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«Si no hubiera sido actor, a menudo pienso que me habría convertido en un estafador y habría acabado en la cárcel», escribe Marlon Brando en 'Las canciones que mi madre me enseñó', su autobiografía de 1994. Ningún otro nombre en la historia del cine ... ha influido tanto en otros intérpretes, que no solo han tomado nota de su manera de actuar, sino de sus reflexiones sobre un oficio que abordó unas veces desde la pasión y otras desde el desprecio. Antes de Brando, las estrellas se interpretaban muchas veces a sí mismas. Con el protagonista de 'El padrino' y 'El último tango en París' los arquetipos masculinos dejaron de ser de una pieza y ganaron complejidad. Sin Brando, seguramente no existirían Al Pacino, Robert de Niro ni Javier Bardem.
Hace cien años, el 3 de abril de 1924, nació en Omaha, Nebraska, un actor que concibió su profesión desde las entrañas. Su profesora de interpretación, Stella Adler, le enseñó siguiendo el método de Konstantín Stanislavski que las emociones había que buscarlas dentro de uno mismo y no imitarlas sin más. No se trataba de representar, sino de ser. Lo resume Michael Winner, que le dirigió en 'Los últimos juegos prohibidos': «Antes de Brando, los actores representaban personajes; después de él los vivían literalmente».
El Actors Studio de Lee Strasberg y Elia Kazan, con quien rodó las tres películas esenciales de sus inicios, 'Un tranvía llamado deseo', '¡Viva Zapata!' y 'La ley del silencio', fueron el laboratorio en el que ensayar una revolución que primero perfeccionó en los escenarios. Unos padres alcohólicos y maltratadores le suministraron el tormento necesario para alimentar sus personajes. Su belleza y carisma lo convirtieron en un icono de rebeldía admirado e imitado: cuando en 1953, aparece a lomos de una motocicleta vestido de cuero en '¡Salvaje!', todos los jóvenes estadounidenses quieren ser como él.
Ese talante indomable de los comienzos acabó transformado en divismo al final de su carrera. Cuando Francis Ford Coppola le contrató para 'Apocalypse Now', Brando tenía 55 años. Le prometió que iba a adelgazar. No solo no lo hizo, sino que apareció en Filipinas sin haberse leído el guion ni el libro que lo inspiró, 'El corazón de las tinieblas', de Joseph Conrad. Confraternizó con los nativos, improvisó sus diálogos y el resto es historia del cine.
Brando era un genio, sí, y se comportaba como tal. Cobró casi 17 millones de euros y un insólito porcentaje de beneficios en taquilla por 10 minutos escasos de metraje en 'Supermán'. Volvió loco al director Richard Donner y leyó sus diálogos en carteles porque no se los memorizó. Ganó dos Oscar, por 'La ley del silencio' y 'El padrino', y en el segundo de ellos envió a una amiga activista para rechazarlo en protesta por los estereotipos con los que los indios eran retratados en el cine y por el asedio que padecían las tribus.
Marlon Brando fue pionero en reivindicar causas sin importarle las consecuencias en su carrera de condenar el racismo en Estados Unidos, financiar a los Panteras Negras o alabar la Revolución Cultural china. Apartado del mundo en su atolón de Tahití, del que se había enamorado durante el desastroso rodaje de 'Rebelión a bordo', tuvo al menos once hijos de tres esposas y múltiples amantes. Se gastó una fortuna en defender a su hijo Christian en el juicio por el asesinato del novio de su hermanastra, Cheyenne, que acabó suicidándose.
El Julio César de Mankiewicz, el Napoleón de Henry Coster, el Vito Corleone de 'El padrino' despreció la fama y abominó del éxito. Encarnó una masculinidad que podía resultar animal pero que también se permitía debilidades reservadas hasta entonces a las mujeres, como romper a llorar. En la célebre entrevista que Truman Capote le hizo en 1957, titulada 'El duque en sus dominios', un Brando bañado en vodka confesó que la gente sensible no logra evolucionar aterrada por las heridas: «Nunca se permite sentir porque siempre siente demasiado». En uno de los monólogos improvisados de 'El último tango en París' también se expuso revelando el dolor que le había causado la relación de amor-odio con su padre: «Su sangre consistía en una mezcla de alcohol, testosterona, adrenalina e ira».
Desde Brando los actores pueden dudar, experimentar y equivocarse. Y su ambición no se agota delante de una cámara. La primera estrella en recibir un millón de dólares por un papel –'Rebelión a bordo', en 1962– también puso contra las cuerdas a un estudio cuando se encaprichó de dirigir una película, 'El rostro impenetrable', que resultó ser magnífica.
Marlon Brando declinó cuidarse al final de sus días y murió a los 80 años en 2004 por problemas cardiacos y respiratorios derivados de su obesidad. En su autobiografía, el músico de The Band Robbie Robertson desvela una anécdota que retrata muy bien al actor. Ambos discuten con un grupo de amigos sobre quién sobreviviría si naufragaran en una isla desierta.Robertson alega que, como indio, sabe hacer fuego. Y Brando zanja: «Sobreviviría yo. No me importaría comeros a todos».
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