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El Rey pronuncia el tradicional mensaje de Navidad. EFE
El Rey invita a la magnanimidad

El Rey invita a la magnanimidad

Mensaje de Navidad del Rey ·

«Tenemos un gran potencial como país. Pensemos en grande», propone el Monarca

Martes, 24 de diciembre 2019, 21:23

Al Rey no le corresponde constitucionalmente entrar en la política concreta, y tanto don Juan Carlos como actualmente don Felipe, en sus cinco años de reinado, han tenido cuidado de no quebrar su obligada neutralidad en estas alocuciones anuales de la Nochebuena, que constituyen ... el nexo más explícito entre la ciudadanía y la Corona. En esta ocasión, todos sabemos lo delicado de la coyuntura política, en que la futura estabilidad pende de un hilo y cunde la inquietud en muchos sectores por la necesidad de recurrir a complejos gobiernos de coalición de los que no tenemos experiencia. Y el Rey, que, tras las elecciones del 10N, ya ha cumplido con su función de designar candidato a la presidencia del Gobierno después de la ronda de consultas con los partidos con representación parlamentaría, debía ser particularmente discreto.

Por ello mismo, su discurso ha sido una excelente composición de lugar, que, tras pasar revista a las dificultades que nos aquejan, ha constituido un oportuno y elocuente llamado a la confianza.

El mundo ha de afrontar tiempos nuevos de globalización, avances tecnológicos, digitalización, lucha contra el cambio climático y por la sostenibilidad, y, en nuestro concreto caso, de dificultad en el empleo, sobre todo de los jóvenes, penalidades de muchas familias vulnerables, todo ello a causa de que «la crisis económica ha agudizado los niveles de desigualdad». Y en lo político —ha dicho pasando de puntillas don Felipe— estamos el pleno proceso de otorgamiento de la confianza al candidato, correspondiéndole al Congreso, «de acuerdo con nuestra Constitución, tomar la decisión que considere más conveniente para el interés general de todos los españoles».

Frente a todos estos retos, el Rey ha impetrado confianza; «confianza firme en nosotros mismos y en España, que siempre ha sabido abrirse camino cuando hemos afrontado el futuro con responsabilidad, con generosidad y rigor; con determinación, pero también con reflexión y serenidad». Pero esa confianza no es gratuita ni carece de fundamento: se basa en el carácter de los ciudadanos, en la fortaleza del país y en el adecuado funcionamiento del Estado. En este marco, el Rey ha elogiado las acreditadas virtudes cívicas de nuestra ciudadanía; los méritos de nuestra sociedad, abierta al mundo e inserta en la globalización y que comparte los valores con las demás sociedades libres y democráticas; y las excelencias de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, capaz de garantizar la seguridad de todos, con una posición privilegiada para las relaciones internacionales y dotado de unos grandes servicios públicos y una extraordinaria red de infraestructuras.

Todo ello ha sido posible —ha concluido el Rey, en su loable afán pedagógico— por el esfuerzo de millones de españoles que hemos sido capaces de compartir unos mismos valores sobre los que asentar la convivencia: el deseo de concordia, la voluntad de entendimiento y de integrar nuestras diferencias en el respeto a la Constitución, así como el impulso a la solidaridad, la igualdad y la libertad como principios integradores.

Visto lo cual, el Rey nos ha instado a afrontar estos desafíos con la aludida confianza «en nosotros mismos y en nuestra sociedad», seguros de que los superaremos. Para ello, es necesario que nos mantengamos unidos en los valores democráticos que compartimos para resolver nuestros problemas. Es, en definitiva, la apelación a la democracia como el sistema idóneo de resolución de conflictos.

El Rey ha concluido con una invocación de resonancias conocidas: «Tenemos un gran potencial como país. Pensemos en grande. Avancemos con ambición. Todos juntos. Sabemos hacerlo y conocemos el camino». Por fuerza ha de venirse a la mente aquella célebre admonición de Ortega: «a la república solo ha de salvarla pensar en grande, sacudirse de lo pequeño y proyectar hacia lo porvenir».

En estos momentos de tribulación, de inquietud, de desasosiego y de espera, el discurso regio ha resultado oportuno y reconfortante. Lo que confirma la idea de que la Corona, espléndidamente gestionada, es una institución vertebral de nuestro sistema de convivencia, que ha encontrado en su actual titular, el Rey Felipe VI, a un personaje bien preparado con un acendrado sentido del deber, una voluntad firme de cumplirlo, una identificación estrecha con el espíritu colectivo y un exquisito sentido de la orientación.

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