Oriol Paulo
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Oriol Paulo
Con películas como 'El cuerpo' o 'Los renglones torcidos de Dios', Oriol Paulo (Barcelona, 49 años) se ha confirmado como un maestro del suspense y del thriller psicológico. Son precisamente estas coordenadas las que vuelve a tocar en 'La última noche en Tremor', la miniserie que el 25 de octubre estrena en Netflix. Basada en la novela de Mikel Santiago de título casi idéntico, la ficción pone el foco en Álex de la Fuente (Javier Rey), un afamado compositor de bandas sonoras, divorciado y con dos hijos, que no pasa por su mejor momento creativo. Para tratar de solventar la crisis, alquila una casa aislada en un pueblo del norte de España. Allí conoce a Judi (Ana Polvorosa), con quien inicia una relación. Pero pronto empezará a tener una serie de espantosas visiones que parecen estar conectadas con su pasado y, quizá, su futuro y que advierten de un peligro que podría estar al llegar.
-¿Cuándo se acerca a la novela y cuándo empieza a ver que hay posibilidades de hacer una serie con ella?
-Me acerqué a la novela prácticamente cuando se publicó. La leí, me encantó, llamé a mi productora, que es Sandra Hermida, le dije que quería hacer esto, pero no había posibilidad de coger los derechos porque ya estaban cogidos, así que me olvidé. Después de 'Los renglones torcidos de Dios', estoy trabajando en otro proyecto para Netflix, entro en un momento de 'no lo veo claro', que coincide con que Mikel Santiago me pone un mensaje por Instagram de «he visto 'Los renglones torcidos de Dios' y me ha encantado». Y yo le digo que soy muy fan de 'La última noche en Tremore Beach' y que voy a releerla. Lo hago y en ese momento me sigue gustando todo lo que me gustó diez años atrás, pero, de repente, porque soy yo diez años más viejo también, le empiezo a ver un potencial no solo narrativo sino también de personajes en el que me identificaba muchísimo y entonces ya quise meterme otra vez en el mundo de Tremor. Tuve la opción, esta vez sí, de acceder a los derechos y aquí estamos. Pero básicamente lo que me atrajo fue la propuesta de Mikel, esta especie de thriller psicológico, entre el terror y la fantasía, pero muy costumbrista y realista. Vas leyendo y no sabes si lo que está pasando, está pasando. Estás como muy nervioso, pero a la vez, le vi un potencial muy grande para hablar de lo importante que es sanar los traumas y a mí eso me parecía muy interesante.
-Cada capítulo abre puertas y capas en los personajes. ¿Fue difícil mantener esa tensión y ese suspense constante?
-Sí, de hecho hubo un trabajo grande de cómo plantear la novela en formato miniserie. Había una intención de buscar que cada capítulo se sintiera como una pequeña película; es decir cada capítulo empieza, tiene un desarrollo y acaba abriendo una puerta a un siguiente capítulo, que es único en sí mismo. Encontrar este balance ha sido complicado, ha habido mucho trabajo de escritura, de reescritura, de estructura, pero teníamos pistas y teníamos premisas, una de las cuales era que sabía que sí o sí iba a contar la historia del personaje de Judi, de Ana Polvorosa, y la historia del personaje de Álex, de Javi Rey, y eso eran premisas innegociables, con lo cual, de alguna manera, tenía como una pista de hacia dónde o cómo construir todo el formato.
-¿Es esa la razón por la que cada capítulo tiene una duración distinta?
-Sí, realmente cada capítulo, como te decía, es único en sí mismo. Me gustaba mucho la cosa de ir entrando y que no te das cuenta, pero poco a poco estás metido en un torbellino que, de una manera muy sibilina, te ha atrapado. Pero luego hay cosas que obviamente por peso necesitaban un espacio más, no te diré cinematográfico, pero sí de un cuidado en la ejecución donde el correr no era una premisa.
-Buena parte del motor de la ficción son esas visiones que tiene Álex. El espectador no sabe en muchos momentos qué es real y qué no lo es.
-Es una pregunta que te haces. Queríamos hacer una ficción que aunque tenga un punto de thriller psicológico y un punto fantástico, se sintiera muy real, naturalista, costumbrista y decidimos que lo inquietante era no diferenciarlo. Al final el espectador viaja con el personaje de Javi, el espectador básicamente es Álex en la serie. Sí que hay momentos en los que se rompe el punto de vista, pero siempre viene propiciado porque es el propio Álex quien abre la puerta a que se rompa ese punto de vista. Nos interesaba mucho esta sensación de inseguridad permanente, que lograba a su vez poner el punto de atención en los personajes.
-La casa del protagonista es básicamente un personaje más.
-La casa existe, pero la hemos tuneado a través del director de arte, no tiene esta cosa asturiana tan concreta. Y la casa de los vecinos está entera construida, es un decorado entero que se ha construido delante. El camino se ha construido, el sembrado lo hemos mantenido... O sea ha habido todo un trabajo de recrear el universo de Mikel en un 'backlog' gigante que era nuestro decorado y que ha sido nuestra casa... Hemos estado casi cuatro meses rodando en ese backlog, los interiores son naturales, son los de la propia casa.
-El cuarto capítulo, centrado en el personaje de Judi, es durísimo. No entraremos en 'spoilers', pero ¿cómo se prepara uno para rodar un episodio así?
-Mira, el reto viene ya de la propia novela, donde el trauma existe. Hablé con Lara Sendim, la guionista de este capítulo, decidimos que había tres opciones: capar el pasado del personaje, cosa que era censurarse; dejarlo en una cosa de pasar por encima, que nos parecía también cobarde y otra manera de censurarse, y la otra era convertirlo en algo que sea un elemento de denuncia, en algo que sepamos muy bien de qué estamos hablando. Y estamos hablando, más que del hecho en sí, del dolor, de dejar los traumas atrás. El dolor en el momento en el que sucede, el dolor que viene después, cuando lo tienes que hacer público, y el dolor que te queda una vez las heridas te transforman porque nunca te llegan a sanar. Una vez encuentras todo eso y con la entrega de Ana Polvorosa, que para ella contar esto así era vital, pues nos dimos de la mano y empezamos a dibujar cuál sería la mejor manera de contarlo. Ana ha tenido libertad para opinar del guion. De hecho todo el monólogo no estaba originalmente en el guion, se lo ofrecí yo y le dejé ponerle sus palabras, le dejé contar lo que había pasado. Queríamos que se sintiera como algo que fuera no solo una denuncia, sino algo que pudiera traspasar la pantalla. Teníamos muy claro que este tipo de situaciones y de traumas no solo deben ser denunciados y son denunciables sino que hay que dejar una puerta abierta a la, entre comillas, sanación y nos parecía que no era tan importante el hecho sino todo lo que viene después de hacia dónde cabalga el personaje para llegar a sanar.
-¿Cómo ha sido trabajarlo con ella?
-Yo básicamente me he entregado a Ana. Es decir, todo el rodaje se acomodó y fue liderado por mujeres. Ella no quiso ensayarlo mucho, es verdad que hubo mucha charla, mucho coaching, mucho coach de intimidad, muchísimo trabajo, pero sí que había como algo de yo voy detrás de ti. Y ahí he sido yo muy escrupuloso de yo voy a contar de alguna manera donde tú vayas y ahí sí que ha habido un elemento en el que Ana y yo hemos hecho una simbiosis muy genial.
-Hablemos del casting. ¿Tenía ya claros a los personajes?
-Pues mira, ahora que hablábamos de eso yo sobre novela ya llamé a Ana y a Javi. De Ana me interesaba mucho precisamente cómo abordar este tema. Ana te da una cosa, una fragilidad pero también una fortaleza muy bestia y yo miraba a Ana y pensaba es una superviviente, si yo puedo retratar a una superviviente, desde Ana Polvorosa... Y no la conocía. Quedé con ella en Barcelona, que estaba rodando otra cosa, y nos entendimos muy bien. Y en el caso de Javi buscaba un actor que, dentro de su madurez, se siguiera sintiendo como algo aniñado y algo que en la crisis existencial del personaje, es como que se niega a crecer todo el rato, está ahí con sus hijos y tal, es un puto desastre, está en el caos más profundo y había algo de buscar a un hombre niño, que Javi me lo daba mucho. Nos conocimos y una vez lo conoces, te enamoras de él y sí le dije dos cosas: «Barba ya y tienes que empezar a dar clases de piano». Y así empezó la cosa.
-Qué gozada recuperar a Willy Toledo.
-Pues sí. Ha sido un lujo currar con él. Al final, yo también empiezo a peinar canas, es una frase que él dice en la serie, y yo le he visto pasar por todos lados como espectador. Es verdad que cuando estaba planteando quién podría interpretar al personaje, de repente me vino muy fuerte su imagen a la cabeza. Ya no me desenganché. Soy perfectamente consciente de quién es Willy Toledo y había una cosa que además me gustaba mucho, que es que él y Pilar habían sido pareja. Entonces, había algo muy fuerte en la serie que de repente... ¿Sabes aquello que dices? Son ellos. Basta. Y hay momentos en la serie donde hablan ellos de su pasado, salen unas fotos... Esas fotos son reales y se trabajaba con ellos desde una complicidad que era maravillosa porque estabas ensayando, te ibas a comer y les veías comer y uno cogía la salsa y se la daba al otro y no sé qué y era como maravilloso. O sea, había mucho trabajo hecho ya de saque para construir.
-Más allá del misterio y del suspense, la serie habla de los traumas, de la necesidad de reparar lo que sucedió en el pasado. Ahora que está tan en boga el tema de la salud mental, ¿qué papel cree que puede jugar la serie?
-No lo sé, yo por lo menos espero que la gente pueda hablar. Antes lo comentaba a un compañero tuyo, al final yo creo que el éxito, entre comillas, más grande puedes tener es estar en la calle, que la gente hable de lo que has hecho, que lo comente... Yo lo que espero es que la serie, a pesar de todo el thriller psicológico, la carga emocionalmente muy bestia que tiene, que acabes sintiendo que hay luz al final del camino y que es muy importante estar en paz con tu pasado para poder proyectar un futuro. Yo ahí me separé un poco de la novela, la novela se cierra mucho en trama y ahí sí que le dije a Mikel: «No voy a cerrar en personaje sino que lo voy cerrar en sanar tu pasado para proyectar un futuro».
-Supongo que en todas las producciones se aprende algo... ¿qué ha aprendido en esta?
-Primero, nunca más noche y lluvia (ríe). No, en serio, he aprendido que al final cuando trabajas en equipo lo más importante es esta comunión. Es decir, yo te puedo hablar de muchas cosas de la serie, pero por ejemplo, el capítulo 4 es el ejemplo más claro: no soy yo. Es que soy yo, es Lara la guionista, es Ana Polvorosa, es Inés Lugo, la ayudante de dirección... Es toda una serie de gente que de repente juntamos unas sinergias porque queremos contar eso. Yo aquí, siendo un rodaje tan largo y tan duro, porque han sido diez semanas de noche seguidas, que esto es un experimento sociológico bastante bestia, al final con lo que te quedas es que no eres nada nadie en ningún proyecto sin el equipo.
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