'Las vidas de Sing Sing': humanidad y reinserción

No es la primera vez que el teatro en la cárcel y el cine derivan en una obra de interés, ahí están 'El triunfo' o 'César debe morir'. La primera, una producción francesa dirigida por Emmanuel Courcol, presentaba al tutor de un taller teatral para presidiarios que acababa empatizando con sus alumnos, como si le fuera la vida en ello, preparando la interpretación de 'Esperando a Godot', de Samuel Beckett. La relación entre los presos y el profesor en el centro penitenciario echa raíces a medida que se van conociendo e interactúan. En la segunda propuesta, los hermanos Taviani, Paolo y Vittorio, se atrevían con Shakespeare, en una aplaudida docuficción sobre otro taller interpretativo organizado en una prisión. Los ensayos y la representación final del 'Julio César' se alterna con la vida cotidiana de los reclusos. De similar premisa parte 'Las vidas de Sing Sing', un filme que no para de cosechar excelentes críticas y nominaciones. Distribuida por A24, la compañía del momento -con 'Heretic' en cartelera y 'A Different Man' por estrenar-, pudo verse en un pase sorpresa en la sala Phenomena de Barcelona a principios del pasado diciembre en una inesperada proyección que atrapó a la audiencia. ¿La razón? Un tono cinematográfico ejemplar y un reparto que encandila por su veracidad. Greg Kwedar, con tan solo un título discreto en su filmografía, 'Transpecos', firma una película donde la actuaciones son vitales, con algunos nombres debutantes que surgen de la propia cárcel, ex-presidiarios que han vivido la experiencia que se desgrana en la ficción, incluso encarnándose a sí mismos. La principal virtud del director es haber sabido captar esta situación anómala que beneficia el conjunto, una meritoria sensación de estar viendo algo cargado de naturalidad.

'Las vidas de Sing Sing', vista por primera vez por estos pagos en la clausura de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (SEMINCI), es una historia de redención, un drama carcelario sin escenas escabrosas, que describe la vida en un centro penitenciario como un lugar más tranquilo de lo habitual, sin violencia visible ni tejemanejes, una perspectiva difícil de entender, aunque no de aceptar según lo que observamos como espectador interesado. Hay un mensaje positivo, de superación personal, donde figura la capacidad del arte para sanar nuestra convulsa existencia. El protagonista, a quien pone rostro con brillantez Colman Domingo, visto estos días en la serie 'La locura' de Netflix, es un preso encarcelado por un delito que quizás no cometió. Sing Sing, al igual que Alcatraz, es una cárcel de máxima seguridad. No hay intentos de fuga ni nada por el estilo. Para sobrellevar la monotonía y la falta de libertad algunos presidiarios, principalmente afroamericanos, se apuntan a un taller de teatro que ofrece el centro correccional con el objetivo de facilitar la reinserción en la sociedad. Las artes escénicas alivian la carga de la culpa y el horror de estar encerrado sin apenas ver la luz. Creatividad entre rejas como apoyo emocional.

El reparto de 'Las vidas de Sing Sing' es, obviamente, enteramente masculino -al que esto escribe le cuesta ver una película sin personajes femeninos decentes, pero aquí no queda otra-, con un elenco de actores, cabe insistir, que incluye a antiguos reclusos que han sido miembros del taller descrito en la propia película con anterioridad, lo que da pie a un interesante ejercicio. Aparte de la entregada labor actoral de Domingo, el rol principal, destaca su compañero de encuadre Clarence Maclin, que nunca antes se había colocado frente a una cámara y luce una espontaneidad encomiable. La individualidad frente al trabajo en común, la responsabilidad y el pecado, la necesidad de perdón, la amistad, el complejo de culpa y la desesperación vertebran un filme social sobre la vida en prisión más amable de lo habitual, que defiende la rehabilitación y la interactuación entre los seres humanos para sobrellevar un mundo complicado.

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