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Marta Nieto y Noa Álvarez en 'La mitad de Ana'.
Marta Nieto llega tarde al debate trans

Marta Nieto llega tarde al debate trans

La actriz debuta como directora con 'La mitad de Ana', el fallido drama de una madre sobrepasada por una niña que se siente niño y que llega tras '20.000 especies de abejas'

Jueves, 9 de enero 2025, 16:30

El azar, el tiempo, la realidad se cuelan a veces en la génesis de una película, que al ver la luz ya no es la misma que cuando empezó a tomar forma en un guion. Es lo que le ha ocurrido a Marta Nieto (Murcia, 42 años) con 'La mitad de Ana', la historia de una madre sobrepasada por una niña que se siente niño. Su ópera prima llega hoy a las salas cuando en España ya se aprobó el año pasado la Ley Trans y, sobre todo, cuando se ha hablado hasta la extenuación de una exitosa cinta ganadora de tres Goyas, '20.000 especies de abejas', de Estíbaliz Urresola, que aborda una temática similar.

Es más, Marta Nieto dirigió a modo de prueba un cortometraje con los mismos personajes que su ópera prima en el largo, 'Son', que estaba protagonizado por Patricia López Arnaiz, la actriz de '20.000 especies de abejas'. Como no tenía sentido que la vitoriana volviera a rodar otra película sobre el mismo asunto, la productora María Zamora la animó a dirigirla y protagonizarla. El programa de residencias de la Academia de Cine sirvió para que tomara forma un proyecto coproducido con Francia, que se presentó en la pasada Seminci de Valladolid y se estrena en salas este 10 de enero.

Tráiler de 'La mitad de Ama'.

'La mitad de Ana' arranca un caluroso día de verano en una playa, donde una madre y su hija de siete años (Noa Álvarez) contemplan un caballito de mar, una de las pocas especies en las que el macho experimenta el embarazo. Ana es una madre separada, que siente que su niña prefiere estar más con su padre francés (Nahuel Pérez Biscayart) que con ella. Siempre parece agobiada, triste, preocupada. Es una mujer precarizada, que estudió Bellas Artes y tuvo sueños artísticos, pero la realidad la ha condenado a ser vigilante de sala en el Museo Reina Sofía. Su exmarido y su hermana le dicen que es un desastre, sin darse cuenta seguramente de que está sumida en una depresión.

Son (Sonia) no le pone las cosas fáciles. La niña no quiere hacer gimnasia con sus compañeros y se resiste a ir al baño en el colegio, hasta el punto de que enferma por una infección de vejiga. «Mamá, ¿por qué soy una niña?», la desarma. «No me gusta. Yo quiero llevar el pelo corto y jugar al baloncesto con mis amigos». Ana deberá imponerse a la incomprensión del entorno escolar y familiar. Le tocará actuar: comprar los primeros calzoncillos de su hijo en una mercería o asistir con su exmarido en la mejor escena del filme a la 'salida del armario' de la ñiña en clase, rogando a sus compañeros que, a partir de entonces, la traten como a un chico.

A diferencia de '20.000 especies de abejas', la ópera prima de Marta Nieto no se centra tanto en la niña como en la madre. En un proceso de transición, no solo cambia una persona, sino también su familia. Ana deberá volver a recuperar su identidad. La directora remarca esa idea con los múltiples espejos en los que se ven reflejados sus protagonistas. Su crisis anímica también da pie a algunas escenas oníricas que resultan forzadas entre tanto naturalismo, en las que la madre imagina que cobra vida el cuadro que la acompaña en su jornada laboral: el monumental lienzo 'Un mundo', de Ángeles Santos, que fascinó a la intelectualidad de la España de finales de los años 20. La misma sala del Reina Sofía, dedicada al Realismo y Superrealismo en el Arte Nuevo, también acoge el icónico 'Figura en una ventana', de Salvador Dalí, que también tiene protagonismo en la cinta.

Marta Nieto, Noa Álvarez y Nahuel Përez Biscayart en 'La mitad de Ana'.

'La mitad de Ana', quizá la primera película que muestra la vida en uno de los PAU que circundan Madrid, no termina de desarrollar las interesantes premisas que plantea, tanto en lo relativo a la maternidad como bendición y condena, como a la disforia de género. Hay demasiados hilos narrativos abiertos que no se concretan y el espectador se siente a la espera de una catarsis emocional que nunca llega.

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