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Una banda de rock. Cincuenta años de gira continua. Jamás han grabado un disco. Y son teleñecos. Quién le iba a decir al bueno de Jim Henson, que ya falleció hace más de treinta años, que sus títeres creados en 1955 seguirían, a través de ... la marca Muppets Studio, produciendo más y más contenido (hay al menos catorce productos disponibles en la plataforma de Disney, que adquirió la franquicia hace dos décadas).
¿Y qué nos encontramos? A seis entrañables muñecos (faltan referentes como Piggy o Gustavo, por ejemplo) que componen Dr. Teeth and the Electric Mayhem, una banda épica que ya aparecía en un sketch de 1975. Remiten a algo así como los Grateful Dead o los grupos de Janis Joplin: algo más hippies que rockeros, en realidad. Suspendidos en el tiempo y ajenos al devenir del mundo van en su furgoneta siempre cantando y hablando de música. Quién no querría.
Pero alguien viene a dinamizar todo esto, alguien que, ahondando en la metáfora, no es teleñeco sino persona de carne y hueso. Nora —Lilly Singh, que además de actriz es estrella de YouTube— trabaja como secretaria en una discográfica que se hunde. Le apasiona la música pero su empresa no resiste y parece que a nadie le importa. Entre unos papeles viejos descubre que la banda que nunca para, la Mayhem, les debe un primer disco que nunca acabaron grabando. Así que embarcamos en un viaje estupendo donde pasaremos por todo el arco clásico de los grupos de rock: peleas de egos, fundaciones mitificadas, experiencias con las drogas —en este caso, azúcar caducado—, falta de inspiración, ejecutivos discográficos sin escrúpulos, exclusivas en la radio, pelea con los «sonidos de ahora»… un 'This is Spinal Tap' (1984) algo más respetuoso pero con los mismos materiales.
Nora, como persona racional, deberá aprender cómo funciona la mentalidad de la banda y dejarse llevar. La banda tendrá que asumir alguna responsabilidad, aunque siempre estén tocados por una cierta magia que les salva. Nora tiene una hermana, un ex-novio y un pretendiente, y los conflictos y triángulos amorosos son tan perezosos y predecibles que los muñecos, por su innata locura —sobre todo la de Animal— se hacen mucho más interesantes.
Hay, pues, pocos personajes de carne y hueso que salgan más de una vez, pero hay miles de cameos. La lista es increíble: Morgan Freeman, Susanna Hoffs, Steve Aoki, Kesha, Peter Jackson, Danny Trejo, Weird Al Yankovic o Lil Nas X son solo algunos de ellos: los hay para todas las edades y sociologías. Salvo para niños, quizás, que calculo que pillarán un diez por ciento de los chistes: esto en realidad es más para sus padres rockeros, que entenderán chistes como «me he liado con Crosby, con Stills y con Nash. Young siempre me parecía demasiado viejo». Y siempre ha sido un poco así, con ciertos guiños a los adultos. Por ejemplo, el segundo piloto para una de las series de los Teleñecos, allá por los setenta, se llamaba 'Sex and violence'. Los jóvenes espectadores quizás acaben saliendo hasta idealistas, estén precavidos, que el rock es muy tentador. También puede que salgan con pocas simpatías hacia el pop y la electrónica, porque hay ciertos temas de autenticidad y esencialismo que son algo discutibles: es la misma pelea que tendríamos con un viejo rockero poco amigo de los experimentos.
La realización es absolutamente impecable. La música está muy muy bien. Las voces de los Muppets son espectaculares y la integración de los muñecos con las personas es brillante. Solo a veces emerges a la realidad y sientes un pellizco siniestro (¡tiene cosidos los ojos!). Sea como sea, la serie mejora considerablemente a partir del quinto capítulo, que está titulado 'Break on through', uno de los temas más directos y representativos de los Doors. Como ellos, tienen una experiencia lisérgica en el desierto y cada uno tiene una visión. En el siguiente episodio entramos en formato documental, nada menos que con Kevin Smith como director invitado, con lo cual ganamos miraditas a cámara estilo 'The Office', multiplicando la gracia. Y en el siguiente hacen aparición los flashbacks. Cada uno de estos capítulos coge una fórmula reconocible y la aplica con maestría a los Muppets.
Son las nuevas tecnologías las que marcan la recta final de la serie. Los viejos rockeros, en general reacios a usarlas —apocalípticos, citando mal y pronto a Umberto Eco—, quedan cegados por las posibilidades de las redes sociales, que consiguen en tiempo récord destruir la cohesión de la banda tras un dudoso concierto virtual en Minecraft. Evidentemente nada que no pueda arreglar un discurso emotivo en el último momento. Es el peaje que hay que pagar cuando se trata de una serie recomendada desde los seis años. Ojalá se compren muchas guitarras gracias a estos Muppets. Eso sería fabuloso.
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