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Jaume Ripoll (Palma de Mallorca, 1977) mamó el cine en casa con unos padres que regentaban videoclubes y salas. Estudió para director, pero acabó asistiendo en primera persona a las transformaciones del mercado doméstico del vídeo hasta llegar a fundar Filmin, la plataforma oasis del ... cinéfilo. Todo eso lo cuenta en su libro 'Videoclub' (Ediciones B). Este fin de semana la reina Letizia clausuraba en Palma el festival que organiza, el Atlantida Film Fest.
–Su padre tenía videoclubes en salas de bingo, cines, panaderías y bares de carretera. ¿Cómo era eso?
–En esos años, los 80 y principios de los 90, había tantos videoclubes en España que solían tener dos negocios a la vez, sobre todo en los pueblos. El bar o la panadería también disponían de un pequeño videoclub con unas 200 películas, que no siempre eran novedades, sino reestrenos; 'Atracción fatal' salía en junio en el videoclub de ciudad y llegaba al pueblo en octubre. En el bingo de Palma teníamos el Metrópolis, un videoclub contiguo. Al final, solo sobrevivió el Casablanca.
–Las películas eran algo físico, un objeto de deseo, una caja y una carátula que manoseabas. Cómo han cambiado las cosas...
–Fue como 'El increíble hombre menguante'. De las carátulas grandes del VHS pasamos al Laserdisc, después al DVD, más pequeño, al Blu-ray y a internet, donde no hay espacio físico. No tener un objeto entre manos ha cambiado la experiencia.
–Su padre pensaba que la mejor educación para su hijo era el cine.
–En el discurso de clausura del Atlántida reivindiqué el papel de los padres y los profesores que dedican tiempo para formar formar a los chicos y entender que el cine no solo es presente, sino pasado.
–Estudió para ser director de cine y acabó vendiendo películas. ¿Tiene una espinita clavada?
–No sé si tengo una espina clavada, pero al menos no la noto al caminar. Al acabar la ESCAC en 2001 posiblemente sentía el resquemor de no haber ido más allá con la carrera de director. Estoy convencido de que no sirvo para dirigir películas. No quiero ocupar el espacio de otra persona con más talento. Otra cosa es escribir un guion, si encontrase el tiempo para hacerlo.
–En 2006 entendió que el futuro no era el vídeo, sino internet.
–Tuvimos la convicción de crear una empresa en la que durante muchos años fuimos a contracorriente, perdiendo dinero. Pese a todo, no desistimos porque sabíamos que el futuro no muy lejano pasaba por el visionado on-line de las películas. Y así ha sido.
–En aquel tiempo del pirateo y la 'cultura gratis', nadie pensaba que íbamos a pagar por ver películas en un ordenador.
–Nosotros sí. Otra cosa es que tuviésemos las claves y el dinero para convencer a los usuarios. Esos cinco años de caos y desregulación dieron paso a un mercado normalizado, en el que el pago por el visionado se ha generalizado. Este cambio ha beneficiado sobre todo al espectador, que por muy poco dinero tiene más de lo que ha tenido nunca.
–Enrique Urbizu comprueba que sus alumnos no saben nada de la historia del cine y habla del 'síndrome de la nevera llena': a mayor acceso, menor conocimiento.
–No me gusta generalizar. Las cifras de Filmin indican que hay inquietud por ver otras obras. ¿Que el público joven conoce mayoritariamente a Robert Siodmak y William Wyler? Por supuesto que no. ¿Los conocían mucha gente hace treinta o cuarenta años? Tampoco. Tendemos a magnificar tiempos pasados. El otro día cenaba con unos amigos que me preguntaron quién era Humphrey Bogart. Te choca, pero no debes hacer que se sientan culpables, sino felicitarte porque ahora tienen la oportunidad de descubrirlo.
–Antes alquilábamos una película y la veíamos entera, ahora le damos cinco minutos antes de saltar a otra.
–Es la evolución del zapping televisivo. También te recordaré cuánta gente tenía estanterías de Ikea llenas de DVD precintados.
–En el libro deja espacio para alguna confesión íntima: «Llegué al cine gay antes que a aceptar que yo lo era».
–Cierto. Por eso es tan importante para muchos homosexuales el cine con personajes gays. Se ha discutido si estas etiquetas son relevantes o no. Y sí lo son, porque hay seres humanos que necesitan películas que les interpele y les ayude a conocerse mejor a sí mismos. Unas veces son guía y otras refugio.
–También descubre algo de lo que nunca se ha hablado: el porno fue el negocio más rentable para los videoclubes durante veinte años.
–No entro en aspectos morales sobre el porno, solo explico su importancia comercial en este negocio. Tomó el relevo de las salas X cuando cerraron. Primero con el VHS y después con las máquinas expendedoras, donde ya no había contacto con el dependiente.
–'Barbie' y 'Oppenheimer' llenan los cines como no se veía desde antes de la pandemia. ¿Es un espejismo?
–Es curioso el interés del público por la facturación del negocio, no pasa con los restaurantes o los estadios de fútbol. La salud del cine como arte e industria es otra historia, no depende del éxito comercial de dos películas. La excepción no construye una industria. La taquilla de este verano acumula también grandes decepciones económicas. Está por comprobar si los espectadores de 'Barbie' irán a ver las películas de los tráilers que les han puesto.
Esta es la noticia más importante que anunciaré en mucho tiempo.
— Jaume Ripoll Vaquer (@JaumeRV) May 2, 2023
El 25 de mayo publicaré #Videoclub
Un libro de memorias, anécdotas, confesiones, listas, aciertos y muchos errores.
Nervioso por saber si os gustará. https://t.co/daU4m3hTqp pic.twitter.com/ukZ1sLlzzN
–¿Sufre un conflicto interior como cinéfilo por la muerte anunciada de las salas y el auge del streaming que le da de comer, sobre todo gracias a la pandemia?
– No creo en la muerte de las salas. Es un modelo de negocio que debe adaptarse al curso de los tiempos, como han hecho Phenomena y los cines Embajadores. Yo no sigo lamentándome por la muerte de los videoclubes, donde empecé. No me siento responsable de la crisis de las salas, más bien lo contrario, hay espectadores que descubren películas en Filmin y siguen el trayecto en los cines.
–¿De qué habla con una Reina cinéfila?
– Es la cuarta vez que viene al festival. Es un placer hablar de cine con la reina Letizia, una persona muy cercana y cariñosa. Solo tengo palabras de agradecimiento a su apoyo al festival y su compromiso con un cine singular. Su presencia en el estreno de 'Creatura', una película compleja, hizo que tuviese visibilidad. Y nuestro cine necesita de todos los embajadores posibles para llegar a más público.
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