Quim Gutiérrez
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Quim Gutiérrez
A Andrés, director de una exitosa agencia de comunicación en el centro de Madrid, no todo le podía salir bien. Jeta y caradura, intentó engañar a Hacienda para obtener una subvención, pero le acabaron pillando. ¿El castigo? Una multa y la obligación de trasladar las oficinas a Los Caños, un barrio marginal del extrarradio. Quim Gutiérrez (Barcelona, 43 años) se mete en la piel de este personaje que se aleja del «pusilánime encantador» al que ha dado vida en otras ocasiones.
-Ha hecho mucha comedia. ¿Qué tenía 'Al otro barrio' de especial para que dijera que sí?
-Hay algo que además tiene que ver con la directora de la película, Mar Olid, y es que es un personaje de comedia que no es el pusilánime encantador, en el cual me he visto más veces implicado, sino que era el macarra carismático, un personaje que se acerca al que ya hice con ella en 'El vecino', en tanto que son dos tipos que ante una situación que les pone contra la pared son capaces de inventar argumentos peregrinos y graciosos para salir adelante. Con Mar habíamos generado esa dinámica en 'El vecino' y nos funcionaba muy bien.
-O sea que le permitió meter baza.
-Mar genera un clima creativo impecable y además luego tiene criterio para discriminar para lo que está bien de las ideas de mierda, por decirlo así. Y eso alivia para poder inventar tranquilo, sabiendo que solo va a rescatar lo que funciona.
-¿Busca usted la comedia o la comedia le busca a usted?
-Yo es que era actor de drama. De hecho, yo no sabía que podía hacer comedia. Después de un corto con Daniel Sánchez Arévalo y una obra con David Serrano sí que dije: «Hostia, pues esto funciona». Y empecé a encontrar mimbres en mí que no sabía que tenía. Luego hice 'Primos' y empezaron a ofrecerme cosas similares hasta que llegó un momento en que parecía que solo podía hacer de pusilánime encantador, lo cual me cansó mucho. De hecho es un personaje que rechazo prácticamente siempre porque no me divierte ya hacerlo. Soy muy consciente de que estoy en una posición privilegiada con eso de poder escoger. En otro momento de mi carrera no hubiera sido capaz de rechazar a otros personajes y, por ejemplo, tirarme de cabeza a un Andrés como el que nos ocupa.
-Reconoce ese privilegio, pero ¿le da miedo decir 'no'?
-Da menos miedo si tienes un proyecto ya entre manos, pero a mí personalmente siempre me lo da un poco. Lo que pasa es que te acostumbras a vivir con eso, pero no es una decisión que se tome a la ligera y hay muchas variables en juego. Cuando aparecemos en los medios siempre parece que nos va bien porque es para promocionar algo, pero todo el periodo de silencio estás vivo.
-Y tomando decisiones.
-Sí, decisiones que muchas veces tienen que ver con rechazar proyectos, o son periodos en los que haces cosas a lo mejor menos brillantes o con menos repercusión con el fin de enseñar recursos de ti mismo en un tono dramático, por ejemplo, que permita luego que otros directores te vean y te ofrezcan cosas más dramáticas, que es lo que creo que falta en mi carrera, pero siempre asusta.
-Da vida a un caradura pijo que se ve obligado a mudarse a Los Caños. ¿Usted es más pijo o más de barrio?
-(Ríe) La verdad es que estoy bastante en medio. Me he movido en ambientes más pijos, pero tampoco por familia: mi madre es psicopedagoga y maestra en un colegio y mi padre es catedrático de universidad, pero en biología, no en el sector médico que es el que da mucha pasta. Entonces, bueno, es gente de un entorno académico alto. Sin embargo, sí hay muchos momentos de mi infancia, en las extraescolares o cuando íbamos de camping de pequeño, en los que he estado con gente de barrios muy parecidos a los que vemos en la película, y yo no noté mucha diferencia, la verdad. Creo que tiene mucho que ver con la visión que desde tu familia se da de esos contrastes y de cómo integras esas diferencias.
-¿Se parece en algo a Andrés?
-Hay algo que reconozco en el personaje de Andrés en mí y es que a él no se le caen los anillos. De hecho, probablemente a Andrés es al que menos le preocupa el contraste racial de clase cuando muda la empresa a Los Caños, su viaje es otro.
-Es verdad, el resto de personajes sí que luchan por adaptarse a sus nuevas circunstancias.
-Y sufren un poco más el efecto de sus propios prejuicios, pero Andrés no. Al tipo que sobrevive y es capaz de sacarse las castañas del fuego es otra cosa lo que le interesa. Él reconoce a supervivientes en traje y en chándal y su viaje es otro, es el de parar y asumir que se ha equivocado pero cuando eres muy brillante y consigues salir de todas las situaciones llega un momento en que ya no sabes qué estás defendiendo. El viaje de Andrés es encontrarse a sí mismo y e ir a Los Caños es un volver a empezar y curiosamente es un tipo que está como pez en el agua volviendo a empezar. Todo le parecen oportunidades, que es la parte graciosa. Yo digo que es una peli empresarial, de enredos es y disparates en el extrarradio y cada uno de los contratiempos que surgen a él le parecen oportunidades.
-La cinta envía también un claro mensaje social a favor de la inmigración y de la tolerancia. ¿Un mensaje así llega mejor desde la comedia que desde el drama?
-Sí, es un tema recurrente que hemos estado mencionando durante toda la mañana porque en un momento en que la diferencia se explota tanto como elemento de confrontación y de separación, pensar que la diferencia puede ser una oportunidad de mejora real en lo tangible, como en este caso en el que opiniones de cabezas distintas, que vienen de entornos distintos en lo creativo, que mejoren tu venta... Y en lo personal, cuando uno en este caso se ve obligado a convivir con gente que de entrada te hace saltar las alarmas de los prejuicios y de pronto empiezas a encontrar puntos en común y al final te das cuenta de que hay afinidades que acaban haciendo tambialear tus principios. A mí me recuerda un poco a los zascas de la vida.
-¿A qué se refiere?
-Cuando tú estás en una reunión social y alguien hace algo o simplemente con su silencio te permites hacer un juicio de valor del tipo «pues que arisco es» y al cabo de un rato, en un contexto más privado, descubres que ese carácter arisco es simplemente una timidez mal llevada y de pronto tienes afinidad pues hay un zasca. Es un juicio equivocado que me hubiera impedido un contacto con alguien que a lo mejor se puede convertir en un amigo cercano. ¿Cuántos zascas de la vida nos rodean? La peli creo que plantea eso. Hay más oportunidades en aguantar el juicio y ponerlo en duda que en reafirmarnos en aquello que creemos que ya sabemos.
-Llega la cinta además en un momento de crispación social y de polarización, con unos discursos de ultraderecha que hacen de todo menos unir.
-Total, el discurso del miedo y la diferencia... Si miras las elecciones en Estados Unidos... El otro día leía que hay un elemento diferencial que creo que nos condiciona mucho ahora y es que biológicamente nuestro cerebro no está preparado para la cantidad de información que recibimos. No generamos cortisol solo porque cuando voy al trabajo me estreso. Si cuando tú te pones la televisión ves determinadas noticias que constantemente te están generando alarma y opinas en redes sociales, tu nivel de cortisol se pone por los aires y eso es estrés, enfermedades... No estamos preparados para recibir 25 malas noticias en 5 minutos y esto tiene unas consecuencias. En mi caso, va a hacer ya prácticamente un año que no miro las noticias, creo que lo de vivir en la actualidad es una mentira y lo digo desde la posición privilegiada, en la cual la actualidad no afecta a mi día a día. Pero hay mucha gente que en las mismas condiciones decide vivir permanentemente estresada por cosas que ni le incumben ni puede solucionar, pero es que tu vida sigue igual.
-¿Ni siquiera ve los informativos?
-No, soy muy radical con eso. Me entero de cosas porque de pronto algún colega cuelga algo. Soy consciente de que lo que estoy diciendo... Hubo una época en la que estaba absolutamente pegado a la realidad, pero me di cuenta de que no podía solucionar nada; y no es desimplicación, es implicarme en aquello que puedo. Yo estoy implicadísimo en las cosas donde de verdad soy efectivo y cuando decido implicarme en algo lo hago, pero intento que sea una agenda mía, no una agenda impuesta y creo que esa es la diferencia.
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