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Cuando leo cosas como «un hotel exclusivo», «un restaurante exclusivo» o «un barrio exclusivo» pienso en algún paleto utilizando el adjetivo equivocado. Se usa como sinónimo de caro. Y claro que lo caro tiene la virtud de excluir, pero lo caro es caro y lo ... exclusivo, exclusivo. A ver, ir a dormir a Balmoral no es caro porque Jeff Bezos no lo puede hacer a no ser que lo invite la reina de Inglaterra. Puede pagarse ir al espacio, pero no al castillo escocés. Es exclusivo, aunque te puteen y te hagan el 'test de Balmoral', como se llamaba el capítulo de 'The Crown' cuando fue Margaret Thatcher. También es exclusivo pasar la Navidad en Sandringham, la casa en Norfolk de la familia real inglesa, ponerte un abrigaco que no cabe en mi armario para ir a misa y tomar el taco en Wood Farm los días de caza. Porque Balmoral y Sandringham son las casas de Isabel II (no Buckingham y Windsor) y si te invita vas a estar de verdad con la Familia Real.
Según el 'Daily Mail', el príncipe Carlos piensa hacer cambios con las casas que usa y posee la familia. Tiene claro que cuando muera su madre tendrá que ir a vivir con Camilla a Buckingham (en un apartamento como el del primer ministro en Downing Street). A los Cambridge los mandará a Windsor. Y aquí viene lo realmente nuevo, se abrirían al público Balmoral (como museo de la Reina) y Sandringham. Vale que no es lo mismo ser turista que invitado de la familia, pero tampoco es la ridiculez de abrir los jardines de Marivent. Esos jardines son una birria, no son los colgantes de Babilonia ni los ahora restaurados del castillo de Chambord precisamente. Abrir esos jardines es lo más parecido que el Gobierno balear ha estado de restaurar la guillotina.
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