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Antonio de la Torre es un actor tan enorme que aceptó el reto de protagonizar una película en francés sin hablar el idioma. Su inmersión total en la lengua de Molière pasó por recibir clases de un coach, escuchar la radio pública y ver mucho ... cine francés. Pero su trabajo para 'Entre la vida y la muerte', en cines desde el 14 de julio, no se agotó ahí. Como desvela el director belga de origen chileno Giordano Gederlini, el actor malagueño perdió nueve kilos, aprendió a conducir un autobús e interpretó las escenas de acción sin dobles.
Sobra decir que el protagonista de este thriller de intriga que transcurre en una Bruselas lluviosa y nocturna resulta perfectamente creíble. Las primeras escenas de una coproducción hispano-franco-belga nos devuelven al Antonio de la Torre más intenso, al que no disfrutábamos desde su papel del comisario Melitón Manzanas en la serie de Mariano Barroso 'La línea invisible'. Un hombre desesperado en una playa se introduce una pistola en la boca para suicidarse. ¿Estaremos ante una película contada en flashback por un muerto, como en 'El crepúsculo de los dioses'?
Inmediatamente después sabremos que el protagonista es un español que trabaja en Bruselas como conductor del metro. En la parada del Atomium tiene lugar el suceso que desencadena la trama. Un chaval se arroja al paso del tren que conduce Leo Castaneda en lo que parece un suicidio. Dos detalles: al chico le han disparado antes una bala en el pulmón y es el hijo de Castaneda, al que hacía dos años que no veía. La estupefacción de la policía la comparte el espectador. ¿Por qué un conductor de metro sabe pelear y manejar un arma?
'Entre la vida y la muerte' transcurre a los sones de una hipnótica banda sonora electrónica compuesta por el productor y DJ Laurent Garnier en una Bruselas de polígonos y viviendas sociales. Estamos ante uno de esos thrillers en los que la trama avanza por delante el espectador, que no puede permitirse ni una visita al baño para no perder el hilo de los acontecimientos. Perseguido por las autoridades y por los malos, el protagonista descubre que su hijo participó en un atraco. Y como en las películas de Liam Neeson, buscará venganza. Mientras, el guion proporciona pistas que al final resultarán también despistes: el islamismo, ETA...
«Vivo en Bruselas, pero nací en Chile y he vivido en Barcelona y en Francia. Siempre he sido un extranjero en las metrópolis donde me he instalado. Tenía ganas de hablar de la gente que siempre está un poco fuera de lugar, que nunca acaba de encajar», justifica Gederlini, al que, más allá del misterioso pasado del protagonista, le interesa hablar de la paternidad. Castaneda se muestra atormentado por no haber sabido cuidar de su hijo. Y además está la curiosa relación entre el comisario y su hija, una impulsiva policía, personajes encarnados por los estupendos Olivier Gourmet y Marine Vacht.
«Un thriller es mucho más interesante si sacamos a los personajes de los estereotipos de polis y cacos», defiende el director. «He intentado que no queden reducidos a una función, que tengan algo que defender». No todo funciona igual de bien que su protagonista, como los flashbacks o las imágenes casi de videojuego captadas por la cámara que lleva adosada al cuerpo uno de los villanos. Lo mejor es el tono sonámbulo y doliente de un héroe apaleado al que da vida un actor que demuestra, una vez más, ser capaz de todo.
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