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No hace falta subrayar que, a día de hoy, gozar de un gran número de visionados en streaming no es sinónimo de calidad, pero figurar en la pole position asegura un alto nivel de visibilidad que no siempre tienen interesantes títulos a los cuales no se les presta la atención que merecen, o ni siquiera entran en alguna plataforma por la puerta de atrás. 'Los feos', de reciente estreno, luce esta semana en el número 1 de Netflix. Durará hasta el siguiente lanzamiento del gigante del entretenimiento. No necesita más para que todo el mundo la vea destacada en el menú bajo demanda y sea devorada por millones de espectadores en sus casas. Está comprobado que el grueso del público elige qué ver según lo que destaque en la portada. Para qué perder el tiempo. El dedo se desliza en el mando, o en la superficie de la tablet, seleccionando títulos como el que nos ocupa, un telefilme que intenta ocultar su condición de sucedáneo de franquicias como 'Divergente' o 'Los juegos del hambre'. Ciencia-ficción juvenil en clave low cost.
Las distopías, con sus mensajes de buen rollo que hacen pensar, generalmente desmontando el sistema, sirven para tranquilizar nuestras conciencias por un rato y poco más. Nadie se aplica realmente el cuento tras su visionado o lectura. La literatura young adult, etiqueta que se ha hecho un hueco en las grandes superficies de venta, está plagada de historias de ciencia-ficción cargadas de moralina que describen sociedades del futuro donde se coarta la libertad del ser humano con mil y una artimañas. Por supuesto, los protagonistas se liberan de sus ataduras, de la alienación y la falta de cordura, pasando a la acción. El pensamiento acaba abriéndose paso y el establishment estalla en mi pedazos cargados de moralina. Suena estupendo, cuestionarse las cosas, pero todo queda en la ficción. En la realidad todo sigue igual y se penaliza a aquellas mentes inquietas que se muestran excesivamente motivadas a la hora de hablar de cambiar el planeta. 'Los feos' plantea un escenario curioso. Los ciudadanos adolescentes esperan en una fría academia, como mandan los cánones, alcanzar la mayoría de edad para que una operación estética les cambie la vida. Es obligatorio entrar en el quirófano e integrarse, con tu nuevo cuerpo diez y bello rostro, en un mundo repleto de felicidad. No se trabaja, todos los días es fiesta y todos están buenos. Por supuesto, hay trampa. Nadie se lee la letra pequeña.
'Los feos', quizás aceptando lo que hay, se contradice a sí misma como obra crítica con la dictadura del gusto desde el casting, al margen de su look de serie B mal aprovechado. Los personajes principales están lejos de ser feos o deformes. Como máximo, endosan a los actores una prótesis en la nariz que caricaturiza levemente sus caras. Tan irrisorio detalle es solo la punta del iceberg del absurdo espectáculo. Evidentemente, hay una comunidad de renegados que no quieren operarse, quieren mantenerse como son y aceptar unos defectos físicos… que no tienen. Choca que la supuesta revuelta revolucionaria de los contrahechos la encabece un grupo de muchachos de buen ver que cumplen, con creces, con los estándares establecidos. No es el grupo terrorista de 'Acción mutante'. Tampoco es necesario, pero de ahí a completar el casting a la puerta de un gimnasio… No es la única notable discordancia del filme, que flaquea en las escenas de acción y no tira de ningún giro que sorprenda lo más mínimo. Originalidad, ni la más mínima, aunque el reparto lo de todo: Joey King, Keith Powers, Chase Stokes, Brianne Tju...
El guion, firmado por cuatro personas, nada más y nada menos, parte de la novela de Scott Westerfeld, mientras la dirección cae en manos de McG, un tipo que empezó fuerte, a pesar de su ridículo nombre de rapero, encabezando proyectos comerciales como 'Los ángeles de Charlie', tras filmar videoclips de grupos como Offspring o Cypress Hill. El realizador de 'Terminator: Salvation' no da pie con bola, aunque parecía que había encontrado su camino atreviéndose con el gore y el terror juvenil en la desenfadada 'The Babysitter', estrenada directamente en Netflix. Una pena que no haya optado por un tono similar en 'Los feos', rodada sin ganas, con alguna escena donde canta el montaje a la hora de resolver la papeleta. El final da pie a una posible secuela, una maniobra que ojalá no se cumpla. La belleza está en el interior, tan sobado mensaje, acaba siendo pisoteado sin remedio. No hay nada como vender los convencionalismos con un producto que parece todo lo contrario para que cale más en una audiencia potencial de jóvenes despistados.
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