Las diez noticias imprescindibles de Burgos este martes 21 de enero

por el activismo en las redes sociales, las performances de los equipos de comunicación de los partidos y las ruedas de prensa sin preguntas cada vez más habituales. Abascal no consiguió echar a Sánchez de la Moncloa pero introdujo en la sede de la soberanía ... nacional una dinámica política y una adrenalina necesarias para que los líderes recuperasen el parlamentarismo más genuino que les diferencia de la moda de la simplificación y la propaganda tuitera. Y, sorprendentemente, la mayoría de los diputados utilizó un lenguaje claro, directo, comprensible.

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Lejos de esa langue de bois (lengua de madera) con que los franceses tildan a los políticos de lenguaje vago, impreciso, pomposo o engañoso. Ese que se utiliza tantas veces en las Cámaras para desviar la atención del público de los asuntos verdaderamente importantes, maquillar la realidad o eludir sus responsabilidades. El presidente Sánchez se olvidó de su querencia a los brochazos propagandísticos para cuajar un tono comedido que podía llegar a recordar al viejo estilo socialdemócrata de sus predecesores. Hasta llegó a hacer un acto de contrición renunciando a la reforma unilateral del órgano de gobierno de los jueces.

Sobrado, pero sin abusar de su superioridad aritmética, estuvo aseado guardando el lenguaje mitinero para mejor ocasión. Inés Arrimadas consiguió hacer de la necesidad virtud y fue creíble en su apelación a romper la burbuja de la crispación. Hizo un discurso exquisitamente respetuoso con el candidato de Vox, sin renunciar a un crítica afilada como un bisturí, y con argumentos cargados de sentido común. Aunque fue el duelo Casado-Abascal el que ofreció los mejores momentos de un parlamentarismo por momentos escrito, por momentos improvisado, pero franco y sincero que destilaba dos enfoques antagónicos de la derecha española. La moción fue el plató improvisado para representar la catarsis de la derecha española fragmentada y cainita.

Así que aparecieron argumentos políticos de fondo pero también elementos emocionales que daban autenticidad al cruce de sables entre viejos compañeros de partido. Pablo Casado aprovechó la oportunidad para cortocircuitar brillantemente la celada que le habían preparado Abascal, Sánchez e Iglesias. Se convirtió en el foco de atención de los medios y del Parlamento y acertó a trocar el guión que le colocaba a la defensiva en una suerte de discurso de principios para recuperar la identidad del PP difuminada entre los extremos y la polarización nacional. Había asegurado que la moción no servía para nada, pero en eso se equivocó.

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