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Cuerpos de buen ver, esculpidos en el gimnasio, aunque antiguamente no existiera tan testosterónico lugar de reunión donde hacer músculo. Lo inventaron los griegos, supuestamente, algunos siglos después, pero a saber… El comentario viene al caso porque 'Vikingos: Valhalla', serie derivada de 'Vikingos', llega a su tercera temporada, supuestamente la última -no ha funcionado como se esperaba-, y sus protagonistas están de muy buen ver, quizás demasiado para ser el pasado. Lucen bíceps tatuados en exceso y hay más líos de alcoba que en la sesiones anteriores, en detrimento de las escenas de batalla. Guerrean poco, se nota cierto recorte en medios, y la acción se precipita en exceso en el tramo final. Había que acabar, como fuera, la historia de este spin-off que transcurre un siglo después de lo acontecido en 'Vikingos', una propuesta bastante más sólida, con seis temporadas disponibles en streaming. La continuación funciona, pero ha ido desinflándose, a pesar de contar con algunos personajes de interés, debido a una repetición de la fórmula de éxito sin el factor sorpresa y algunas discutibles decisiones de guion.
Como ocurre en las últimas temporadas de cada vez más series, bajo la amenaza de la cancelación, a 'Vikingos: Valhalla' le entran las prisas para llegar a la meta y ello supone saltos espacio-temporales inexplicables, como si los personajes volasen de un lado a otro, o existiera la teletransportación, para que cada cual esté donde tiene que estar, en el momento adecuado, cuando se le necesita, a pesar de los kilómetros de distancia. Pasó, por ejemplo, en 'Juego de tronos' y aquí se nota en exceso. Se precipitan algunos hechos para el cierre definitivo, especialmente en los dos últimos capítulos, a pesar de que el ritmo y los giros iban casando en una trama que retoma el relato siete años después del clímax de la anterior sesión. La confrontación entre machos alfa en la lucha por el trono de Noruega e Inglaterra se intensifica, con varias fichas sobre el tablero con posibilidades de hacerse con la corona. Brotan los instintos primarios, el más bruto y traicionero puede quedarse con el reinado, entre alianzas inesperadas, secretos, venganzas, reproches y puñaladas por la espalda. Recordemos que al festejo daba el pistoletazo de salida tras la matanza de nórdicos asentados en Londres y alrededores ocurrida el día de San Bricio, el 13 de noviembre de 1002. Asesinados por orden del rey de Inglaterra sin compasión, los familiares y seres cercanos a las víctimas decidieron cruzar el mar para desatar su furia sobre los traidores ingleses, lo que supuso el comienzo de la invasión del país por las hordas bárbaras.
Hay cierto lío de personajes en 'Vikingos: Valhalla' , no es fácil seguir los movimientos de los diferentes clanes, hay mucha política verbal, pero ser consiente, como espectador, de que todo acaba en esta tercera entrega facilita el visionado hasta el final, aunque sea atropellado. El reparto coral de buen ver, y no siempre buen hacer, el físico es lo que importa, recalca el mensaje: la unión hace la fuerza. El sentido de la amistad, el honor, la traición y la gloria vertebran el asunto, destacando la interpretación sentida del explorador groenlandés Leif Eriksson, encarnado por Sam Corlett, visto en 'Las escalofriantes aventuras de Sabrina'. Frida Gustavsson ('Partisan') sigue defendiendo con garra a la mujer de armas tomar Freydis Eriksdotter, rol clave en una apuesta que busca la fusión entre el drama y la pasión. Amor y guerra con otra colección, menos vibrante, de violentas escenas de acción. Los conflictos internos entre los propios vikingos por hacerse con el poder son exprimidos al máximo en un mapa algo caótico. La religión cristiana y el paganismo siguen chocando, dando pie a un escenario bélico en el cual nadie puede fiarse de nadie.
Una de las principales diferencias entre 'Vikingos: Valhalla' y la serie original es la cadencia en la narración de los hechos históricos. Aquí se aceleran, simplificándose algunos pasajes dramáticos buscando un ritmo más frenético que puede llegar a desconcertar. Jeb Stuart, responsable de clásicos del cine de acción como 'Jungla de cristal' o 'El fugitivo', sigue siendo la voz cantante en el grueso de los guiones. La tercera temporada responde a muchas preguntas planteadas y resuelve el destino de los roles más fuertes, pero queda camino por andar si desde la producción quisieran continuar la historia por otros derroteros.
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