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«Creo que es más fácil conducir bien si eres idiota», afirma el protagonista de 'No me gusta conducir', un profesor universitario áspero y altivo, encarnado por Juan Diego Botto. La serie de Borja Cobeaga, que TNT estrena el 25 de noviembre, se inspira en ... la experiencia real del director, que tuvo que sacarse el carnet pasados los 40 al irse a vivir del centro a Las Matas, una zona residencial camino de la sierra madrileña. «Mi mujer ya estaba harta y tengo una niña pequeña. Hacía falta», recuerda. «Me costó horrores. ¡Qué torpe! Hasta que, de pronto, la cabeza hizo click. Fue con el tiempo cuando me di cuenta de todo ese microcosmos. Me encanta ese aspecto de la comedia en el que cuanto más sufre el protagonista, más se divierte el público».
El proceso de obtener el carnet de conducir proporciona jugosos apuntes sociológicos y costumbristas en la vida real. Para muchas personas ya talluditas supone su regreso a un examen muchos años después de dejar de ser estudiante. Tras hacer una carrera, aprobarlo se presupone pan comido. O no. En las autoescuelas se mezcla gente de diferentes generaciones y extracción social. El nivel académico que se tenga no asegura la pericia como conductor: hay ingenieros que aprueban a la quinta e iletrados que lo consiguen a la primera.
«Al contar a los amigos que me había sacado el carnet a los 42 todo el mundo te relata sus batallas y son muchas», ilustra Cobeaga. «El carnet de conducir da para mucho. Fue cuando comencé a dar vueltas a esta serie. Y me di cuenta de que tenía que ser ser explicada por partes, no en un largometraje, para ir contando lo que pasaba». Los seis episodios de media hora siguen el proceso por el que Pablo (Juan Diego Botto) intenta sacarse el carnet en una autoescuela de barrio después de separarse de su mujer (Leonor Watling). Lo hace a regañadientes, intentando quitárselo de encima cuanto antes. El día de la primera clase práctica por la Glorieta de Atocha descubre que lo pasa fatal ante el volante.
'No me gusta conducir' retrata a un misántropo insoportable en casa y en las aulas. Un pésimo profesor que obliga a leer el libro de Historia de la Literatura que escribió hace años y un egoísta que no ha hecho nada para salvar su relación de pareja. JuanDiego Botto encuentra el tono justo para que su personaje nos resulte repelente sin terminar de odiarlo. A su alrededor, esta «comedia tierna y muy sentimental, con escape hacia la locura», en definición de su director, desfila una galería de secundarios con corazón. La alumna aventajada, hija de un novelista de éxito y académico a loPérez-Reverte con la que, contra todo pronóstico, no se establece tensión sexual (Lucía Caraballo) y el gran descubrimiento de la serie, el veterano David Lorente (que ya brillaba en 'Antidisturbios'), un profesor de autoescuela locuaz y campechano, que habla con muletillas de los años 80 y saca las castañas del fuego a un hijo taxista.
La relación padre-hijo es uno de los grandes temas de 'No me gusta conducir'. El agrio protagonista solo se enternece ante el viejo Renault 11 del padre fallecido, que conserva bajo una lona en el garaje con la esperanza de conducirlo algún día. «La idea de guion del coche del padre como soporte emocional del personaje no estaba desde el principio, se iba a sacar el carnet como yo, porque se mudaba a las afueras. Pero luego surgió porque mi padre se negaba a deshacerse de su viejo coche después de ocho años sin conducirlo», explicó Cobeaga en el festival Serializados. La figura de la exmujer encarnada por Leonor Watling también es clave. En tratamiento psicológico desde hace años, solo los ansiolíticos alivian los años de convivencia con este cretino que no se ha enterado de nada.
Son jugosos apuntes melodramáticos, en una serie que se ve de un tirón y que proporciona divertidísimos momentos de comedia a cargo de ese profesor de autoescuela que dice «nervosio» y se tiene a sí mismo por «un educador», o de su hermano (Carlos Areces), que ha montado el negociete en Cuenca para que los famosos se saquen el carnet. 'No me gusta conducir' puede verse como el despertar a la vida de un amargado y un sobrado. «La gracia es que es alguien que cree que lo sabe todo llega a un sitio donde no tiene ni idea de nada y gente a la que normalmente miraría por encima del hombro le da lecciones», resume Borja Cobeaga.
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