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Cuando los visitantes llegan hasta él no puden evitar levantar la mirada a lo largo de su extensión. A pesar de que se deja notar el paso de los siglos, el Monasterio de Santa María de Rioseco se ha convertido en el principal atractivo turístico ... del valle de Manzanedo.
Fue a principios del siglo XIII cuando los monjes del Císter llegaron hasta él. Allí, en Rioseco, levantaron el monasterio de Santa María de Rioseco. Esta impresionante construcción estuvo habitada durante siglos por 'monjes blancos' de la Orden del Císter, a los que llamaban así su indumentaria.
Según los estudios realizados sobre el monasterio, se estima que en sus mejores momentos contó, aproximadamente, con una comunidad de 100 personas, de las que se cree que 25 eran monjes y el resto conversos, novicios y criados.
El 21 de octubre de 2008 entró en la Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra. Su estado deplorable de conservación hacía temer por la integridad de lo que de él quedaba. Sin embargo, no siempre lució de esta manera.
En su primera etapa, situada entre los siglos XIII-XIV, se construyó la iglesia del monasterio. En esta primera etapa existió también un claustro y una sala capitular diferentes a las que mantienen hoy en día.
La sobriedad ornamental con la que se caracteriza la arquitectura cisterciense sigue reflejándose en los canecillos del lado norte de la iglesia, decorados con motivos geométricos, y en los capiteles de las columnas, con motivos vegetales sencillos. Este periodo de creación pertenece a la etapa cistercienses.
El monasterio tuvo después una etapa Renacentista fechada en el siglo XVI. Durante este período llega el florecimiento económico para el monasterio. Fue entonces cuando se llevaron a cabo un importante número de obras: el comienzo de la Sala Capitular y la obra del claustro.
La última etapa, la etapa Barroca, comienza a principios del siglo XVII. Es entonces cuando se construye el actual claustro. Barrocos son la inmensa mayoría de dependencias del Monasterio. A partir de esta fecha, se acometen importantes obras en el interior de la iglesia. En el claustro se realiza la dependencia cubierta con bóveda de terceletes que se identifica como Cilla.
La hegemonía cisterciense fue decayendo en toda Europa cuando empezó el auge de las ciudades y llegaron órdenes más urbanas como son los franciscanos y dominicos. A pesar de ello, los 'monjes blancos' que habitaban en el monasterio resistieron en este valle hasta las desamortizaciones del XIX.
En 1835 nadie quiso adquirir el monasterio y Francisco Arquiaga se quedó con él, aunque por desgracia ya se encontraba en mal estado. Posteriormente volvió a manos de una institución de la Iglesia -en este caso, el Arzobispado- y, tras años utilizándose, el monumento acabó en el olvido y en la ruina.
Con la desaparición del pueblo de Rioseco, la marcha de los monjes supuso el abandono y expolio del monasterio. El éxodo rural en Las Merindades se encargó de rematarlo dejando que se lo tragara la maleza. Sin embargo, hace unos 15 años se cruzó en su camino el párroco y exprofesor de filosofía Juan Miguel Gutiérrez Pulgar. Cuando lo destinaron al valle de Manzanedo y descubrió Santa María de Rioseco encontró unas ruinas devoradas por la vegetación.
Y sin embargo, fue tanto lo que le impresionó que junto a un grupo de vecinos se puso manos a la obra para recuperarlo. Así, junto con el colectivo Salvemos Rioseco adecentaron los espacios esenciales como la iglesia, la sala capitular o el claustro. Además, el pasado verano recuperaron el jardín renacentista que protagonizó uno de los programas de Jesús Calleja.
La iniciativa arrancó en 2010 eliminando malezas y desbrozando el terreno con la colaboración de la Asociación Forestal Burgos. Al año siguiente, en 2011, llegaron los voluntarios que, de manera altruista, retiraron el escombro de la iglesia, colocaron losas y levantaron los altares que se habían caído.
El Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León aprobó la declaración del monasterio de Santa María de Rioseco Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Monumento en enero de 2019, y delimita un entorno de protección, atendiendo al propio carácter y ubicación del monumento, como instrumento de preservación de la valiosa relación existente entre el monumento y el medio físico en que este se enclava.
Los visitantes que se acerquen hasta el monasterio pueden subir hasta el campanario y disfrutar de la panorámica del claustro y del río Ebro. También se puede visitar la Sala capitular, la estancia donde se reunían los monjes para leer. Sobre esta sala se encontraban los dormitorios de los monjes y la iglesia con el acceso al campanario.
La iglesia esta conformada por una planta de una nave. El interior de la iglesia está compuesto con bóvedas cuatripartitas y una cabecera con una bóveda de ocho nervios. Ya fuera del templo, se encuentra la Cilla, el espacio destinado al granero o bodega. El espacio más fotogénico y el que acapara todas las miradas es el claustro.
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