Secciones
Servicios
Destacamos
Allí donde Javier Bardem se explayó, acusando al Gobierno israelí de Netanhayu de «crímenes contra la humanidad», Cate Blanchett prefirió no entrar. La flamante ganadora este año del Premio Donostia junto a Pedro Almodóvar apareció en el último Festival de Cannes con un vestido de alta costura de Heider Akerman para Jean-Paul Gaultier, que con su cola verde y la parte trasera en rosa pálido recordaba a la bandera palestina. Un guiño solidario por el que le preguntaron en San Sebastián. «Hay muchos conflictos en el mundo y nos sentimos inútiles ante ellos», reconoció la actriz. «El derecho a manifestarse es imprescindible en toda democracia. Pero ningún conflicto puede resolverse en una alfombra roja ni con declaraciones de un artista».
A sus 55 años y con dos Oscar en su haber (por 'El aviador', de Martin Scorsese, y 'Blue Jasmine', de Woody Allen), Cate Blanchett puede considerarse la actriz total. La reina Galadriel de 'El señor de los anillos', la heroína Charlotte Gray, la Irina Spalko de 'Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal', la Carol imaginada por Patricia Highsmith y llevada a la pantalla por Todd Haynes (uno de sus papeles favoritos, reconoció en San Sebastián) sigue sorprendiendo y fascinando en cada nueva película. El Premio Donostia recompensa una carrera cimentada en el riesgo, capaz de saltar de Wes Anderson a David Fincher, de Peter Jackson a Alejandro González Iñárritu, de la Marvel a Netflix. Cate Blanchett ha sido capaz hasta de meterse en la piel del mismísimo Bob Dylan en 'I'm Not There' y resultar creíble.
«Es un honor recibir el Premio Donostia entre Javier Bardem y Pedro Almodóvar. Son dos grandes cineastas y estar ahí en medio tiene mucho significado para mí», agradeció la intérprete australiana pocas horas antes de recoger el galardón de manos del cineasta mexicano Alfonso Cuarón, que la ha dirigido en su última serie, 'Observada', una sátira de Apple TV sobre la cultura de la cancelación. «Cuando los críticos o una cultura que no es la tuya aprecian tu trabajo, tiene un significado profundo para mí», expresó. «Nunca me tomo los premios a la ligera, pero sí que me sorprenden».
Blanchett y Almodóvar trabajaron durante mucho tiempo en el que iba a ser el primer largometraje en inglés del manchego. Sin embargo, el director anunció el año pasado que no iba a rodar 'Manual para mujeres de la limpieza' porque no se veía preparado para un proyecto de tanta envergadura. Al final, rodó en inglés 'La habitación de al lado', protagonizada por Tilda Swinton y Julianne Moore, que se estrenará el 18 de octubre. «Pedro y yo hablamos todo el rato. Es un hombre de gran gusto, con discernimiento. Sabe qué puede hacer y dónde. Hemos estado hablando de esa película durante 25 años, así que espero que algún día podamos rodarla», confía Blanchett, que hace dos años recibió el Goya internacional y confesó entonces que el cine español le había influido mucho.
Nacida en Melbourne en 1969 en el seno de una familia de clase media, Blanchett se educó en un colegio metodista y empezó a estudiar Bellas Artes y Económicas aunque los libros no eran lo suyo. Aburrida de las clases, decidió conocer mundo y, mochila al hombro, se pasó varios meses viajando. Mientras visitaba Egipto, debutó en el cine haciendo de animadora americana en una película de boxeo. De vuelta a Australia, se matriculó en el Instituto Nacional de Arte Dramático de Sídney, aunque con escasa confianza en su futuro.
El teatro le dio las primeras satisfacciones en forma de premios y experiencias inolvidables, como compartir escenario con su ídolo, Geoffrey Rush, en 'Oleanna'. Un año después intervino en series de televisión y, en 1997, debutó en el cine con 'Camino al paraíso', que le llevaría al papel principal de 'Elizabeth'. Blanchett se sumerge en los personajes, cambiando su imagen o alterando su acento. Para encarnar a la directora de orquesta de 'Tár', que le valió su octava nominación al Oscar, asegura que aprendió a tocar el piano, a hablar alemán y a dirigir una formación.
«Estaba aterrorizada con aquel papel. Fue una montaña rusa que no sabía como subir, pero conseguí acabar aprendiendo a darle la vuelta. Ojalá en política pudiéramos convertir el temor en emoción como en el cine», reflexionó una actriz que tiende a elegir personajes que sean opuestos al que acaba de hacer. «Funciono en base al instinto, como si fuera gasolina». El teatro es para la actriz su «gran amor», en gran parte por la cercanía que le permite establecer con el público. «Te permite estar muy conectado, mientras que en el cine hay normalmente mucha distancia, especialmente en el 'streaming', donde ni si quiera puedes saber algo tan simple como cuánta gente ha visto tu película», lamentó.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.