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La peña Amaya se erige como atalaya del entorno más cercano.

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La peña Amaya se erige como atalaya del entorno más cercano. Gabriel Villamil

De ruta por los castros prerromanos de Las Loras

La peña Amaya, la peña Ulaña, el monte Bernorio y el Monte Cildá se erigen como cuatro de los grandes atractivos arqueológicos del geoparque de Las Loras gracias a su belleza natural y la presencia de restos de castros prerromanos

Domingo, 13 de junio 2021, 09:38

Que Burgos guarda una miríada de tesoros arqueológicos es algo bien conocido por todos, ya sean amantes de lo antiguo o simples curiosos que quieren conocer algo más de nuestro pasado. Son muchos los lugares por visitar, las rutas por realizar en familia y ... las ruinas por conocer cualquier fin de semana. Hoy, nos adenatramos en cuatro de esos lugares tan atractivos como, a menudo, desconocidos, ubicados en el geoparque de Las Loras, a caballo entre Burgos y Palencia, que atesora un sinfin de reclamos y atractivos para el viajero.

Hay muchas formas de conocer Las Loras, cuya oferta cultural, patrimonial y paisajística es inabarcable. La existencia de once rutas en coche, de seis geosendas guiadas, de 17 rutas en bicicleta y de una infinidad de rutas de senderismo en territorio de Burgos y Palencia, hacen de este extenso territorio un lugar donde perderse y en el que se erigen los restos de varios castros prerromanos de enorme relevancia.

Quizá el más conocido sea el de la peña Amaya, lugar histórico y mitificado como pocos en tierras castellanas. No en vano, la peña, que se erige como vigía inexpugnable del entorno circundante, ha sido lugar de paso del hombre durante milenios. Los cántabros la convirtieron en una de sus plazas fuertes; los romanos la conquistaron, no sin ciertas dificultades; los visigodos se hicieron con ella tras la caída del Imperio; los musulmanes la tomaron durante su conquista y los cristianos la recuperaron antes de que formara parte de Castilla. Y todos ellos dejaron su impronta en el territorio.

Hoy, la peña Amaya, cuyo acceso a pie es muy sencillo gracias a la existencia de varias rutas de senderismo, es uno de esos lugares que dejan sobre el viajero una sensación casi mágica. La innegable capacidad evocadora del entorno natural, con un cerro que se eleva 500 metros sobre el entorno circundante, es motivo más que suficiente para pasar el día. Pero si a ello le sumamos la presencia de algunos restos arqueológicos del antiguo poblado, de parte de la muralla y de la trinchera de acceso al castro prerromano, la visita es casi obligada para los amantes de la historia.

El mayor castro de la Península

Además, muy cerca de allí, a apenas un puñado de kilómetros se levanta la Peña Ulaña, otro de esos rincones que rezuman historia por todos los rincones y que compite -y con muchos argumentos- en atractivo y protagonismo con la peña Amaya. No en vano, se trata del mayor castro prerromano documentado hasta ahora en la península Ibérica. Las dataciones realizadas hasta la fecha dan fe de la existencia de un yacimiento de 586 hectáreas de superficie, de las que 285 se localizan en la plataforma superior del cerro, mientras el resto se ubican en la vaguada que lo circunda.

El cerro, que también se eleva unos 400 metros respecto al entorno, se levanta sobre enormes farallones que lo convierten en una atalaya de muy difícil acceso, casi inexpugnable, aunque con varios senderos practicables. El lugar ideal para establecer un poblado que quiera defenderse de los potenciales ataques.

Así lo entendieron nuestros antiguos, que ya en la edad del Bronce comenzaron a establecerse en la zona y a dejar vestigios de su paso. Unos vestigios que se pueden observar aún hoy en día dando un simple paseo por el cerro. Quizá, los restos más llamativos sean los de la muralla, que atravesaba de manera transversal el cerro y que aún hoy puede atisbarse, como también pueden apreciarse los restos, más o menos visibles, de más de 250 estructuras, así como varios enterramientos tumulares.

Rutas por Palencia

Más al norte, ya en territorio palentino, el viajero podrá continuar conociendo parte de la historia de nuestro territorio visitando el Monte Bernorio, otro de esos lugares marcados en rojo en la historiografía prerromana. No en vano, sobre su cerro se ha documentado la existencia de otro oppidum (ciudad fortificada) de enormes dimensiones, con indicios de ocupación desde la Edad del Bronce.

En el castro, ubicado a caballo entre Aguilar de Campoo y la Cueva de los Franceses, una zona donde abundan las rutas de senderismo, se han hallado durante diferentes campañas restos de numerosas construcciones, así como de la muralla, muchos de ellos visibles. Y eso, a pesar de todas las desventuras que ha sufrido el entorno durante siglos, incluida la presencia militar durante la guerra civil.

Restos arqueológicos

La ruta de los castros de Las Loras concluye en el Monte Cildá, situado también en territorio palentino, al sur de Aguilar y muy cerca del paraje de Las Tuerces, del que lo separa el espectacular cañón de La Horadada. Solo por su ubicación, ya merece la pena acercarse hasta allí y recorrer sus senderos. Y si a ello le añadimos la presencia de restos visibles de varias construcciones habitadas y de la muralla, la visita se vuelve obligada.

Quizá, este sea el yacimiento menos investigado hasta la fecha, si bien, allí ya se han localizado objetos de gran valor histórico, incluidas varias estelas funerarias y la propia 'Tesera de Cildá', una de las más importantes teseras cántabras localizadas hasta la fecha, por su significado y su estado de conservación.

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