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Meghan Markle, el principe Harry y la reina Isabel II. Reuters
La sal y la pimienta

La sal y la pimienta

A la última ·

No me imagino a los duques de Sussex pesando la maleta para que los de Ryanair no les cobren por facturar, ni tratando de meter una estantería Kallax en el maletero de un Micra

Miércoles, 15 de enero 2020, 00:11

Decía ayer Rosa Palo en este mismo espacio, en referencia al disgusto que el príncipe Harry y Meghan Markle le han dado a Isabel II con la noticia de su inminente separación de la Casa Real británica, que «la edad no nos salva de nuevos ... golpes, ni a las testas descubiertas ni a las coronadas». Quiero estar de acuerdo con la tesis y, al menos sobre el papel, lo estoy; pero tengo que reconocer que al bajar al barro de la concreción y perderme en los detalles, la fe ciega en los preceptos teóricos se me deshace entre los dedos.

Es verdad que los años no nos protegen frente a los nuevos varapalos, pero la corona, qué quieren que les diga, los amortigua bastante. El síndrome del nido vacío debe de ser menos dramático cuando tu nieto y su esposa acumulan, entre las herencias de uno y las retribuciones pasadas de la otra, un capital estimado por algunas consultoras en alrededor de 27 millones de euros. Al menos, sospecho que los dolores de cabeza serán otros.

A la reina, en definitiva, el hecho de que Harry se vaya de casa no le va a causar grandes problemas. Se acostumbrará, como todas las abuelas, a pasarle algún milloncejo por debajo de la mesa; y a decirle al servicio que le prepare unos táperes para llenarle la nevera. Sin embargo, nadie se está poniendo en el lugar de la joven pareja: empezar a construir un nidito de amor e independizarte de tu familia en esas condiciones tiene que ser un aburrimiento. No me imagino a los duques de Sussex pesando la maleta para que los de Ryanair no les cobren por facturar, ni tratando de meter una estantería Kallax en el maletero de un Micra, ni aprendiendo a cocer macarrones y a volcarles encima un par de latas de atún. Se van a perder, como diría un coach, la verdadera experiencia de la emancipación, la sal y la pimienta de los primeros pasos en eso de montárselo por libre.

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