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Cimas y Pedreño en 'Poquita fe'. RC
Examen final a las series de Movistar: 'Poquita Fe', 'Rapa' y 'La unidad'

Examen final a las series de Movistar: 'Poquita Fe', 'Rapa' y 'La unidad'

Dos thrilles y una comedia son los últimos títulos estrenados en la plataforma

BORJA CRESPO / ROSA PALO / MIKEL LABASTIDA

Lunes, 24 de julio 2023, 17:00

En los dos últimos meses Movistar ha estrenado tres títulos bien diferentes, 'Poquita fe', la segunda temporada de 'Rapa' y la tercera de 'La unidad', una comedia, una intriga policial y un thriller. Las tres aprueban con contundencia y conectan con el espectador. Tres críticos ... de Pantallas analizan las tres últimas ofertas de la plataforma.

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    Temporada 1

    'Poquita Fe': qué buena es. Por Borja Crespo

Una lluvia de caca de paloma, un incómodo cuadro de Franco, una mierda pegada en el zapato, un pringoso kebab con demasiada salsa, una caja de mantecados rancios… 'Poquita fe' es lo mejor que le ha pasado a la ficción nacional reciente en el terreno de la comedia, una propuesta desternillante que logra congelar la sonrisa del espectador en momentos puntuales. Su retrato del españolito medio, de a pie, es tan divertido como revelador. Tan punzante como preocupante, es inevitable no identificarse con algunos grotescos pasajes. Reírse de nuestras miserias es el objetivo de un hábil repaso a los tics de la clase trabajadora -o media, mal entendida- que logra robar carcajadas a la audiencia entregada, una virtud que no consiguen todas las comedias, incluso las más entretenidas. «Y ahora cae un tazón de leche con magdalenas», masculla el protagonista de la serie, disponible en Movistar +, mientras termina de pegarse un atracón de comida china a domicilio un viernes por la noche.

«Los viernes me dan pereza», piensa su aburrida pareja, sentada junto al paquidermo frente al televisor. «Este sábado no hagas planes que vamos a quedarnos aquí en casa, todo el día tirados en el sofá», subraya el gañán a su media naranja en otro capítulo de este patadón audiovisual a la rutina. No hay mejor plan para el fin de semana. La monotonía de la vida en pareja, los compromisos familiares, los convencionalismos de una existencia anodina, vertebran una lúcida primera temporada compuesta por doce magnas piezas de apenas 15 minutos por entrega, una duración perfecta para ser degustada sin estrés. Cada episodio lleva el título de un mes del año y todos se presentan con una cabecera diferente, diseñada por el genial músico e ilustrador Víctor Coyote, quien también se ocupa de la banda sonora.

Raúl Cimas y Esperanza Pedreño, perfectos en su papel, interpretan a la pareja protagonista de 'Poquita fe', serie creada por Juan Maidagán y Pepón Montero. Este último se encarga de la dirección, compartiendo la autoría de los guiones como dueto artístico indivisible. Ambos son compañeros de fatigas desde el éxito de 'Cámera café' y han firmado recomendables proyectos que se salen de los habitual, como el reivindicable filme 'Los del túnel', cuya puntuación en Internet, la dictadura del gusto, no hace justicia a su originalidad y disfrute. La risa y el drama conviven con eficacia en una propuesta que goza de un notable reparto coral que conforman otros nombres a destacar, entre ellos Chani Martín, Julia de Castro, María Jesús Hoyos, Marta Fernández-Muro o Enrique Martínez. El formato empleado para desgranar las anécdotas absurdas a las que sobreviven los seres humanos implicados en esta ácida radiografía de nuestro comportamiento nos suena de algo, integrando la ficción con diversos comentarios de los diferentes personajes como si fueran entrevistados. Cruce, por tanto, entre falso documental y sitcom al uso, este lenguaje audiovisual, donde el montaje es esencial, ya lo popularizó 'Modern Family' y lo exprimió 'Paquita Salas' en sus inicios. El costumbrismo da para mucho si se emplea la mirada de Berlanga o José Luis Cuerda. Parodiar la presunta normalidad ofrece momentos surrealistas. Somos deliciosamente patéticos involuntariamente. Basarse en nuestra propia realidad es el truco para encontrar la gracia.

El tedio como fuente de inspiración vital en 'Poquita fe', una serie que suelta verdades como puños, da un cabezazo al aburguesamiento y sabe reírse de nuestra especie sin despreciarla, más bien todo lo contrario. Troncharnos es lo último que nos queda para sobrevivir ante la irracionalidad de una civilización cuya evolución es imposible de predecir y nunca deja de sorprender. El infierno somos nosotros. La gente normal también llora. Toca descuajeringarse de la tristeza que nos embriaga sin remedio en un mundo insensato. ¡Perfecto!

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    Temporada 2

    'Rapa': segundas partes sí fueron buenas (y mejores). Por Rosa Palo

Cámara y López en 'Rapa'. RC

Un crimen cometido bajo cielos apagados siempre es un crimen mejor, porque la amenaza constante de lluvia y la luz tamizada y brumosa contribuyen a subrayar un clima de suspense gris, húmedo. Si a eso le sumamos una comunidad cerrada y endogámica, tenemos como resultado un 'thriller' de la BBC o un 'whodunit' gallego. Ocurre tanto en la primera temporada de 'Rapa' (Movistar Plus+) como en la segunda, puesto que, en ambas, los protagonistas deben descubrir al autor de un asesinato acontecido en dos comunidades pequeñas y borrascosas: en la primera, en el pueblo de Cedeira; en la segunda, en el Arsenal Militar de Ferrol.

Ya conocemos a los protagonistas de 'Rapa', la siempre solvente Mónica López, que interpreta a la sargento de la Guardia Civil Maite Estévez, y Javier Cámara, al que se le ve mucho más cómodo, creíble y consistente en esta segunda parte en su papel de Tomás Hernández, el profesor de literatura que padece ELA y que encuentra en la resolución de crímenes un motivo para seguir viviendo. Tomás y Maite, solos, se convierten en compañeros de vida: él, cada vez más escudado en el sarcasmo como forma de enfrentarse a una enfermedad que avanza inexorablemente, se deja cuidar por ella; ella encuentra en él alguien en quien volcar su afecto. Y este devenir de la relación resulta no solo lógico, sino también más maduro, más real.

A la pareja protagonista hay que añadir la aparición de Tacho (un estupendo Darío Loureiro). El chico, un camello de medio pelo bastante espabilado, se convierte en ayudante de un Tomás cada vez más dependiente. Pero, además, Tacho, es un jovencísimo Watson que, con su ingenio, su desparpajo y su interés por la literatura (le birla novelas a Tomás), va horadando la coraza del profesor, y funciona como un excelente contrapeso a su mordacidad y a su aridez.

La acción, a veces un tanto morosa, sí, pero sin pausa, avanza en dos direcciones para confluir al final: mientras que Tomás investiga contra reloj el caso de un chico asesinado hace veinte años que está a punto de prescribir, Maite se concentra en la desaparición de una comandante del Arsenal de Ferrol. Aunque son los protagonistas los principales propulsores de la trama, ambos asuntos son abordados desde los diversos puntos de vista de los distintos implicados, algo que contribuye, sobre todo, a dibujar la sociedad en la que se desarrollan los hechos y a conseguir no solo una notable descripción de Ferrol y de la vida cotidiana en una ciudad costera del norte de España, sino también de una comunidad tan opaca como la militar: la construcción hermética del Arsenal resalta la resistencia de la Marina a aceptar cualquier tipo de intrusión exterior, funcionando casi como un planeta aparte, con sus propios principios, valores y reglas, aunque, al final, y como no podría ser de otra forma, tenga que facilitar la investigación de Estévez y su equipo.

'Rapa', en esta segunda temporada, no solo ha acentuado los puntos fuertes de la primera (la pareja protagonista, su relación, el entorno donde se desarrolla la acción), sino que ha introducido algunos nuevos, como la aparición del personaje de Tacho, una mayor fluidez en el desarrollo de los casos, un contexto mejor retratado y una solidez de la que carecía la temporada anterior. Si mantienen y resaltan estos aspectos en la tercera y última entrega de 'Rapa', será una pena tener que despedirnos de Mónica y Tomás. .

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    Temporada 3

    'La Unidad': atrapada en su bucle. Por Mikel Labastida

Álvarez y Sheikhan en 'La unidad'. RC

Movistar estrenó en 2020 'La unidad', una de las mejores producciones nacionales de esta década que sorprendió por su vigoroso ritmo, su acertado diseño de personajes, sus notables interpretaciones y una puesta en escena más que correcta. El problema es que ese año coincidió con otros cuantos títulos nacionales sobresalientes como 'Patria', 'Veneno' o 'Antidisturbios' (en la propia Movistar y con una temática policiaca también). Y eso la ensombreció, no logró premios que merecía y no se habló de ella todo lo que en otra situación habría conseguido.

A pesar de esto los usuarios del canal respondieron (que es lo que le importa a la plataforma) y consumieron esta producción adecuadamente. Esto propició una segunda temporada que no perdió solvencia y atributos para atrapar al espectador. Y que incluso jugaba a dar todo tipo de golpes de efecto y conseguían no pasarse de frenada. Funcionó bien en diversos aspectos, en la recepción de crítica y público. Y como no hay dos sin tres Movistar dio luz verde a la una tercera parte, que se vendió como una especie de 'spin off' porque se localizaba fuera de Madrid pero resultó ser un continuación de lo que habíamos visto aunque en otro escenario.

Era difícil seguir este relato teniendo en cuenta la situación en que quedaron los personajes en los capítulos anteriores. La pareja principal de policías (los interpretados por Nathalie Poza y Michel Noher) habían estado a punto de perder a su hija y habían puesto en riesgo a todos sus compañeros de colegio. Ni eso ni el hecho de haber perdido a un compañero muy cercano de trabajo o de haber descubierto algunas irregularidades en el seno del cuerpo no les disuade de continuar jugándose la vida con el fin de luchar contra el terrorismo. Cuesta creerlo, pero se plantea así. Eso sí, ahora Carla ya no forma parte del cuerpo, aunque no duda en regresar a él cuando sus compañeros están en peligro.

Como el propio sobrenombre geográfico -Kabul- indica esta vez la serie se traslada a Afganistán y lo hace para tratar de cortar la raíz de todos los problemas que tuvieron que sortear en las dos primeras temporadas. Se trataba de acudir al origen del mal para desactivarlo. Una vez allí las cosas se tuercen -claro- y el equipo enviado es capturado. A partir de aquí la acción se centra en encontrar con vida a todos los policías desplazados allí. No faltarán persecuciones, tiroteos y explosiones, y secuencias de lucha resueltas con brillantez. Como ya ocurría en las anteriores tandas, pero esta vez rodadas en unos exteriores muy particulares y con un nivel de espectacularidad mayor. Y sin embargo rondaba una sensación de que todo eso ya lo habíamos visto, cierto aroma a repetido. Y ese es el mayor lastre que ha tenido la temporada, junto a la extrañeza de que los protagonistas estén de nuevo en semejante lío y a cierta frialdad que transmitían los capítulos. Ha costado más vibrar esta vez.

Las pretensiones de estos episodios con los que presuntamente se cierra la serie eran ir más allá de la acción y plantear una retrospectiva de lo que sucede en el emirato islámico, de la amenaza de los talibanes y de la difícil y desequilibrada relación entre oriente y occidente. Y tal vez estos objetivos hacen que el título pierda eficacia. O que la capacidad de sorpresa ha disminuido. O que tanta vuelta de tuerca genera desconfianza. La cuestión es que este final no emociona. Se disfruta mucho, pero no llega a impresionarnos como sí lo hizo en veces anteriores. Aún así entretiene y no baja la calidad ni un instante. 'La unidad' será recordada.

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