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En 1998, Paul Newman prendió fuego a decenas de cintas. Con ellas se quemaron todas las entrevistas que el escritor Stewart Stern le había realizado para publicar sus memorias. Para entonces, Stern ya había hablado con sus hijas, familiares, amigos, compañeros de profesión y, por ... supuesto, con su esposa, la actriz Joanne Woodward. Pero el proyecto quedó interrumpido por el hastío del actor («Me he cansado de hablar del personaje de Paul Newman») y aquel día, en esa hoguera, las voces desaparecieron pero no así las transcripciones, que ahora han sido recuperadas por Ethan Hawke en la serie documental 'The Last Movie Stars', de HBO Max.
Sus seis episodios, aún no disponibles en España, son un profundo homenaje a Paul Newman y a Joanne Woodward, dos grandes estrellas que, además de pareja artística, fueron un matrimonio envidiado por su longevidad y con altibajos marcados por el alcoholismo de él y los egos artísticos de ambos. Se casaron en 1958 y fue la muerte quien los separó cuando el actor falleció por un cáncer en 2008. En esos 50 años crecieron como seres humanos y también como artistas. Eran dos huérfanos, como se llega a decir en el documental, que se salvaron el uno al otro.
Las inseguridades de él, marcado por la fama de Marlon Brandon y la desaparición de James Dean, definen su primer acercamiento al mundo del cine. En cuanto a ella, su carrera se vio trastocada por la maternidad, cuando tuvo que ralentizar los rodajes. «Si tuviese que hacerlo de nuevo, quizá no tendría hijos», dice en una de las entrevistas. «Los actores no son buenos padres». Trabajaron juntos en 16 películas y en multitud de programas de televisión. En las estanterías de su casa se acumularon premios Oscar, Emmy, BAFTA, Globos de Oro, estatuillas del Festival de Cannes y un largo etcétera.
Los premios aparecen en 'The Last Movie Stars', pero a Hawke le interesa menos el glamour y mucho más las dudas y los obstáculos que Newman y Woodward enfrentaron al situarse frente a la cámara. Se habla del Actors Studio y del método interpretativo, también de por qué la actuación puede entenderse como el jazz, «mitad técnica, mitad alma». En parte por eso no estamos ante un documental clásico y tampoco lo es su forma. Podríamos definirlo como un tercio de archivo, un tercio de obra de teatro y un tercio de Zoom. Su punto de vista es inusual, quizá porque de verdad hay uno y no se tira de un narrador omnisciente que recuerda la vida de otro.
Ethan Hawke aparece en pantalla desde el minuto uno y habla sin tapujos de cuándo recibió lo que podría considerarse un encargo y de qué manera esa propuesta ajena fue calando en él. No se queda en el mero 'yo', su mirada se amplía y termina trazando «una revisión de la generación anterior a la nuestra». Detrás de ese plural, «nuestra generación», se encuentra el Hollywood de hoy en día.
Al embarcarse en este proyecto, el protagonista de 'Antes del amanecer', que estos días ha estado rodando con Pedro Almodóvar en Almería, tuvo que solucionar dos grandes problemas. El primero: ¿cómo revivir las palabras que se había llevado el fuego cuando, además, muchos de sus protagonistas ya han fallecido? El segundo obstáculo afectaba a lo logístico, y es que la serie se grabó en mitad del confinamiento y eso implicaba mucho gel hidroalcohólico y distancia.
Para leer las palabras, interpretarlas realmente, Hawke hizo un casting de tonos, de timbres. George Clooney, en su condición de galán, pone voz a Paul Newman y Laura Linney a Woodward. Alrededor de ellos, unos secundarios de lujo que interpretan a amigos de la época o que intervienen como sí mismos (Martin Scorsese, Sally Field o Richard Linklater). Todos aparecen en esa ventana que es el escritorio del ordenador, desde su estudio, su cuarto o el sofá.
Esta ambientación doméstica, con ropa y pintas de andar por casa, le añade cercanía a la serie y al mismo tiempo enfatiza el aura estelar de la pareja de actores. Los mortales ahora vivimos así, medio pixelados, mientras que a Newman y a Woodward les vemos impolutos en sus películas con estética hollywoodiense. El contraste funciona y poco a poco comienzan a surgir ecos entre la vida y la obra. Cuando las voces de las entrevistas se unen a clips de películas como 'El largo y cálido verano, 'Un día volveré' o 'Rachel, Rachel', es como si Newman y Woodward nos hablaran a través de la ficción, de las historias que han contado en la pantalla.
Justo gracias a ese montaje asoma una de las grandes preguntas que plantea el documental: ¿cuánto de un actor hay en cada uno de sus personajes? «Soy la colección de los hombres que interpreté», responde Newman desde el pasado. 'The Last Movie Stars' -y esto es una victoria personal de Hawke-, termina siendo una reflexión colectiva y apasionada alrededor de la pulsión artística y las complejidades que entraña el acto de amar. Resulta sorprendente que una docuserie con tantas voces y rostros de por medio consiga un efecto tan introspectivo.
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