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La Berlinale que consagró a Carla Simón, jurado en esta edición, aparece como la mejor plataforma posible para presentar al mundo a Estibaliz Urresola, que comparte con la directora de 'Alcarràs' afinidades temáticas y estilísticas. A Simón ha tenido que gustarle a la fuerza una ... película como '20.000 especies de abejas', que al igual que 'Verano 1993' y 'Alcarràs' pretende atrapar la naturalidad y verdad de las relaciones familiares siendo fieles a un espacio y una idiosincrasia.
A diferencia de Simón y su celebrada 'Alcarràs', la autora de 'Cuerdas' echa mano de actores profesionales, aunque el alma del relato descanse en la mirada de una niña de nueve años, Sofía Otero, que jamás se había puesto delante de una cámara. Ambición no le falta a la directora de Llodio, que enriquece el tema central –la reafirmación de la identidad femenina de la pequeña– con múltiples apuntes colaterales y simbolismos. Quizás demasiados.
A lo largo de los 127 minutos de '20.000 especies de abejas' (título complicado para vender la cinta), asistimos a un verano crucial en la vida de la familia protagonista. El matrimonio formado por Patricia López Arnáiz y Martxelo Rubio se resquebraja. Así que ella coge a los tres hijos y abandona Baiona para regresar a casa de la madre (Itziar Lazkano). En Llodio, con la naturaleza en primer plano y la silueta de las fábricas de fondo, también vive la tía Lourdes (Ane Gabarain), que recolecta miel y emplea a las abejas con fines curativos.
La pequeña Cocó de ocho años (Sofía Otero) servirá de catarsis para todos ellos. Hace mucho que luce aspecto andrógino, con el pelo largo. No entiende por qué le llaman Aitor y hace pis de pie. Ni la distinción de los vestuarios en la piscina del pueblo, para chicos y para chicas. Aitor quiere que la llamen Lucía. Todos a su alrededor sabían que pasaba algo con ella, pero no se atrevían a abordarlo. Hasta que en este verano tendrán que admitir que tienen una hija, una nieta.
'20.000 especies de abejas' aboga por cruzar fronteras, entre ellas la muga que separa Baiona de Llodio: esta es una película en la que se escucha euskera, castellano y francés. Urresola busca el naturalismo en los diálogos entre la madre y los pequeños, fruto sin duda de múltiples ensayos. La disforia de género se aborda con cierto didactismo pero con emoción. «¿Por qué soy así?», se pregunta la pequeña Cocó, a la que acompaña en su cotidianidad la vergüenza de su cuerpo y el juicio en la mirada de los demás. También se interroga sobre la fe y el bautismo, el acto en el que nos asignan un nombre. Ese es un aspecto clave en las tesis del filme: nos construyen los ojos de los otros.
En este verano de iniciación hay sitio para muchos más conflictos. La madre se encuentra a las puerta de un 'reset' vital después de dejar aparcada su vocación de escultora, heredada de un padre artista que se acostaba con sus modelos. Detrás de su éxito estuvo siempre su esposa (Itziar Lazkano), que tragaba y llevaba las cuentas. Pragmática, ella no puede entender ahora que su nieto lleve vestidos de chica. Piensa que le consienten demasiado. Menos mal que la tía Lourdes, en comunión con la naturaleza, anima a la pequeña a sentirse a gusto en su piel.
Rodada con un equipo técnico y artístico casi íntegramente femenino (Lara Izagirre y Valérie Delpierre son las productoras del filme, que cuenta con dirección de fotografía de Gina Ferrer, arte de Izaskun Urkijo y sonido de Eva Valiño), '20.000 especies de abejas' defiende que somos tan diversos como esos insectos con cuya miel elabora esculturas la protagonista y se fabrican las 'argizaiolas' para velar a los muertos. En este País Vasco bucólico también hay sitio para las picaduras de las abejas como medicina alternativa.
Estibaliz Urresola quiere ir mucho más allá de contarnos una infancia trans como hacía Sébastien Lifshitz en el documental 'Una niña', en el que el tránsito de la pequeña conllevaba que quedaba despojada de infancia. La herencia familiar, la distinta actitud ante el heteropatriarcado de mujeres de tres generaciones y el desgaste conyugal enriquecen este drama de cocción lenta, en el que un baño en un río puede resultar purificador. Volver a nacer, defiende esta madura ópera prima, está al alcance de nuestra mano.
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