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Cuenta la leyenda que cuando la casera de David Cronenberg (Toronto, 1943) se enteró del tipo de películas que hacía le puso de patitas en la calle. Comenzaban los años 70 y aquel joven director canadiense escribía guiones titulados 'La orgía de los parásitos de ... la sangre' y rodaba cortos y telefimes sin parar. Sus primeros largometrajes descubrieron una nueva mirada en el cine fantástico, un autor que, como definió acertadamente alguien, «mostraba lo que nunca debería haberse visto». Al maestro, presente en San Sebastián para recibir el segundo Premio Donostia de esta edición, le gusta la definición.
«Hay algo de verdad en ello», reconoció. «Creo que la civilización es represión, en el sentido de que para existir, para vivir en sociedad, tenemos que dejar de matar, de violar, de agredir. De vez en cuando sucede y sale en los periódicos, no todo el mundo se reprime. Y eso es bueno, siempre que exista el arte para cometer esos crímenes. El arte es crimen y los artistas criminales, y es bueno que sea así. Es apetecible el inconsciente, explorar esas cosas ocultas y prohibidas que necesitan entenderse. La atracción del cine siempre ha sido lo prohibido. Yo espero poder seguir cometiendo crímenes mucho tiempo».
A sus 79 años, el director de 'La mosca' e 'Inseparables' acaba de operarse de cataratas. «Las lentes que he tenido durante toda mi vida han desaparecido», reveló. También lleva audífono, por lo que, bromeó, se considera «un hombre biónico». «Yo soy el futuro». El cine de Cronenberg siempre se ha revelado profético, como cuando en 'Videodrome' (1983) imaginó una palpitante pesadilla de ciencia ficción en el que las imágenes podían controlar y alterar la vida humana.
«Como realizador, mi trabajo no es ser profeta», puntualizó. «No intento predecir el futuro. Tampoco soy un político que le diga a la gente lo que tiene que hacer. Los artistas tenemos las antenas más sensibles que el resto de la gente. Nos encontramos con cosas desestabilizadoras que acaban en la película y un espectador reacciona a ellas».
David Cronenberg no ha venido a San Sebastián solo a recoger un premio. Mañana estrena en los cines españoles 'Crímenes del futuro', un filme estrenado en Cannes que la crítica recibió con alborozo como un regreso a sus orígenes. Viggo Mortensen, Kristen Stewart y Léa Seydoux protagonizan esta distopía en la que hay seres humanos que son capaces de generar nuevos órganos y que son vistos como artistas. Una vuelta al universo de la 'Nueva Carne', que en su día puso a prueba nuestros estómagos y conciencias.
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«No se trata tanto de empujar a los límites al público, sino de hacerlo conmigo mismo», reflexionó. «De eso va mi cine. Hitchcock se veía a sí mismo como una especie de marionetista, que pulsaba las cuerdas y hacía reír o sufrir al espectador. Pero yo no creo que esa deba ser la experiencia del director. Yo me embarco en un viaje creativo explorándome a mí mismo, experimento según lo voy haciendo. Y luego le digo al público: 'He imaginado esto, a ver qué pensáis acerca de ello'».
Para Cronenberg, «el impulso de destrucción humana es real y muy común a todas las sociedades». «Es complicado y oscuro saber si tendremos la capacidad de controlar lo que hemos soltado en el mundo», añadió tras mentar el cambio climático y la guerra en Ucrania. «Podremos arreglar las cosas si tenemos el deseo de cambiarlas, pero no soy muy optimista».
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