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Hay jóvenes que se han echado a la calle en San Sebastián a dar por saco. El Gobierno vasco cree que hay una organización previa y los sindicatos policiales hablan de 'kale borroka'. En Holanda no ha habido nunca kale borroka y sí una ola ... de violencia callejera. Por todo el país. Rutte en funciones llama «violencia criminal» a esa batalla entre policías y jóvenes a los que les parece mal el toque de queda entre las 21:00 y las 4:30 (señor, ¿a dónde irán a esas horas estos calvinistas?).
La policía tuvo que usar porras, cañones de agua, perros, caballos y gases lacrimógenos. Lo normal. En la ciudad de Eindhoven los chiquillos llevaban hasta cuchillos. El país amaneció hecho unos zorros. Tampoco es que en Holanda anden por la noche de marcha, pero se supone que hay un malestar provocado por las restricciones. Comercios saqueados, cristales rotos, hospitales apedreados (hasta incendiaron un centro donde se hacían PCR). No sé si alegrarme por no ser sólo nosotros los que estamos siempre con la guerra civil en la boca. El alcalde de Eindhoven, que ha llamado a los alborotadores «la peor escoria del mundo», ve que con este nivel de violencia van hacia una. Los verdes han señalado a la ultraderecha como incitadores. Geert Wilder, el de la pelambrera, ha puesto el grito en el cielo.
Pobres, serán esos jóvenes a los que han robado la primavera. Una vez leí esto tan horrible que les había pasado a los jóvenes durante el confinamiento y no daba crédito. Los jóvenes tienen por delante muchas primaveras. Es por los mayores, que no se echan a la calle, por los que hay que preocuparse. Son ellos, incluso sin enfermar, a los que el virus les ha robado el tiempo. Y ahora les roban hasta las vacunas.
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