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Las redes sociales, ese mundo paralelo al que hay que hacer el caso justo, a no ser que manejes datos estadísticos y esté en juego tu futuro en la industria del entretenimiento, dejaron clara la pasada semana el clamor popular por el arranque de 'The ... last of us'. Los fans del videojuego están encantados con la adaptación, lo subrayan siempre que pueden porque mimetiza algunos momentos de título consolero, algo que no ocurre demasiado a menudo, por no decir nunca. Hay diálogos y comentarios, con chistes incluidos, que van directamente a los conocedores del juego de partida. Hay mensajes ocultos que van directamente a quienes han pasado horas dándole a la Playstation. Crecen en esta segunda entrega, manteniendo la llama. Solo los jugones son capaces de hacer la lectura adecuada, pero no atender a esa capa, no pillar los guiños, no afecta a la narrativa en su conjunto, un punto importante a favor de la serie.
Empieza la segunda ronda con un 'flash-back' interesante que aporta información sobre el origen de la epidemia fúngica. Un prólogo devastador que deja mal cuerpo, tremendista y negativo con el futuro de la raza humana, extrapolable a nuestros tiempos como mandan lo cánones del género. El covid muta en kraken y aquí seguimos, esperando que el apocalipsis siga siendo pura ficción.
La introducción, con el sello del showrunner de 'Chernobyl', no deja resquicio para la duda. De nuevo en el presente, el personaje de Ellie aparece durmiendo en un plano cenital, en posición fetal, con la cámara encuadrándola desde lo alto, mostrando un bello plano en contraposición a la catástrofe que le rodea. A la carismática adolescente, experta en el manejo de la navaja, le ilumina la luz del sol. Un rayo entra radiante por el tejado en ruinas del lugar donde reposa. La chica brilla, rodeada de vegetación. Es la imagen perfecta de la esperanza de la raza humana ante su posible extinción. Poco después pasamos a contemplar la belleza del caos, paisajes desolados tan inquietantes como atractivos en una colección de estampas poderosas de la ciudad abandonada. Casas y edificios devorados por raíces y plantas. Vestigios del pasado. Agujeros gigantes en el asfalto producto de un bombardeo desesperado que no logró acabar con la brutal amenaza. El hongo letal tiene la sartén por el mango. La dirección de arte despega en relación al episodio inicial, da un notable subidón, coge vuelo y se explaya a fondo cuando representa la manera en que se extiende el organismo contagioso que convierte a las personas en otra cosa. Hay diseños espectaculares, arrebatadoramente sombríos.
Si la primera entrega de 'The last of us' se centraba en la presentación de los personajes y la situación distópica, su continuación, titulada con claridad 'Infectados', está dedicada a las criaturas zombificadas que van apoderándose del planeta. El diseño del hongo y su afán por ser la especie dominante protagoniza el episodio. Hay una escalofriante imagen de varios infectados, conectados por una mente colmena, que se agolpan tumbados sobre la acera recibiendo la luz del sol. Se mueven según les alcanza la luz, como una masa cárnica uniforme que muestra destellos de vida atendiendo a las órdenes de un ser superior. Para colmo de males, por fin aparecen los chasqueadores, los infectados más peligrosos, dando pie a un escena de tensión abrumadora que casa con 'Un lugar tranquilo'. No tienen rostro, el Cordyceps ha invadido la mente y cabeza del receptor en una relación parasitaria demoledora. Son criaturas ciegas, se guían por los sonidos y no se lo piensan a la hora de despedazar a su presa. Su representación en la serie es efectiva, resultan perturbadores y amenazantes, otro punto positivo indudable.
A estas alturas no sabemos si 'The last of us', la serie en carne, hongo y hueso, va a aportar algo diferente respecto al videojuego original pero está por encima de la media en comparación a otras producciones actuales con no-muertos de por medio. No es la típica historia de zombis, tiene algo más, pero quizás la saturación en el mercado de este tipo de propuestas le afecte de cara a una audiencia global. El déjà vu es inevitable pero hay que reconocer de nuevo, e insistir, que el casting es excelente, echando por tierra cualquier atisbo de crítica sobre la elección de Bella Ramsey como Ellie. La aventura acelera y la relación entre los roles principales toma cuerpo. Maldito hongo, deja de señalar la podredumbre de nuestra existencia.
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