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Que la industria audiovisual está en un momento más bien conservador lo demuestran los cientos de 'reboots' y secuelas que se ponen en marcha año a año. Hay pánico a dejarse una buena morterada de dinero y no ver satisfechas las expectativas. Por eso, en ... el cine y la televisión se apuesta por franquicias y marcas que ya demostraron su buen rendimiento en el pasado. Con 'Frasier' las ganas estaban ahí prácticamente desde que en mayo de 2004, y después de once temporadas y otros tantos años, echó el cierre.
A Frasier Crane lo conocimos por vez primera en 'Cheers', la ficción protagonizada por Ted Danson y Kirstie Alley, que relataba el día a día de los parroquianos de un bar en Boston. Apenas unos meses después del final de la serie, arrancaba 'Frasier', un 'spin-off' que relataba la vuelta del psiquiatra a su ciudad natal, Seattle, tras divorciarse de su esposa Lilith. Frasier acogía en su casa a su padre, un policía retirado aquejado de una cojera tras haber recibido un disparo de servicio, a su terapeuta Daphne, y a Eddie, la mascota de Martin, un Jack Russell Terrier.
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Frasier, elitista y de gustos refinados y exquisitos, se veía obligado a convivir con dos personas (y un perro) llanas, racionales, sencillas y prácticas, diametralmente opuestas a su forma de entender la vida. Lo mismo le sucedía en su trabajo en la radio para la cadena KACL, donde presentaba un consultorio en el que respondía a todas las dudas y problemas vitales de los oyentes, al tiempo que discutía con su productora Roz, que pese a estar en la cuerda de Martin y de Daphne, acabaría convirtiéndose en su gran amiga y confidente. Y en el otro extremo estaba el hermano pequeño de Frasier, Niles, otro psiquiatra, de gustos aún más refinados y absurdamente redicho. Ambos rivalizaban a menudo, hasta las últimas consecuencias. Casado con Maris, un personaje al que siempre hacían referencia pero que nunca salía en pantalla, Niles acababa locamente enamorado de Daphne, en una de las tramas más divertidas de la ficción.
La serie tardó varios capítulos en encontrar su punto más dulce, pero finalmente logró conquistar a la audiencia. Con unos diálogos llenos de ritmo y elegantes, la ficción abordaba asuntos como el choque generacional o la lucha de clases, deslizando chistes petulantes, marca de los hermanos psiquiatras, e incluso acercándose a veces al vodevil, con tramas que jugaban al equívoco, falsas parejas y puertas que se abrían y se cerraban constantemente.
La nueva 'Frasier', ya disponible en SkyShowtime y en Movistar Plus+, busca replicar la estructura casi de forma enfermiza. Nuestro psiquiatra favorito regresa a Boston para impartir una conferencia y allí se reencuentra con su hijo Freddy (Jack Cutmore-Scott), un joven que un buen día decidió abandonar la carrera y meterse en el cuerpo de bomberos de la ciudad. Freddy comparte piso con Eve, madre de un bebé y viuda. Cuando Frasier se da cuenta de lo alejado que está de Freddy, decide aceptar un puesto como profesor en Harvard y llevarse a su hijo a vivir con él para recuperar la maltrecha relación con él.
De esta forma, 'Frasier' mantiene la estructura ya conocida, pero renovando por completo todo el elenco actoral. Tenía razón Kelsey Grammer, el actor detrás del personaje, cuando contaba en su visita a Madrid que veía la ficción como «un tercer acto» para el personaje, en un momento vital diferente y en un ambiente muy distinto. A lo largo de esta nueva temporada de diez episodios, asistiremos de nuevo al choque generacional y de personalidades, esta vez con su hijo Freddy, un tipo llano y sencillo, aunque igual de perspicaz e inteligente que su padre y su abuelo, que tendrá que reivindicarse constantemente ante un Frasier incapaz de comprender que su hijo abandonara los estudios.
En su nueva andadura profesional en Harvard, conoceremos al hijo de Niles y Daphne, David (Anders Keith), un quisquilloso, raro y repelente estudiante, que trata de ser el digno sucesor de Niles. Con él y con Alan Cornwall (Nicholas Lyndhurst), otro profesor de Harvard y viejo amigo de Frasier, algo dado a la bebida, la serie trata de replicar las dinámicas que Frasier tenía con su hermano, sin conseguirlo del todo. Es un ejemplo del gran problema del 'reboot' de 'Frasier', que busca ser tan fiel a la original que parece anclada en el pasado y llena de lugares comunes, como si los espectadores y la sociedad no hubiesen evolucionado en todo este tiempo -dudo de que la 'Frasier' original aguantara ahora sin problemas un revisionado-.
Pese a ello, la 'sitcom' tiene algún que otro momento brillante, como ese tercer episodio en el que descubrimos que durante todos estos años Frasier tuvo un programa de televisión muy exitoso, pero en el que se vio condenado a hacer espectáculo, lo que ahora le impide que le tomen en serio como académico o el sexto capítulo, con una cita a ciegas doble donde se recupera ese toque de vodevil que siempre tuvo un hueco en la serie original. Tampoco se puede obviar que Grammer sigue en un estado de forma excelente a la hora de encarnar al psiquiatra: la particular forma de moverse por el set, su pomposa gestualidad y la capacidad de saltar de la risa al enfado y a la tristeza siguen ahí, intactas y geniales.
Menos brillante es el trabajo del resto del elenco y en especial de quien le da la réplica en buena parte de las tramas, Jack Cutmore-Scott. El regreso, en dos capítulos, de dos de los personajes de la ficción original -Roz y Lilith- se agradece y hasta emociona, pero al menos de momento parece un simple guiño que difícilmente tendrá continuidad en una hipotética segunda temporada. Apuntaba Grammer que «todo lo que se necesita para que una 'sitcom' tenga éxito es que la gente las vea tres, cuatro, tal vez cinco veces y se enamore de los personajes. Una vez que eso suceda, la verán para siempre». Y puede tener razón, pero en este escenario parece difícil que el público se entregue a los nuevos personajes.
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