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Javi Giner presenta 'Yo, adicto' en la sección oficial del Festival de San Sebastián. O. Belategui
Javi Giner: «Las drogas ya no me sirven»

Javi Giner: «Las drogas ya no me sirven»

El director y escritor baracaldés estrena en San Sebastián 'Yo, adicto', una serie en Disney+ basada en su paso por una clínica de desintoxicación tras una década de alcohol, cocaína y sexo compulsivo

Oskar Belategui

San Sebastián

Miércoles, 25 de septiembre 2024, 13:25

Javi Giner (Barakaldo, 1977) sigue siendo un torbellino. Se mueve por los pasillos del hotel María Cristina con la desenvoltura y familiaridad del agente de prensa curtido en mil 'junkets', las jornadas de entrevistas con actores que ha organizado infinidad de veces. Porque Giner fue un reputado jefe de prensa, mano derecha de Pedro Almodóvar y Penélope Cruz durante años, hasta que en 2021 publicó 'Yo, adicto'. Aquel libro editado por Paidós y que va por la octava edición llevaba por subtítulo «un relato personal de dependencia y reconciliación». Su autor narraba al detalle su adicción al alcohol, la cocaína y el sexo, que logró superar gracias a su ingreso en una clínica de desintoxicación en 2009.

Con sinceridad y sin moralismos, Giner se abría en canal en una suerte de memorias sin pudor que ahora saltan a la pantalla. 'Yo, adicto' es una serie de seis capítulos que Disney+ estrenará el 30 de octubre y que la sección oficial del Festival de San Sebastián programa dentro de sus proyecciones especiales. El mismo Giner y Aitor Gabilondo, el responsable de 'Patria', son los creadores de uno de los proyectos más valientes de la ficción española, en el que su protagonista no sale muy bien parado en los primeros episodios. El actor Oriol Pla se transforma en este «payaso tocapelotas y cabrón egocéntrico y ciclotímico», tal como se define ante la cámara con una juguetona voz en off que nos acompañará a lo largo del metraje.

Tráiler de la serie de Disney Plus 'Yo, adicto'.

«La verdad es que en este festival me he corrido buenas juergas en mi época salvaje, pero no recuerdo ninguna en concreto. Consumía, pero todavía no había llegado al momento tenebroso de la adicción, cuando el divertimento se convierte en algo muy oscuro. Y cuando aparece la oscuridad llega el aislamiento. Mis últimos años de autodestrucción no van unidos a estar en sociedad, sino al exceso en mi casa de Madrid», cuenta Giner, que venía al festival de crío. «Me traían mis padres desde Barakaldo y me quedaba en casa de mi tía Bego en Amara. Tengo una foto con 14 años pidiéndole un autógrafo a Pedro Almodóvar y Penélope Cruz. Mi crecimiento cinematográfico y emocional está vinculado al Zinemaldi».

Tras estudiar en Jesuitas en Indautxu, Giner dejó Barakaldo a los 18 años para buscarse un futuro en el mundo del cine en Madrid. De familia de militares por parte de padre (la foto que aparece en la serie es de su abuelo), disfrutó de «una infancia común». «Nunca me pegaron, nadie abusó de mí. Os podía hablar en todo caso de sobreprotección», relata el personaje de niño en la serie, mientras ve en vídeo en su casa 'Arrebato' y 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', jugando a vestirse de mujer. «Crecí creyendo que era diferente y defectuoso, pero nunca lo dije».

Oriol Pla e Itziar Lazkano, que encarna a la madre del protagonista.

Los diez años de adicción al alcohol, la cocaína y el sexo compulsivo tocaron fondo el día que se despertó en compañía de dos prostitutos en un hostal de mala muerte. Tuvo que llamar a su madre (Itziar Lazkano en la serie) para que viniera a pagarles los 1.600 euros que le reclamaban. Experimentó la epifanía de saber que necesitaba ayuda. Porque si seguía así, no solo se despeñaba él, sino la persona que más quería. Ese descenso a los infiernos ocupa el primer capítulo de la serie, mientras los cinco restantes transcurren en una clínica de desintoxicación en las afueras de Barcelona dirigida por una paciente terapeuta (Nora Navas).

Giner jura que estos días de nervios en San Sebastián no echa de menos las copas ni las rayas. «Llevo 16 años sobrio. Sigo yendo a terapia semanalmente, lo que es un privilegio en estos tiempos en los que la sanidad pública debería cuidar también la salud mental», admite. «Llevo una mochila con herramientas que me permiten atravesar estados como el actual. En estos 16 años he vivido el desamor, la decepción, la pérdida… Y todo lo bueno en este tiempo ha sido mucho más importante que todo lo malo experimentado. Ya no encuentro escapismo o solaz en las drogas, no me sirven».

Oriol Pla y Javi Giner en el rodaje de 'Yo, adicto'.

'Yo, adicto', que se inicia con el rótulo de «una historia basada en hechos reales», describe con crudeza las fases de la adicción. Los chupitos en una discoteca que dan paso a seis rayas esnifadas de un tacada al amanecer. El mono que se combate dándose un atracón de bollería industrial y gominolas. Una vez en el centro de desintoxicación, el protagonista se cree diferente y mejor que la panda de colgados y yonquis con los que compartirá terapia. «No soy como estos», protesta. Poco a poco irá sintiendo empatía por ellos y abriéndose a los demás.

«Siendo completamente sincero, creo que me define la inconsciencia kamikaze», reflexiona el director. «Cuando vi la serie terminada pensé que estaba loco, porque corría el riesgo de hacer algo grotesco, de haberme dado una hostia morrocotuda. Esta serie o te sale bien o te caes con todo el equipo». ¿Ve a Oriol Pla y se ve a sí mismo? «Tú no puedes capturar la vida, porque la vida se vive», consiente Giner. «Oriol y yo trabajamos juntos durante un año. Había algo bueno: que a Javier Giner no le conoce a nadie. Oriol debía habitar un personaje y el resultado en pantalla tenía que ser como el hijo que hubiéramos tenido. Me veo a mí pero también le veo a él. Oriol es ahora la persona que mejor me conoce en el mundo, más que mis parejas. Somos como hermanos, mi novio sin sexo».

Oriol Pla en la serie.

Cada capítulo concluye con la dirección de una web en la que cualquier adicto puede pedir ayuda. El libro y la serie no ocultan su propósito de que sirvan de faro a un espectador con problemas. «Ese ha sido mi compromiso íntimo. Los actores han conocido en el rodaje a personas reales, como Anaís López, mi terapeuta. Han sido correas transmisoras de mucha gente que está ahí fuera y no tiene voz». En 'Yo, adicto' aprendemos a querer a un idiota, al que en los primeros compases dejaríamos sin redención. «Ese maricón histriónico y tirano, desquiciado, ese adicto, acaba siendo un espejo en el que se ve reflejado el espectador. Mucha gente que leyó el libro esperaba una historia sobre Javi Giner y acabó encontrándose con la historia de sí mismos», confirma su autor, que promete «una serie que no va sobre enfermos, sino sobre seres humanos».

-Ese cretino del inicio es usted.

-Lo reconozco, fui yo pero a ese gilipollas le pegaría una patada en la boca. La 'sobreactuación' de Oriol no pertenece al actor, sino al personaje. Ves al Javier real la primera vez que se rompe ante Anaís.

-¿Siente que en las series y en el cine se frivoliza con las drogas?

-Sí. La adicción y la salud mental se estigmatizan y se informa sin conocimiento. Siempre están rodeadas de estereotipos y lugares comunes que no tienen que ver con la realidad. Desintoxicarse se ha convertido en una aventura pop, es Lindsay Lohan saliendo monísima de una clínica en el imaginario colectivo. Yo ingreso esperándome a famosos y DJ de Ibiza y me encuentro a electricistas, camareros…

Oriol Pla en la serie.

-España es un país en el que resulta fácil drogarse.

-Esta es una sociedad atravesada por el alcohol. Mi postura no es demonizarlo, porque el problema es qué haces tú con el alcohol. Las drogas son el síntoma, no la infección. Tú utilizas las drogas como una vía de escape porque eres incapaz de soportar el dolor. Igual que el sexo. Yo no lo utilizaba para el placer, sino para la autodestrucción. La solución no pasa por no tenerlo. El adicto no es la persona que consume, sino el que no puede parar de consumir. Mira, hay una 'biblia' de la adicción, 'Querer no es poder', que dice que cualquier sustancia o actividad que utilices para cambiar tu estado de ánimo puede convertirse en una adicción. Si solo te sientes satisfecho o poderoso a través del trabajo, es una adicción.

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