Alberto Garzón no puede ser tan tonto como para no saber que la huelga de juguetes iba a llevar contra su persona y su ministerio «hondonadas de hostias», que diría Manuel Manquilla en 'Airbag' (y sí, eran andanadas de hostias). De hostias y de chufla. ... La mujer del ministro le había quitado protagonismo reivindicando «el coño como arma de pasión masiva». Pero ahí está él para gastar 80.000 euros en una campaña contra el juguete sexista, anunciar la huelga y, claro, llamar la atención. Lo mismo acababa de ver 'Toy Story'. Como los de Plan cuando vieron 'Caravana de mujeres'.

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Garzón iba a estudiar informática. «Fue escuchando hip hop y rock español reivindicativo cuando decidí estudiar economía porque me hicieron pensar que había que cambiar el mundo». Y eso cree que hace. En el vídeo, distintos muñegotes llaman a las familias con niños a unirse a la reivindicación. Porque, fíjate, a los juguetes sólo les dejan jugar con la mitad de la chiquillería. Y, demonios, jugar no tiene género. «Juguetes del mundo, llevamos años soportando que nos encasillen…». Y sale el señor ministro en televisión para explicar esta memez: «Los padres y madres reaccionan con miedo si su hija quiere jugar con un balón o su hijo con unas cocinitas. La publicidad es parte de reproducir ese tipo de valores». Con miedo, tócate.

Le voy a conceder que jugaba al fútbol en secreto de pequeña y con los madelmanes y geypermanes de mi vecino. Aunque mi favorito era el Big Jim. Un tiarrón en calzoncillos rojos (braslips, decían entonces). Pero la publicidad hoy no es en general como la pinta Garzón. Pero qué se yo, si no entiendo de qué va ese anuncio de Amazon en el que un tipo tiene una hiena de mascota.

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