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'Los artistas: primeros trazos' tiene muy claro su objetivo: encandilar a los amantes de las historias románticas, con un punto gamberrete, y mostrar en pantalla toda una vida de ostentación y lujo. No en vano, detrás de esta propuesta se encuentra María Dueñas, la ... escritora de 'El tiempo entre costuras', que por primera vez firma un guion televisivo, junto a Germán Aparicio. Coproducción hispanomexicana para Prime Video, la serie de diez capítulos se desarrolla en Madrid y sigue los pasos de Cata (Ximena Romo), una experta en obras de arte que no pasa por su mejor momento y malvive trabajando en un restaurante mexicano de la capital, y Yago (Maxi Iglesias), un anticuario que tampoco está, precisamente, montado en el dólar.
Ambos se conocen, precisamente, la noche en que Yago acude a cenar al restaurante con unos clientes para cerrar una compra. Quiere vender a una familia estadounidense un retablo que, dice, procede del siglo XVII y, entre margarita y margarita, la idea parece estar calando. Cata se da cuenta de la jugada, pero evita intervenir en la transacción, hasta que uno de los comensales le toca el culo. En ese momento, la joven promete a Yago que si no vende la obra esa noche, puede conseguir a un cliente que pague el doble de los mil euros que la familia está dispuesta a pagar. Así consigue que los clientes del anticuario acaben pagando 1.500 euros. Al finalizar su jornada laboral, Yago está esperándola con una propuesta, unir fuerzas y ganarse la vida así, y aunque inicialmente Cata declina la invitación, los problemas económicos de su familia en México le llevan a cambiar de parecer.
Son los primeros pasos de una ficción que, de alguna manera, puede entenderse casi como una serie procedimental, pues cada dos capítulos la víctima objetivo de la pareja de estafadores cambia y el esquema de la serie vuelve a repetirse: elección del objetivo, conocimiento exhaustivo de los gustos y vida de la persona y ejecución del plan. Afortunadamente, en el camino, otra trama viene a enriquecer el argumento principal del serial: la primera estafa de la pareja ha puesto en alerta a un inspector de la Brigada de Patrimonio Histórico, que comienza a investigar un caso que, al parecer, no quedó resuelto del todo y hunde sus raíces en la familia de Yago.
La persecución, que se adentra también en el paraje de las falsificaciones y los falsificadores, añade una pizca de picante a una historia de picaresca que resulta demasiado predecible, al igual que la tensión sexual no resuelta de la pareja protagonista -hasta el cuarto capítulo no se rozan-, con una galería de personajes arquetípica: desde la frívola divorciada que busca otro braguetazo hasta la alta ejecutiva agresiva tanto en su puesto como fuera de él, pasando por la pareja que forman un futbolista y su chica, que no tienen dos dedos de frente pero quieren invertir en esto del arte. Pese a la escasa originalidad de la propuesta, la serie permite a Iglesias y Romo 'lucirse' dando vida a distintos personajes dentro de la ficción que, eso sí, no logran sacar del todo al actor del encasillamiento al que se ha visto sometido en los últimos años como galán en la pequeña pantalla.
Y aunque el tono es pretendidamente cómico -hay solo un gran gag en el desarrollo la primera mitad de la serie-, la ficción carece de chispa y de ingenio, con unos diálogos más bien sosos. Visualmente cumplidora, Paco Belda toma decisiones un poco raras a la hora de diseñar su fotografía, apostando solo en algunas secuencias por jugar con la profundidad de campo o retorcer los planos, especialmente en las introducciones y los epílogos de cada episodio, en los que Cata lanza reflexiones sobre el arte un tanto estériles. La ambientación, que parece centrada en mansiones y viviendas de lujo y en el entorno de las cuatro torres de Madrid -también viajan a Toledo, Marbella o Miami-, tampoco ayuda.
En definitiva, 'Los artistas: primeros trazos' es una ficción más bien pobre que, como sus protagonistas, cumple con creces su objetivo. Que la serie cuente con el título de 'primeros trazos' ya es un claro indicativo de que la producción ha llegado para quedarse. Si acompañan los datos, claro.
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