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Segundas partes nunca fueron buenas, un dicho que no siempre es cierto, ahí está 'El Imperio contraataca', y tantas otras excepciones, pero esta frase manida viene que ni pintada para ahorrarnos prosa encendida a la hora de hablar de 'Rebel Moon - Parte 2: La guerrera ... que deja marcas', continuación de la presunta saga espacial de Zack Snyder que, visto lo visto, quizás se quede en un díptico. Deudora confesa, y molesta, de la imaginería de 'Star Wars', esta segunda entrega multiplica los errores que ya señalamos en el primer capítulo. Cero épica. Da igual quién muera. O peor, da lo mismo quién sobreviva.
Solo los miembros de la secta Snyder, cegados por el magnetismo obtuso de su gurú, pueden defender este pastiche que hace flaco favor a la carrera de un cineasta que cuenta con algunos hitos en la historia del cine, como el comienzo del remake 'Amanecer de los muertos' (escrito, por cierto, por James Gunn). Su talento parece haberse ido desinflando, poseído por decisiones estéticas demodé y un uso y abuso de la cámara lenta que ya desgastó en '300'.
Visto lo visto, podemos entender que el proyecto no colara en el universo ideado por George Lucas, ahora secuestrado por Disney. No da la talla, hay series con mejor empaque y tampoco destacan los efectos visuales ni las escenas de acción. Luce a ratos el entregado casting -Sofia Boutella y compañía hacen lo que pueden defendiendo sus trillados perfiles- y poco más en este batiburrillo de tics de género que está por debajo del filme original, que ya es decir, estrenado las pasadas Navidades. La reivindicación insistente y desmedida del Snyderverse en las redes sociales, el universo cinematográfico de DC, es lo peor que le ha podido pasar a este creador de trayectoria balbuceante.
Resulta significativo que 'La guerrera que deja marcas' retome la historia en un punto álgido, tal y como acabó su predecesora, para bajar el pistón y tardar la friolera de sesenta minutos, toda una vida en Netflix -donde, afortunadamente, nos quedan las producciones asiáticas-, para que haya algo de meneo. Una hora viendo a unos campesinos aprendiendo a disparar, algo que no hemos visto nunca, entiéndase la ironía, y a un villano, con un peinado ridículo, enrabietado soltando soflamas. Su aspecto de tronista, de joven emprendedor que lo peta en TikTok, no pega con el rollo Terminator que se trae.
Perezosa y confusa narrativamente, poco diálogo cuela como trascendente hasta la llegada de una batalla final que sabe a poco. Es curioso que sea un robot generado por CGI quien aporta uno de los momentos bélicos más emocionantes de este remedo de 'Los siete magníficos del espacio' con pasta, aunque no es algo que no esperemos. Cero sorpresas. Ni el musicón de Junkie XL eleva el desaguisado de un director sin sentido del humor cuyo modus operandi se ha quedado atascado en el slow motion y la fotografía sombría. Tenemos hasta un duelo final de espadas láser. Y chico salva a chica, a estas alturas del partido, como en 'Wonder Woman'. Vaya empoderamiento de saldo (menos mal que existe 'Sucker Punch'). También hay besos románticos metidos con calzador en el poco sutil 'The End'. Irrisorio final sorpresa que deja la puerta abierta a más longanizas. Renovarse o aburrir.
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