Las diez noticias imprescindibles de Burgos este sábado 1 de febrero

Lo mío con los despistes viene de lejos. Del siglo pasado, vaya. «Apuntad las tareas», nos decían las monjas. Y lo hacía, pero se me olvidaba mirarlas. Afortunadamente, el móvil acudió en mi auxilio, pero el precio que tengo que pagar por la ayuda tecnológica ... es vivir en un sobresalto continuo, de alarma en alarma: que si la peluquería, que si la columna, que si la reunión, que si comprar café. Voy por los días a golpe de tacón y de aviso.

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Curiosamente, olvido lo que tengo que hacer, pero no muchas cosas que hice. El ridículo, sobre todo: el que sufrí al caerme en una alcantarilla, el que soporté cuando me declaré a un tío al que yo no le gustaba. Vale, ese lo hice varias veces: tuve tal cosecha de calabazas que me pasé la adolescencia preparando cabello de ángel. Todavía hoy, esos trozos de memoria me golpean, justo entre los ojos, cuando estoy depilándome las cejas. A este paso, me las voy a dejar como dos patas de mosca.

Pero mi móvil no solo contiene mi memoria, sino también la de los que me rodean, la memoria plural, las fechas familiares. Y cuidado con no recordarles el cumpleaños de un primo o la graduación de un sobrino, que no te lo perdonan. Lo harán cuando seas vieja, cuando te miren con conmiseración porque estás fatal de la cabeza. Ahí ya puedes olvidarte de todo. Incluso de tomarte la píldora, que para qué. La policía local de Tarifa publicó un tuit diciendo que, en la oficina de objetos perdidos, tenían un teléfono en el que había saltado una alarma a las diez de la noche: «La pastilla puta que te queda preña» (sic). La muchacha había extraviado el móvil, las comas y los acentos. Espero que no se despistara también con la pastilla. Si es niña, que le ponga Olvido.

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