Secciones
Servicios
Destacamos
Últimamente, mal que nos pese, todo son rebrotes. Que si Lleida, que si Córdoba, que si Valladolid, que si Navalmoral de la Mata. Y así, rebrote tras rebrote, entre fotografías de calles atestadas de chavalería, terrazas al borde del colapso y colas serpenteantes frente a ... conocidas tiendas de ropa barata, nos acercamos cada vez más a algo que empieza a parecerse a lo que de verdad será la nueva normalidad que nos espera: aún estamos lejos de esa imagen idealizada que existe sólo en nuestra imaginación y que conjuga vacunas eficaces en tiempo récord, virus que sucumben a causa del calor y una inmunidad de grupo infalible; y, por el contrario, todo apunta a que nos va a tocar convivir con el bicho, acostumbrarnos a su presencia y compensar, siendo responsables, su alta transmisibilidad, al menos durante una temporada.
En cualquier caso, y pese a la alarma social -más que razonable- que puedan acarrear los nuevos casos de Covid, los rebrotes realmente preocupantes son otros. En los últimos días, desde algunos púlpitos académicos y políticos asociados con ideas a priori progresistas, se ha producido un rebrote de transfobia que compite, en intenciones y formas, con el que protagonizó el autobús de Hazte Oír en 2017. Otro rebrote que deberíamos contener a tiempo, antes de que provoque una ola de contagios masivos, es la del racismo institucional: en todas partes se cuecen habas, y no por vivir lejos de Mineápolis estamos libres de una pandemia presente en todo el mundo. Estos meses también hemos visto rebrotes de tontería conspiranoica, de machismo, de aporofobia. Ojalá sólo sean un efecto colateral de la crisis sanitaria y podamos decir, cuanto antes, que están controlados.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.