenido mil profesiones, ha dado muchas vueltas y se ha liberado de muchos lastres, para llegar a ser quien tenía que ser.

CABECERA. FUERA DEL RADAR. EN ESTE EPISODIO: LAS MIL Y UNA VIDAS DE SILBERIUS DE URA

CGF: Hubo un largo camino hasta llegar a los campanarios. Silverio, el futuro Silberius, nació en noche de Reyes el año en que el hombre pisó la luna.

S: Nací un un domingo de luna llena. Toda mi vida aborrecí la luna llena, no sé si sería por eso. Me daba como mal rollo. Y mi abuela, creo que mi abuela paterna fue la que insistió en que me llamase Silverio porque mi abuelo, su marido, se llamaba Silverio.

CGF: El típico nombre de tradición familiar, su bisabuelo y tatarabuelo se llamaban también así.

S: Claro, yo cuando era así, más pequeño, pues no me hacía ninguna gracia lo del Silverio: «Uff, como que nombre tan horrible». Pero luego hay un momento al final de la adolescencia, donde supongo que cada uno buscamos ahí como nuestra identidad personal y descubrí que Silverio era como singular.

CGF: Nuestro protagonista, que sí es indudablemente singular, tiene unas raíces claras. Tras unos primeros años en Sondika, Vizcaya, pasó su infancia a caballo entre la ciudad de Burgos y la minúscula aldea de Ura, cerca de Covarrubias.

S: A mí me apasionaba ir a Ura. Es que era la libertad total, ¿no? estar todo el rato en contacto con la naturaleza y estar en la cama escuchando al búho real, cantar encima de mí en los riscos, encima de casa.

CGF: Era un paraje tremendamente austero, con una pequeña turbina que daba electricidad al pueblo durante dos horas al día.

S: Pero esta potencia eléctrica solo soportaba que en cada casa hubiese una bombilla encendida. Si encendías más de una el exterior de la casa había un chivato que sonaba: «Piii» avisando de que ese vecino estaba consumiendo más de lo que podía, o sea, porque no había recursos para todos.

CGF: Un lugar, de hecho, que siempre se reserva la posibilidad de ser aún más austero.

S: Pero hubo una crecida una vez y se estropeó la turbina y entonces volvimos a estar otros cuantos años sin electricidad, moviéndonos en casa con una vela o el carburero a oscuras.

CGF: Pero esa falta de estímulos, de lujos, potencia otras cosas.

S: Yo estaba todo el rato en el campo escribiendo. Me acuerdo que de joven escribía un montón. Historias, me inventaba historias y no sé dónde estarán ya esos papeles. Yo creo que ahí empezó mi introversión, ¿no?, porque yo no me recuerdo como un niño introvertido, pero luego sí, luego me recuerdo como una persona solitaria.

CGF: Sigue contando esta historia Luigi Gómez.

SONIDO ÓRGANO

LUIGI GÓMEZ: La ciudad, Burgos, también aportaba cosas que no había en Ura. Silverio entró en el conservatorio para aprender un instrumento muy poco común: órgano de iglesia.

S: Lo recuerdo con un cariño enorme. A veces me obligo un poco porque digo: «Jo, no puedo perder toda esta habilidad que tenía», pero vamos, la tengo súper perdida.

LG: Pero no fue su primera experiencia musical.

S: Siempre me ha gustado jugar con armonías cantando, ¿no? si el microondas estaba sonando, pues yo cantaba encima sobre esa nota o yo qué sé.

LG: Eso, por supuesto, en privado. Cantar en público era muy distinto.

S: Fíjate, yo me acuerdo que de pequeño en el colegio, me cogieron para el coro del colegio y yo abría la boca, pero no emitía sonido porque me daba mucha vergüenza.

LG: La vergüenza, el pudor, es otra de las claves para entender esta historia

S: Mira, yo desde pequeño siempre fui un tipo super pudoroso, lleno de prejuicios sobre mí mismo, yo qué sé, Me avergonzaba de mi cuerpo, de todo, ¿no? y claro, fueron muchos años después cuando pensé que todo eso no me estaba ayudando en nada.

LG: Los adultos de su alrededor, en lugar de aliviar esa losa que Silverio se había autoimpuesto, se dedicaron a añadirle peso.

S: Cuando yo estudiaba en EGB, todos estuvieron de acuerdo en que yo no servía para estudiar.

LG: Una sentencia precipitada, pero bastante frecuente en la época

S: Tiempo después pues tuve la oportunidad de saber que no es que yo fuese un tipo tonto, o sea que mi inteligencia iba por otro lado y que aquella sepultura que me habían intentado cavar pues que era bastante injusta conmigo.

LG: Comenzaron a organizarle el futuro.

S: Yo estaba súper perdido. Y entonces todos también estuvieron de acuerdo en: «Lo que tiene que hacer es estudiar Formación Profesional porque no sirve para estudiar». Un rollo de arquitectura, de ordenadores, de construir ordenadores y tal...

LG: Aunque no le apasionaban los circuitos, comenzó a interesarse por la programación, hablar con las máquinas. Años más tarde, esta pasión volvería. Pero todavía no.

S: Cuando yo termino de estudiar, yo trabajo de un montón de cosas, desde electricista en la fábrica de cerveza San Miguel, a arreglando máquinas de ITV por todo el país a no sé qué, y yo no quería hacer esos trabajos.

LG: Silverio se dejaba llevar por la vida que le había tocado. Era difícil remar a contracorriente.

S: Yo no quería hacer esos trabajos porque no me gustaban. O sea, sentía que yo no había nacido para esto. Pero no fui capaz de mover un dedo en ningún otro sentido.

LG: Pero, por supuesto, esto cambió. Y si Mahoma no va a la montaña, la montaña vendrá a Mahoma. La señal que Silverio esperaba le llegó a toda velocidad.

S: Y entonces, un día, haciendo una tirolina en Ura desde los riscos hasta la orilla del río, súper precaria, pues me estrellé a 80 kilómetros por hora contra el árbol en el que había atado la cuerda ahí a la orilla del río y me rompí la tibia en nueve trozos. Me fisuré la cadera. Bueno, fue un desastre. Unos esguinces en las muñecas, en los tobillos…

LG: Silverio había preparado la tirolina para varias personas, y, casi por fortuna, había sido el primero en probarla.

S: El 'pum' que se oyó, se oyó en todo el valle, a dos kilómetros de distancia.

LG: El golpe fue durísimo. El pronóstico, desalentador.

S: El traumatólogo entró ahí en la habitación del hospital, cojeando, así como el jorobado de Notre Dame diciéndome: «Así te vas a quedar, chaval, Así te vas a quedar. No vas a correr en tu puta vida». Yo me quedé acojonado, dije: «No puede ser, si yo soy un deportista, si estoy todo el rato en el monte». Fue horrible.

LG: Y tras una convalecencia muy larga y siete tornillos en la pierna, lo único que cambió realmente fue la mentalidad de Silverio. Y le ayudó algo que se puede usar desde la cama.

S: Es cuando descubrí para qué servía un ordenador eso que yo había estudiado cómo construir uno y cómo programar… descubrí el diseño, el diseño gráfico.

LG: Una nueva pasión. Complementaria a otra.

S: Construí una página web que era 'La abadía de Silverius', donde yo me presentaba como un monje que habitaba una abadía en mitad del bosque. Y bueno, algunas personas se creyeron que realmente era un monje. Me escribían para venir a ver mi abadía. Mi abadía era una página web en HTML.

LG: Un Internet incipiente, antes de Facebook y Youtube. Un hogar todavía utópico para la conexión entre iguales.

S: Hace 20 años, en el año 2000, monté una plataforma Celtiberia.net, que era una plataforma de gestión del conocimiento colectivo sobre prehistoria y protohistoria. Llegó a convertirse en el gran referente sobre esto. Se enseñaba en las universidades. Tenía 1 millón de usuarios únicos al año en esta plataforma.

LG: La temática venía de algo a lo que sí había prestado atención en la escuela.

S: Yo me acuerdo de muy pocas cosas de EGB, pero sí que me acuerdo del momento en el que aquel profesor de Historia habló del Homo neanderthalensis y del Australopithecus afarensis. O sea, eso… A lo mejor es que el profesor hablaba apasionadamente de aquello o algo reverbero dentro de mí que dije: «Ah, yo conecto con esto», ¿no?

LG: Silverio, ya Silberius, se formaba en programación y diseño gráfico de manera autodidacta. Empezó a encadenar pequeños encargos, hasta llegar a algo más grande.

S: Y al final pues acabé montando mi propio estudio de diseño gráfico y diseño web y me dediqué profesionalmente a ello durante 13 años o por ahí.

LG: Trece años en una nueva vida. Tras el accidente, trece años de duro trabajo con unos cuantos empleados contratados. Pero entonces, algo salta. Silverio vuelve a sentir la necesidad de un cambio.

S: Yo que sé. Cuando yo tenía esta empresa de diseño, claro, pues hubo temporadas muy buenas, pero hubo también temporadas malas pero entonces era mi vocación. O sea, yo creía en eso, me apasionaba, ¿no? Quiero decir, hay que apostar, hay que apostar por las cosas que te apasionan.

CARLOS G. FERNÁNDEZ: Para llegar a ese algo más hay que unir tres grandes temas de su vida: la música, la historia, y su tierra.

S: En Covarrubias, hay enterrada una princesa medieval noruega, Kristina Håkonsdatteren. Y cada año, en octubre, hay un fin de semana en el que vienen músicos noruegos.

CGF: A veces la inspiración está donde menos se espera

S: Y un día vino una chica, Mary Kay Grunwald, que hacía jazz vocal. O sea, ella se sentó en el suelo del escenario y tenía un Loop station y empezó a cantar así pues jazz y me quedé alucinado. Entonces me fui allí a fotografiar sus equipos para comprármelos y experimentar.

CGF: La idea le rondaba desde hacía mucho tiempo. Un proyecto musical unipersonal.

S: Pensé: «Bueno, sí, en el público, en el oyente, quiero provocar unas emociones que no ha sentido nunca pues le tengo que ofrecer una música que no he escuchado nunca». O sea, me tengo que inventar un nuevo lenguaje musical. Yo y como siempre, mis objetivos, así, humildes.

CGF: Silverio decide cerrar la empresa. Despide a todos los empleados, paga sus finiquitos y se prepara para su siguiente salto.

S: Y bueno, la gente me decía: «Bueno, sí, esto es muy bonito, pero nadie va a aguantar una hora escuchando esto. Para un rato, está bien»… Y yo pensaba: «Jo, estoy desarrollando mi proyecto vital de futuro. O sea, voy a dejarlo todo, voy a cerrar mi estudio por esto que estoy construyendo. ¿Será verdad esto que nadie va aguantar una hora?

CGF: Decidió llamar al proyecto Neonymus, mezclando el latín, el inglés y el noruego. Surgió la oportunidad: el primer concierto. La prueba de fuego.

S: Cuando me surgió la primera oportunidad de hacer un concierto con público yo aterrorizado. A lo mejor es verdad que se aburre o miran el reloj o no les conmueve como a mí me conmueve esta música, ¿no?

CGF: Enseguida volvemos.

PAUSA

CGF: Silverio se prepara para convertirse en Silberius subido él solo a un escenario. Comienza a cantar. Busca un sonido nuevo. Una hora después, se hace el silencio. Toca esperar la respuesta del público, el resultado de la gran apuesta.

SILBERIUS: Y que va. Lo que ocurrió fue eso. Realmente uno se quedó ahí alucinado, no aplaudía nadie porque: «¿Cómo vamos a aplaudir después de esto». Y fue tan bonito. O sea, para mí fue como el espaldarazo de decir: «Pues sí, chaval, este es el camino…» Entonces ya sí que a saco con ello, claro.

CGF: Sigue contando esta historia, Luigi Gómez

LUIGI GÓMEZ: El chaval que antes no se atrevía a cantar en el coro, ahora canta con su voz multiplicada varias veces. Silberius utiliza una loop station, una máquina capaz de grabar bucles de sonido.

S: Lo repite en bucle, en un bucle. Si lo vuelvo a pulsar ese pedal puedo grabar como otra capa de sonido encima que se superpone con la primera que he grabado y así voy construyendo pues eso, como una polifonía, un montón de voces que claro, se están repitiendo todo el rato. Entonces es verdad que da un rollo como de mantra, ¿no? de repetición.

LG: En su polifonía vocal, es raro que pronuncie palabras inteligibles.

S: Esto está hecho adrede. Yo creo que la música es el mayor transmisor emocional que tiene el ser humano por encima de cualquier otra de las artes.

LG: Y también puede modular su voz, hacer que parezca la de otra persona.

S: Utilizo mucho, muchas voces femeninas, ¿no? que es mi voz octavada. Una 8.ª hacia arriba que me inspira mucho cantar así.

LG: El salto funcionó, y no solo porque ahora fuese cantante. Funcionó especialmente a un nivel que él no esperaba.

S: Y aquí es donde comienza esta liberación de mis pudores y mis prejuicios.

LG: Poco a poco, comenzando por las cosas más pequeñas

S: Es algo que he contado algunas veces: cuando iba a la playa yo escondía mis pies debajo de la arena porque me avergonzaban los dedos gordos de mis pies, me parecían que eran demasiado gordos. Y entonces, un día, con esto de Neonymus, decidí que iba a hacer ese concierto descalzo porque me apetecía terriblemente hacerlo descalzo. Pero digo: «Es que mis pies…» y a nadie le importaron mis pies.

LG: Y fue transformándose, más y más.

S: Y otro día decidí que me iba a poner una camiseta sin mangas. Digo: «Pero ni que yo fuese aquí Conan el Bárbaro…» A nadie le importó mis bracitos y entonces empecé a liberarme de todos esos pudores y me di cuenta de lo feliz que yo era. Y que además era un artista en el escenario, con todas las licencias que se le permiten al artista.

LG: Pero ya era algo más que un artista.

S: Y entonces es verdad, pues empecé a entender que no estaba haciendo un concierto, o sea que era un oficiante celebrando un rito con mis músicas. Neonymus pues se viste así con faldas y las barbas y el pelo, así como un loco pero porque me hace feliz.Yo es que iría así. De hecho, en el pueblo a veces iba así a tomarme el café o a comprar el pan con las faldas y ya nadie del pueblo se escandalizaba al verme así, ¿no? Es como, bah, si este, ¿no?

LG: Una sensación de libertad completamente nueva

S: Hubo algunas personas que al principio me dijeron que mi personaje me estaba devorando y cuando en realidad era lo contrario. El rollo de Neonymus y las artes escénicas me estaban permitiendo liberarme de una serie de pudores y prejuicios sobre mí mismo que me hacían infeliz.

LG: Una libertad que llegó a manifestarse de muchas más formas

S: Entonces, claro, a partir de ahí es cuando empecé a hacerme también, autorretratos en la naturaleza desnudo, tumbado en un dolmen, en un árbol. Y bueno, esto hubiera sido impensable cuatro años antes.

LG: Y a través de las redes sociales encontró un pequeño culto que le animaba a seguir retratando y mostrando esa vida natural y primitiva. Hasta llegar a límites insospechados.

S: Un día estaba en Burgos, en un supermercado, comprando y veo que vino un hombre muy alto que se pone a mi lado. Me mira, saca el móvil, mira el móvil, me mira, mira el móvil, me mira y me dice: «Usted es Neonymus» Y digo: «Sí». «Pues qué decepción encontrarlo aquí». Y se fue super cabreado y dije: «No sé. O sea, igual se piensa realmente que yo me alimento royendo el musgo de las rocas, pero no, claro».

LG: Silberius siempre está entre dos mundos. Campo y ciudad, prehistoria y electrónica. También se debate entre un lado más oscuro…

S: Yo creo que tengo como dos vidas: porque quiero decir que también tengo una vida con preocupaciones y sí hay veces que me siento al borde de una depresión profunda y lo digo así por factores que me afectan.

LG: Y otro luminoso.

S: Pero luego tengo esta otra vida de la expresión artística, ¿no? que fíjate a la que no hubiera llegado: lo primero si no me rompo la tibia y lo segundo si no hubiera cerrado mi estudio de diseño con empleados y todo para dedicarme a esto.

CARLOS G. FERNÁNDEZ: El proyecto musical de Silberius va viento en popa. Además de publicar cinco discos, ha dado decenas de conciertos en muchos lugares de España, y está terriblemente agradecido.

S: Siempre estoy haciendo cosas, conciertos, actuaciones con unos artistas increíbles y me pagan por hacerlo. Esto nunca en mi vida ha sido así, ¿no? Entonces me siento muy afortunado y es como digo: «Jo tio, gracias por haber sido tan valiente en aquel momento y haber apostado por esto».

CGF: Todo esto da sus frutos, como pudimos comprobar yendo a uno de sus conciertos.

FANS: Tiene unos cambios y unos tonos de voz y unas… impresionantes. Muy curioso, en realidad, todo. Todo el tema polifónico me ha gustado mucho. De hecho yo me he quedado con dudas de: «Joé, ¿cómo hará? Bueno, como que hay algo de la música que te atraviesa, ¿no? de alguna manera se apodera de ti también y entras en el trance a través de la música. Tiene mucha vibración, mucha vibración y eso me ha gustado mucho a mí.

CGF: Con esa sonrisa grande, con esos abrazos largos, Silberius hace que lo complejo parezca tremendamente sencillo.

S: Si me atreví a dar un consejo sería: no te olvides de ti. O sea, eso es lo más importante. No te olvides de ti. Apuesta por tu talento. No lo aparques. No lo menosprecies.

CGF: Silberius pasa ahora la vida dando conciertos y, no lo olvidemos, desde hace poco, también visitando campanarios.

S: Pero mira, por ejemplo, el yugo de esta está más deteriorado. No sé si es que esto da al norte y le afecta más la lluvia o si es que no está restaurado.

CGF: También le acompañamos a uno de ellos…

S: Mira esta es más pequeña. Este es un 'esquilín' muy pequeñita. Esta sonará muy aguda. Esta no tiene electro mazo...

CGF: Siempre pensando en cómo innovar en sus espectáculos, en sus webs

S: Porque luego en la web tú puedes elegir una serie de campanas para tocar con el teclado como si fuese un piano pero con el sonido de campanas.

CGF: Conectando pasado y presente, orgánico y tecnológico. Hablando tanto con los antiguos campaneros…

CAMPANERO: Si es una mujer se dan tres. Uno, dos y tres, antes de empezar…

CGF: …como con los ordenadores.

CGF: Hasta aquí. Muchas gracias a Silverio por prestarnos su música y contarnos su historia, a Luigi Gómez por narrarla, y a José Guerrero por ponernos sobre la pista del chamán de las campanas. Esta ha sido una más de nuestras historias de Fuera del Radar, el podcast de periodismo narrativo que se mueve más allá de la noticia. Mi nombre es Carlos G. Fernández. Gracias por escuchar.

Jueves, 30 de mayo 2024, 00:18

Esta es una historia sobre el pudor y la vergüenza. Una historia sobre como estas emociones pueden alejarte de las cosas que verdaderamente te gustaría elegir en la vida. Esta historia es también un grito a la libertad, un llamamiento a satisfacer tus sueños aunque esto implique abandonar el camino que han dejado fijado para ti. Así lo hizo, Silverio. O tal vez, tengamos que referirnos más bien a Silberius de Ura, ya que Silverio era tan solo el nombre de quién todavía no lo había dejado todo para abrazar su destino: convertirse en un chamán, un oficiante de ceremonias, un músico místico, un perseguidor del sonido de las campanas, un tipo irrepetible.

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Créditos

  • Una historia de Carlos G. Fernández y José Antonio Guerrero

  • Coordinación y edición Luigi Gómez y Carlos G. Fernández

  • Producción técnica Íñigo Martín Ciordia

  • Diseño sonoro y mezcla Rodrigo Ortiz de Zárate

  • Ilustraciones Raúl Canales

  • Dirección y producción ejecutiva José Ángel Esteban

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Las mil y una vidas de Silberius de Ura

FUERA DEL RADAR | LAS MIL Y UNA VIDAS DE SILBERIUS DE URA
CARLOS G. FERNÁNDEZ: ¿Qué tal? Bienvenidos y bienvenidas a nuestras historias.
CGF: Empezamos… perdidos en la niebla.
SONIDO VIENTO
CGF: Hoy vamos a hablar de la historia de un sonido, un sonido que sirve, o servía, para muchísimas cosas
SONIDO CAMPANA LEJANA
SILBERIUS: Hay un toque que es el toque para extraviados, que es cuando alguien se perdía en una niebla cerrada y en el pueblo se daban cuenta de que faltaba tocaban este toque para que a través de la niebla esa persona lo escuchase y supiese volver a la localidad.
CGF: Las campanas tienen, o tuvieron, un lenguaje complejísimo para quien supiera entenderlas. El toque de difuntos variaba ya se tratase de un hombre o una mujer, una persona pudiente o una pobre. Y esas son solo dos de las variables.
S: Cada uno de los monjes y monjas que viven en el monasterio, en el convento, tienen un toque. Y cuando esa campana toca con ese ritmo, con esa cadencia, sabe esa persona que le están llamando.
CGF: Nuestro protagonista, efectivamente, sabe mucho de campanas.
S: En este monasterio hay una campana romana gótica muy antigua que no he sabido descifrar. Me conmueve ese sonido. Un sonido profundo, ronco, que se queda dos o tres minutos sonando ahí en el campanario. Me gusta mucho esta.
CGF: Su nombre es Silverio, y este sonido, en nuestra historia, también es un recuerdo.
S: Yo de pequeño cuando estaba en Ura, en mi aldea, así recuerdo como con mucha ilusión el domingo cuando iba a misa a tocar las campanas.
CGF: Un recuerdo olvidado que volvió muchos años más tarde
S: Años después, un hombre en un pueblecito pequeño cerca de mi aldea, pues me empezó a hablar de la campana que había en el campanario de su iglesia. Tenía dos campanas, pero una para él era muy especial, que era la campana del tentenublo y hablaba de ese poder que tenía esa campana para deshacer las tormentas. Y a mí me dejó fascinado.
CGF: Una campana distinta de cualquier otra, capaz, además, de abrir el apetito de conocimiento, de inspirar un proyecto nuevo.
S: Y entonces me quedé así como: «Esto es un ritual mágico en la campana de la iglesia, que alucinante, no?» Y además que este hombre asegure que siempre se cumple: cada vez que tocan el toque del tentenublo las tormentas ya no llegan al pueblo, ¿no?
CGF: Así que Silverio decide hacerse, digamos, cazador de campanas.
S: El cura o el sacristán o la persona que custodia la iglesia en el pueblo normalmente están encantados de que alguien preste atención a esto y les parece que es un proyecto serio. O sea que no voy allí a robarle las campanas.
CGF: Una a una, por toda España. Graba el sonido, les hace fotos.
S: Para mí esto es como una experiencia muy muy mágica, muy bonita. Yo creo que cualquier persona que le ofrezcan subir a un campanario… pues yo creo que nadie diría: «No, no me interesa». O sea, solo por la curiosidad de subir, de meterte… Todo son escaleras de caracol que suben para arriba, en algunos lugares el acceso a los campanarios requiere pasar por agujeros, cruzar por encima de las bóvedas de la iglesia. Es como que te metes ahí en la novela del 'Nombre de la rosa', ¿no?
CGF: Y vierte toda esa información en una web que ha programado. Se llama Tantalán, y con ayuda de algunos colaboradores desinteresados, contiene ya 1200 campanas, con sus sonidos, sus fotos, y su información. Vuelve a haber personas que tocan, manualmente, una a una, las campanas.
S: Ahora lo que ocurre es que al morirse los campaneros pues se reemplaza el campanero con un ordenador, un ordenador con electro mazos que golpean las campanas y tú ahí programas el toque.
CGF: Algunos vecinos le oyen tocar y se extrañan, no entienden qué está pasando.
S: En algunos pueblos, me ha pasado que el cura, antes de reunirse conmigo y subir al campanario, ha enviado un WhatsApp a todos sus feligreses diciéndoles: «No os asustéis, vamos a grabar», para prevenirles.
CGF: Es una paradoja comunicativa
S: Envía el WhatsApp, que es como el sustituto de los toques de campana, envía el WhatsApp para decir: «Bueno, vamos a tocar las campanas, pero no hagáis caso». Las dos tecnologías de la comunicación, la antigua y la moderna, advirtiéndo la una sobre la otra.
CGF: Pasado y presente entrelazándose. Eso tiene mucho que ver con nuestro protagonista, un hombre de barba blanca, mirada calmada y sonrisa fácil y grande. Cualquiera se conformaría con una sola pasión como esta, recopilar campanas por el mundo. Pero Silverio no. Silverio tiene muchas vidas. Silverio también es Silberius de Ura, y también es Neonymus. Ha tenido mil profesiones, ha dado muchas vueltas y se ha liberado de muchos lastres, para llegar a ser quien tenía que ser.
CABECERA. FUERA DEL RADAR. EN ESTE EPISODIO: LAS MIL Y UNA VIDAS DE SILBERIUS DE URA
CGF: Hubo un largo camino hasta llegar a los campanarios. Silverio, el futuro Silberius, nació en noche de Reyes el año en que el hombre pisó la luna.
S: Nací un un domingo de luna llena. Toda mi vida aborrecí la luna llena, no sé si sería por eso. Me daba como mal rollo. Y mi abuela, creo que mi abuela paterna fue la que insistió en que me llamase Silverio porque mi abuelo, su marido, se llamaba Silverio.
CGF: El típico nombre de tradición familiar, su bisabuelo y tatarabuelo se llamaban también así.
S: Claro, yo cuando era así, más pequeño, pues no me hacía ninguna gracia lo del Silverio: «Uff, como que nombre tan horrible». Pero luego hay un momento al final de la adolescencia, donde supongo que cada uno buscamos ahí como nuestra identidad personal y descubrí que Silverio era como singular.
CGF: Nuestro protagonista, que sí es indudablemente singular, tiene unas raíces claras. Tras unos primeros años en Sondika, Vizcaya, pasó su infancia a caballo entre la ciudad de Burgos y la minúscula aldea de Ura, cerca de Covarrubias.
S: A mí me apasionaba ir a Ura. Es que era la libertad total, ¿no? estar todo el rato en contacto con la naturaleza y estar en la cama escuchando al búho real, cantar encima de mí en los riscos, encima de casa.
CGF: Era un paraje tremendamente austero, con una pequeña turbina que daba electricidad al pueblo durante dos horas al día.
S: Pero esta potencia eléctrica solo soportaba que en cada casa hubiese una bombilla encendida. Si encendías más de una el exterior de la casa había un chivato que sonaba: «Piii» avisando de que ese vecino estaba consumiendo más de lo que podía, o sea, porque no había recursos para todos.
CGF: Un lugar, de hecho, que siempre se reserva la posibilidad de ser aún más austero.
S: Pero hubo una crecida una vez y se estropeó la turbina y entonces volvimos a estar otros cuantos años sin electricidad, moviéndonos en casa con una vela o el carburero a oscuras.
CGF: Pero esa falta de estímulos, de lujos, potencia otras cosas.
S: Yo estaba todo el rato en el campo escribiendo. Me acuerdo que de joven escribía un montón. Historias, me inventaba historias y no sé dónde estarán ya esos papeles. Yo creo que ahí empezó mi introversión, ¿no?, porque yo no me recuerdo como un niño introvertido, pero luego sí, luego me recuerdo como una persona solitaria.
CGF: Sigue contando esta historia Luigi Gómez.
SONIDO ÓRGANO
LUIGI GÓMEZ: La ciudad, Burgos, también aportaba cosas que no había en Ura. Silverio entró en el conservatorio para aprender un instrumento muy poco común: órgano de iglesia.
S: Lo recuerdo con un cariño enorme. A veces me obligo un poco porque digo: «Jo, no puedo perder toda esta habilidad que tenía», pero vamos, la tengo súper perdida.
LG: Pero no fue su primera experiencia musical.
S: Siempre me ha gustado jugar con armonías cantando, ¿no? si el microondas estaba sonando, pues yo cantaba encima sobre esa nota o yo qué sé.
LG: Eso, por supuesto, en privado. Cantar en público era muy distinto.
S: Fíjate, yo me acuerdo que de pequeño en el colegio, me cogieron para el coro del colegio y yo abría la boca, pero no emitía sonido porque me daba mucha vergüenza.
LG: La vergüenza, el pudor, es otra de las claves para entender esta historia
S: Mira, yo desde pequeño siempre fui un tipo super pudoroso, lleno de prejuicios sobre mí mismo, yo qué sé, Me avergonzaba de mi cuerpo, de todo, ¿no? y claro, fueron muchos años después cuando pensé que todo eso no me estaba ayudando en nada.
LG: Los adultos de su alrededor, en lugar de aliviar esa losa que Silverio se había autoimpuesto, se dedicaron a añadirle peso.
S: Cuando yo estudiaba en EGB, todos estuvieron de acuerdo en que yo no servía para estudiar.
LG: Una sentencia precipitada, pero bastante frecuente en la época
S: Tiempo después pues tuve la oportunidad de saber que no es que yo fuese un tipo tonto, o sea que mi inteligencia iba por otro lado y que aquella sepultura que me habían intentado cavar pues que era bastante injusta conmigo.
LG: Comenzaron a organizarle el futuro.
S: Yo estaba súper perdido. Y entonces todos también estuvieron de acuerdo en: «Lo que tiene que hacer es estudiar Formación Profesional porque no sirve para estudiar». Un rollo de arquitectura, de ordenadores, de construir ordenadores y tal...
LG: Aunque no le apasionaban los circuitos, comenzó a interesarse por la programación, hablar con las máquinas. Años más tarde, esta pasión volvería. Pero todavía no.
S: Cuando yo termino de estudiar, yo trabajo de un montón de cosas, desde electricista en la fábrica de cerveza San Miguel, a arreglando máquinas de ITV por todo el país a no sé qué, y yo no quería hacer esos trabajos.
LG: Silverio se dejaba llevar por la vida que le había tocado. Era difícil remar a contracorriente.
S: Yo no quería hacer esos trabajos porque no me gustaban. O sea, sentía que yo no había nacido para esto. Pero no fui capaz de mover un dedo en ningún otro sentido.
LG: Pero, por supuesto, esto cambió. Y si Mahoma no va a la montaña, la montaña vendrá a Mahoma. La señal que Silverio esperaba le llegó a toda velocidad.
S: Y entonces, un día, haciendo una tirolina en Ura desde los riscos hasta la orilla del río, súper precaria, pues me estrellé a 80 kilómetros por hora contra el árbol en el que había atado la cuerda ahí a la orilla del río y me rompí la tibia en nueve trozos. Me fisuré la cadera. Bueno, fue un desastre. Unos esguinces en las muñecas, en los tobillos…
LG: Silverio había preparado la tirolina para varias personas, y, casi por fortuna, había sido el primero en probarla.
S: El 'pum' que se oyó, se oyó en todo el valle, a dos kilómetros de distancia.
LG: El golpe fue durísimo. El pronóstico, desalentador.
S: El traumatólogo entró ahí en la habitación del hospital, cojeando, así como el jorobado de Notre Dame diciéndome: «Así te vas a quedar, chaval, Así te vas a quedar. No vas a correr en tu puta vida». Yo me quedé acojonado, dije: «No puede ser, si yo soy un deportista, si estoy todo el rato en el monte». Fue horrible.
LG: Y tras una convalecencia muy larga y siete tornillos en la pierna, lo único que cambió realmente fue la mentalidad de Silverio. Y le ayudó algo que se puede usar desde la cama.
S: Es cuando descubrí para qué servía un ordenador eso que yo había estudiado cómo construir uno y cómo programar… descubrí el diseño, el diseño gráfico.
LG: Una nueva pasión. Complementaria a otra.
S: Construí una página web que era 'La abadía de Silverius', donde yo me presentaba como un monje que habitaba una abadía en mitad del bosque. Y bueno, algunas personas se creyeron que realmente era un monje. Me escribían para venir a ver mi abadía. Mi abadía era una página web en HTML.
LG: Un Internet incipiente, antes de Facebook y Youtube. Un hogar todavía utópico para la conexión entre iguales.
S: Hace 20 años, en el año 2000, monté una plataforma Celtiberia.net, que era una plataforma de gestión del conocimiento colectivo sobre prehistoria y protohistoria. Llegó a convertirse en el gran referente sobre esto. Se enseñaba en las universidades. Tenía 1 millón de usuarios únicos al año en esta plataforma.
LG: La temática venía de algo a lo que sí había prestado atención en la escuela.
S: Yo me acuerdo de muy pocas cosas de EGB, pero sí que me acuerdo del momento en el que aquel profesor de Historia habló del Homo neanderthalensis y del Australopithecus afarensis. O sea, eso… A lo mejor es que el profesor hablaba apasionadamente de aquello o algo reverbero dentro de mí que dije: «Ah, yo conecto con esto», ¿no?
LG: Silverio, ya Silberius, se formaba en programación y diseño gráfico de manera autodidacta. Empezó a encadenar pequeños encargos, hasta llegar a algo más grande.
S: Y al final pues acabé montando mi propio estudio de diseño gráfico y diseño web y me dediqué profesionalmente a ello durante 13 años o por ahí.
LG: Trece años en una nueva vida. Tras el accidente, trece años de duro trabajo con unos cuantos empleados contratados. Pero entonces, algo salta. Silverio vuelve a sentir la necesidad de un cambio.
S: Yo que sé. Cuando yo tenía esta empresa de diseño, claro, pues hubo temporadas muy buenas, pero hubo también temporadas malas pero entonces era mi vocación. O sea, yo creía en eso, me apasionaba, ¿no? Quiero decir, hay que apostar, hay que apostar por las cosas que te apasionan.
CARLOS G. FERNÁNDEZ: Para llegar a ese algo más hay que unir tres grandes temas de su vida: la música, la historia, y su tierra.
S: En Covarrubias, hay enterrada una princesa medieval noruega, Kristina Håkonsdatteren. Y cada año, en octubre, hay un fin de semana en el que vienen músicos noruegos.
CGF: A veces la inspiración está donde menos se espera
S: Y un día vino una chica, Mary Kay Grunwald, que hacía jazz vocal. O sea, ella se sentó en el suelo del escenario y tenía un Loop station y empezó a cantar así pues jazz y me quedé alucinado. Entonces me fui allí a fotografiar sus equipos para comprármelos y experimentar.
CGF: La idea le rondaba desde hacía mucho tiempo. Un proyecto musical unipersonal.
S: Pensé: «Bueno, sí, en el público, en el oyente, quiero provocar unas emociones que no ha sentido nunca pues le tengo que ofrecer una música que no he escuchado nunca». O sea, me tengo que inventar un nuevo lenguaje musical. Yo y como siempre, mis objetivos, así, humildes.
CGF: Silverio decide cerrar la empresa. Despide a todos los empleados, paga sus finiquitos y se prepara para su siguiente salto.
S: Y bueno, la gente me decía: «Bueno, sí, esto es muy bonito, pero nadie va a aguantar una hora escuchando esto. Para un rato, está bien»… Y yo pensaba: «Jo, estoy desarrollando mi proyecto vital de futuro. O sea, voy a dejarlo todo, voy a cerrar mi estudio por esto que estoy construyendo. ¿Será verdad esto que nadie va aguantar una hora?
CGF: Decidió llamar al proyecto Neonymus, mezclando el latín, el inglés y el noruego. Surgió la oportunidad: el primer concierto. La prueba de fuego.
S: Cuando me surgió la primera oportunidad de hacer un concierto con público yo aterrorizado. A lo mejor es verdad que se aburre o miran el reloj o no les conmueve como a mí me conmueve esta música, ¿no?
CGF: Enseguida volvemos.
PAUSA
CGF: Silverio se prepara para convertirse en Silberius subido él solo a un escenario. Comienza a cantar. Busca un sonido nuevo. Una hora después, se hace el silencio. Toca esperar la respuesta del público, el resultado de la gran apuesta.
SILBERIUS: Y que va. Lo que ocurrió fue eso. Realmente uno se quedó ahí alucinado, no aplaudía nadie porque: «¿Cómo vamos a aplaudir después de esto». Y fue tan bonito. O sea, para mí fue como el espaldarazo de decir: «Pues sí, chaval, este es el camino…» Entonces ya sí que a saco con ello, claro.
CGF: Sigue contando esta historia, Luigi Gómez
LUIGI GÓMEZ: El chaval que antes no se atrevía a cantar en el coro, ahora canta con su voz multiplicada varias veces. Silberius utiliza una loop station, una máquina capaz de grabar bucles de sonido.
S: Lo repite en bucle, en un bucle. Si lo vuelvo a pulsar ese pedal puedo grabar como otra capa de sonido encima que se superpone con la primera que he grabado y así voy construyendo pues eso, como una polifonía, un montón de voces que claro, se están repitiendo todo el rato. Entonces es verdad que da un rollo como de mantra, ¿no? de repetición.
LG: En su polifonía vocal, es raro que pronuncie palabras inteligibles.
S: Esto está hecho adrede. Yo creo que la música es el mayor transmisor emocional que tiene el ser humano por encima de cualquier otra de las artes.
LG: Y también puede modular su voz, hacer que parezca la de otra persona.
S: Utilizo mucho, muchas voces femeninas, ¿no? que es mi voz octavada. Una 8.ª hacia arriba que me inspira mucho cantar así.
LG: El salto funcionó, y no solo porque ahora fuese cantante. Funcionó especialmente a un nivel que él no esperaba.
S: Y aquí es donde comienza esta liberación de mis pudores y mis prejuicios.
LG: Poco a poco, comenzando por las cosas más pequeñas
S: Es algo que he contado algunas veces: cuando iba a la playa yo escondía mis pies debajo de la arena porque me avergonzaban los dedos gordos de mis pies, me parecían que eran demasiado gordos. Y entonces, un día, con esto de Neonymus, decidí que iba a hacer ese concierto descalzo porque me apetecía terriblemente hacerlo descalzo. Pero digo: «Es que mis pies…» y a nadie le importaron mis pies.
LG: Y fue transformándose, más y más.
S: Y otro día decidí que me iba a poner una camiseta sin mangas. Digo: «Pero ni que yo fuese aquí Conan el Bárbaro…» A nadie le importó mis bracitos y entonces empecé a liberarme de todos esos pudores y me di cuenta de lo feliz que yo era. Y que además era un artista en el escenario, con todas las licencias que se le permiten al artista.
LG: Pero ya era algo más que un artista.
S: Y entonces es verdad, pues empecé a entender que no estaba haciendo un concierto, o sea que era un oficiante celebrando un rito con mis músicas. Neonymus pues se viste así con faldas y las barbas y el pelo, así como un loco pero porque me hace feliz.Yo es que iría así. De hecho, en el pueblo a veces iba así a tomarme el café o a comprar el pan con las faldas y ya nadie del pueblo se escandalizaba al verme así, ¿no? Es como, bah, si este, ¿no?
LG: Una sensación de libertad completamente nueva
S: Hubo algunas personas que al principio me dijeron que mi personaje me estaba devorando y cuando en realidad era lo contrario. El rollo de Neonymus y las artes escénicas me estaban permitiendo liberarme de una serie de pudores y prejuicios sobre mí mismo que me hacían infeliz.
LG: Una libertad que llegó a manifestarse de muchas más formas
S: Entonces, claro, a partir de ahí es cuando empecé a hacerme también, autorretratos en la naturaleza desnudo, tumbado en un dolmen, en un árbol. Y bueno, esto hubiera sido impensable cuatro años antes.
LG: Y a través de las redes sociales encontró un pequeño culto que le animaba a seguir retratando y mostrando esa vida natural y primitiva. Hasta llegar a límites insospechados.
S: Un día estaba en Burgos, en un supermercado, comprando y veo que vino un hombre muy alto que se pone a mi lado. Me mira, saca el móvil, mira el móvil, me mira, mira el móvil, me mira y me dice: «Usted es Neonymus» Y digo: «Sí». «Pues qué decepción encontrarlo aquí». Y se fue super cabreado y dije: «No sé. O sea, igual se piensa realmente que yo me alimento royendo el musgo de las rocas, pero no, claro».
LG: Silberius siempre está entre dos mundos. Campo y ciudad, prehistoria y electrónica. También se debate entre un lado más oscuro…
S: Yo creo que tengo como dos vidas: porque quiero decir que también tengo una vida con preocupaciones y sí hay veces que me siento al borde de una depresión profunda y lo digo así por factores que me afectan.
LG: Y otro luminoso.
S: Pero luego tengo esta otra vida de la expresión artística, ¿no? que fíjate a la que no hubiera llegado: lo primero si no me rompo la tibia y lo segundo si no hubiera cerrado mi estudio de diseño con empleados y todo para dedicarme a esto.
CARLOS G. FERNÁNDEZ: El proyecto musical de Silberius va viento en popa. Además de publicar cinco discos, ha dado decenas de conciertos en muchos lugares de España, y está terriblemente agradecido.
S: Siempre estoy haciendo cosas, conciertos, actuaciones con unos artistas increíbles y me pagan por hacerlo. Esto nunca en mi vida ha sido así, ¿no? Entonces me siento muy afortunado y es como digo: «Jo tio, gracias por haber sido tan valiente en aquel momento y haber apostado por esto».
CGF: Todo esto da sus frutos, como pudimos comprobar yendo a uno de sus conciertos.
FANS: Tiene unos cambios y unos tonos de voz y unas… impresionantes. Muy curioso, en realidad, todo. Todo el tema polifónico me ha gustado mucho. De hecho yo me he quedado con dudas de: «Joé, ¿cómo hará? Bueno, como que hay algo de la música que te atraviesa, ¿no? de alguna manera se apodera de ti también y entras en el trance a través de la música. Tiene mucha vibración, mucha vibración y eso me ha gustado mucho a mí.
CGF: Con esa sonrisa grande, con esos abrazos largos, Silberius hace que lo complejo parezca tremendamente sencillo.
S: Si me atreví a dar un consejo sería: no te olvides de ti. O sea, eso es lo más importante. No te olvides de ti. Apuesta por tu talento. No lo aparques. No lo menosprecies.
CGF: Silberius pasa ahora la vida dando conciertos y, no lo olvidemos, desde hace poco, también visitando campanarios.
S: Pero mira, por ejemplo, el yugo de esta está más deteriorado. No sé si es que esto da al norte y le afecta más la lluvia o si es que no está restaurado.
CGF: También le acompañamos a uno de ellos…
S: Mira esta es más pequeña. Este es un 'esquilín' muy pequeñita. Esta sonará muy aguda. Esta no tiene electro mazo...
CGF: Siempre pensando en cómo innovar en sus espectáculos, en sus webs
S: Porque luego en la web tú puedes elegir una serie de campanas para tocar con el teclado como si fuese un piano pero con el sonido de campanas.
CGF: Conectando pasado y presente, orgánico y tecnológico. Hablando tanto con los antiguos campaneros…
CAMPANERO: Si es una mujer se dan tres. Uno, dos y tres, antes de empezar…
CGF: …como con los ordenadores.
CGF: Hasta aquí. Muchas gracias a Silverio por prestarnos su música y contarnos su historia, a Luigi Gómez por narrarla, y a José Guerrero por ponernos sobre la pista del chamán de las campanas. Esta ha sido una más de nuestras historias de Fuera del Radar, el podcast de periodismo narrativo que se mueve más allá de la noticia. Mi nombre es Carlos G. Fernández. Gracias por escuchar.
LUIGI GÓMEZ: Fuera del Radar es un podcast narrativo producido por los periodistas de las cabeceras regionales del grupo Vocento. La coordinación general es de Carlos García Fernandez y Luigi Gómez Cerezo, que también han hecho la edición. La producción técnica es de Iñigo Martin Ciordia, el diseño sonoro y la mezcla es de Rodrigo Ortiz de Zárate y la dirección y producción ejecutiva de José Ángel Esteban.

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