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Borja Luna de espaldas ante Najwa Nimri y Manu Ríos. RC
Crítica de 'Respira': Excesos, incongruencias y muchos miligramos de adrenalina en una Valencia desconocida

Crítica de 'Respira': Excesos, incongruencias y muchos miligramos de adrenalina en una Valencia desconocida

Que nadie espere un drama hospitalario realista en la nueva producción de Netflix. La serie protagonizada por Najwa Nimri pretende entretener a toda costa, sin límites y con todo tipo de artificios

Mikel Labastida

Valencia

Martes, 3 de septiembre 2024, 19:12

Como en Madrid es imposible encontrarte con una expareja Netflix ha decidido ubicar 'Respira', su última serie española, en Valencia para que algunas casualidades que suceden en la trama fuesen posibles. Casualidades como que la doctora que examina a una joven tras una agresión sexual sea la madre del propio agresor. O que un médico se líe -en todos los sentidos posibles- con un joven una noche, este sufra una sobredosis que le obligue a ser ingresado en Urgencias y resulte que su madre sea la jefa del primero. O que un residente se dedique a follar por todo el hospital con su adjunta y que no sepa ella además mantiene una relación formal con el director del centro.

Valencia es pequeña, sí, sobre todo si se compara con otras ciudades de España, como Madrid o Barcelona. Pero no tanto, hombre. No es tan sencillo que se produzca tal cúmulo de coincidencias.

¿Que por qué se ha escogido esta ciudad para que se desarrolle una serie que gira en torno a un grupo de profesionales que pelea por dignificar la sanidad pública? Pues una vez vistos los ocho episodios de la primera temporada no queda muy claro. Su creador, Carlos Montero, -el de 'Física o Química', 'Élite' o 'El desorden que dejas'- asegura que lo han hecho por descentralizar, aunque habrá malpensados que crean que han preferido que nadie relacione el argumento principal con Madrid. La ficción presenta a una presidenta autonómica, déspota e imprevisible, que está empeñada en privatizar todos los centros sanitarios de la región. Por lo que sea podría ser que a alguien este personaje le recordase a Ayuso.

Blanca Martínez, en una imagen de 'Respira'. RC

También ha dicho Montero que decidió esta localización por una cuestión estética, pero a decir verdad la Valencia que vemos en pantalla se parece entre poco y nada a la real. Ocurre a menudo en la ficción española. Cuando se decide a salir de la capital y escoge otros enclaves se empeña en darles un toque tan cosmopolita que ni los propios lugareños reconocen sus calles y edificios. Solo hay que recordar cómo eran las dependencias policiales en el Bilbao de 'Intimidad', que parecían un museo de arte moderno con las vigas de hormigón visto y las mesas de diseño; o la redacción cerca de la playa del periódico de 'La chica de la nieve' en Málaga. Aunque esta última le sacó mucho más partido a la localidad andaluza. En 'Respira' también han trasladado a la zona marítima los juzgados de Valencia. Los interrogatorios salen mejor en cámara si se realizan en salas con grandes ventanales que den al mar que si la panorámica es del polideportivo de Quatre Carreres.

Este tipo de licencias con las localizaciones son habituales. Las ciudades nunca son como se muestran en las series o películas. Las distancias o usos no suelen coincidir con la realidad, los equipos adaptan cada espacio a las necesidades del guion. Lógico, los escenarios reales no dejan de ser decorados al servicio de la historia. Lo que sorprende de 'Respira' es lo poco que se aprovecha Valencia. Apenas distinguimos de pasada el mercado de Ruzafa, la plaza del Patriarca, el antiguo cauce del río y el paseo de la Patacona. El resto, recursos entre secuencias a golpe de dron, empeñados en captar los edificios con más altura o panorámicas de la Marina -ni que fuese Nueva York o Miami-. Hay poco sabor a barrio, ni rastro de singularidades concretas, ningún esfuerzo por entender el lugar en que se ha decidido que sucederán tal cantidad de acontecimientos (desde un motín en la cárcel hasta unas inundaciones que provocan un gran apagón). Al final lo mismo podría ocurrir si fuese Coruña, San Sebastián o Cádiz. Se llama Valencia, pero podría llamarse Tiraxis. Igual da.

Para cubrir el expediente en la tele se habla un poco en valenciano, excepto en el programa 'La vesprada de l'Ana', donde invitados y presentadora debaten en castellano; los personajes dicen 'bonico' y se les escapa algún 'adeu' e incluso un 'pot començar la mascletà'. Ya está.

Las localizaciones a veces sirven a algunas producciones para contextualizar mejor a los personajes, para ubicarlos y no solo geográficamente, o para que surjan determinadas tramas. No es el caso. No era ese el objetivo de 'Respira'.

Situaciones extremas, operaciones de riesgo y mucho sexo

¿Y cuál es el objetivo de 'Respira'? Entretener a toda costa y desplegando todo tipo de artificios. No hay ni un personaje que no atraviese una situación extrema en algún momento para que la tensión del espectador no disminuya ni un instante. Absolutamente todas las operaciones son de riesgo en el hospital Joaquín Sorolla, a vida o muerte, las escenas de acción en este caso se desarrollan entre boxes y quirófanos. Cualquier escarceo sexual, por improvisado que sea, resulta apoteósico, aunque haya que hacer acrobacias y los protagonistas no tengan ni tiempo ni ganas de quitarse las camisetas. A medida que avanzan los capítulos el espectador es cada vez más consciente de que puede ocurrir cualquier cosa por incongruente que parezca: traiciones, cambios de parecer, raptos, incendios, agresiones, cesáreas chapuceras... No hay limites ni líneas rojas. Esta serie salta el tiburón desde el primer episodio.

Abril Zamora, Alfonso Bassave y Aitana Sánchez Gijón, en la serie. RC

'Respira' es ese tipo de serie diseñada y realizada desde el exceso. Y eso se nota prácticamente a los diez minutos de comenzar el visionado. Quien busque un drama hospitalario realista se ha equivocado de parada, por más que el hilo conductor sea la precaria situación del sistema sanitario español y la amenaza de la privatización. No hay un retrato elaborado de la situación, sin caer en maniqueísmos o en resoluciones grotescas, imposibles de creer. No solo con el debate en torno a la sanidad pública. También con otros asuntos/jardines en los que se mete como la cuestión del consentimiento sexual, la transmisión del VIH o el suicidio.

Todo es a brocha gorda, a veces rozando la caricatura y en demasiadas ocasiones abusando de estereotipos. La elección de Najwa Nimri como presidenta de la Generalitat Valenciana ya es una declaración de intenciones del tono que se le quiere dar a la ficción. «Además de tu paciente soy la puta presidenta», le espeta a su oncólogo. «Toca hijo, toca, que eres médico», le anima al sanitario que le hace la primera exploración en el pecho. El historial de frases para la posteridad de este personaje y de otros es amplio. La competición por escoger la mejor línea de diálogo va a estar complicada. Por redes sociales gana enteros la conversación entre una paciente y su doctor tras enterarse de su diagnóstico: «En cuanto la cosa se ponga chunga usted me chuta lo que me tenga que chutar. Y si no me voy al Cabanyal y pillo caballo».

Yo me quedo con esa coletilla recurrente que suelta el personal del Joaquín Sorolla a la mínima de cambio. «Ponle un miligramo de adrenalina». De adrenalina 'Respira' va sobrada.

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