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Nuestros protagonistas, Ray y Danny Warner
'Bookie' ('Apostando'): la intrascendencia más absoluta

'Bookie' ('Apostando'): la intrascendencia más absoluta

La serie de Chuck Lorre para HBO Max se deja ver pero no puede aportar menos. Los nuevos tiempos no le sientan bien al creador de 'The Big Bang Theory'

Miércoles, 3 de enero 2024, 12:52

Uno termina de ver 'Bookie' y no sabe lo que ha visto. Mejor dicho, no puede creer que no haya nada más. Cuesta explicar qué pasa aquí, pero es como si el espíritu de las viejas sitcom, donde verdaderamente no esperábamos nada como espectadores, hubiera ... vuelto pero convertido en miniserie, el formato del que precisamente siempre esperamos algo más. Hay en 'Bookie' como un techo que no se puede superar en cuanto a intención, desarrollo, profundidad… está como capada. Y lo peor es que tenía los materiales para construir algo: los personajes no son malos, los actores son creíbles, la grabación es impecable, el tema tiene chicha… pero se opta continuamente por ir a lo menos interesante, por no ser adulta.

Vamos al principio. Tenemos dos colegas protagonistas, Ray y Danny (Omar J. Dorsey y el humorista Sebastian Mariscalco). Son 'bookies', corredores de apuestas deportivas, y juntos llevan una oficina para gestionar a sus clientes, siempre bordeando (por fuera) la legalidad. Así que su millonario negocio, descaradamente lucrativo, siempre debe esconderse un poco. En su periplo resolverán algunos problemas, huirán del lugar de ciertos crímenes muy serios, irán a cobrar a varios morosos —muchos de los cuales intentarán pagarles en especie con coches, relojes o joyas— y tratarán de llevar una vida privada relativamente normal.

Uno de los graves problemas de la serie es la sensación de impunidad y de que nada importa, de que es todo un juego de niños. La forma de librarse de los problemas —o sea, la forma de resolver los episodios— da la sensación de no suponerle el más mínimo esfuerzo a la pareja protagonista. No hay justicia en esta ciudad, pues el supuesto policía implacable que les persigue se desvanece y nunca hace nada, no se investiga nada, y en pleno siglo XXI no se usa la tecnología para, qué se yo, investigar robos, asesinatos y suicidios. Por lo cual, por espectacular que parezca el problema, sabemos que va a dar igual porque siempre saldrán ilesos, hay un cierto espíritu de fábula, de comedia, de sitcom. Es una serie episódica, donde da prácticamente igual qué pasó antes, donde cada reto genera un conflicto muy pequeñito y se resuelve y punto, y nadie pierde nada ni nadie aprende nada (vamos, es que ni siquiera se les da mal «la suerte» en varios momentos que les podrían poner en un aprieto). Siempre ganan. Podría haber otros veinte episodios en la temporada y poco cambiaría en este submundo del hampa a plena vista. Y por supuesto no hace falta decir que no hay asomo de preocupación social por nadie que no sean ellos, o reflexión alguna sobre la ludopatía o el origen de las fortunas, pero bueno, no es que hubiera obligación.

Héctor, interpretado por el querido Jorge García Warner

La serie se completa con otros cuatro personajes secundarios, que nos importan aún menos que los protagonistas. Uno de ellos es el queridísimo Jorge García («Hurley» o Hugo en 'Perdidos', Héctor en 'Bookie'), que hace poco más que de tonto inútil. La serie abre tramas y luego le da igual cerrarlas: por ejemplo Héctor descubre que puede haber un gran mercado potencial en el fútbol para el público hispano («fútbol fútbol», no fútbol americano). Sin embargo, eso se queda en nada, nadie le da importancia en la serie y nos quedamos sin saber si eso ha ido muy bien o muy mal, igual que la consulta micológica de Lorraine o la historia de amor de la abuela de Ray. Un punto interesante, aunque tampoco aporta mucho, es la presencia de Charlie Sheen haciendo de sí mismo decentemente en un par de secuencias.

La trama que se supone que debe arrebatarnos el corazón es la de la relación de Danny con Sandra, su mujer. Bordeando el filo de la temporada, Danny tendrá que elegir entre su inestable negocio (aunque siempre gane muchísimo dinero) y su larga relación (aunque tenga una amante y no haya valorado nunca a Sandra). Es un despropósito que de repente nos tengamos que sentir fatal por Danny, al que nunca le importa nada, solo para hacer un cliffhanger muy pobre por si hay otra temporada.

Andrea Anders en el papel de Sandra, literalmente lavando dinero Warner

Es de alguna manera una serie perezosa y hastiada de sí misma, pese a que todo el equipo artístico y técnico ponga empeño. El problema está en el tono y en el guion, que parece no creer en sus propias posibilidades. Y creo que tiene que ver con el formato sitcom y nuestra necesidad actual de más verosimilitud y propósito. Comparten creador, pero esto ya no es 'The Big Bang Theory', que estaba enclavada en su momento y era una comedia clara pensada para la televisión lineal: probablemente era lo mejor que tenías para ver en la tele en su momento, porque el resto era malo o porque sociológicamente no era para ti. Pero cuando elegimos ahora ver una miniserie esperamos algo más, y quizás somos menos de medias tintas. Se hacen maravillosas comedias, pero incluso en ellas conocemos más a los personajes y sabemos qué les atormenta, porque contienen, al fin y al cabo, problemas reales que nos conectan con ellos. Aquí eso ni asoma.

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