Las diez noticias imprescindibles de Burgos este sábado 1 de febrero

El odio es serio. No hay más que echar un vistazo a la Guerra Civil. Y no a la batalla. Como escribió Concha Castroviejo en 'Víspera del odio' (Renacimiento), los que combaten se odian menos que los que están en cada parte sin combatir. El ... odio es manso (frente a la ira), pero serio, aunque la palabra sea demasiado barata. Claro que nos la podemos tomar a chufla siguiendo a Joan Rivers («Odio a todo el mundo, empezando por mí misma»). Y odiar, no sé, el café con leche, la quinoa o a Joaquín Sabina, por tirar de cosas poco importantes. Pero, oye, que la gente ve odio de verdad por todas partes. Las familias formadas por gestación subrogada, vientres de alquiler o compraventa de niños (llámenle como quieran) creen que lo que hace (o no hace) el Gobierno incita al odio, aunque se haya eliminado de la nueva ley del aborto el artículo relacionado con la persecución penal. La nueva ley, dicen, «estigmatiza» (palabra de moda) y «perpetúa la discriminación a niños» ya que el texto del ministerio de Igualdad considera la gestación subrogada una forma de violencia contra la mujer.

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No sé si hay odio en los recreos con los niños concebidos de esa manera, pero sí parece claro que lo hay con el rey Juan Carlos. Ha sido sacar la patita de la vuelta (o la visita, que la residencia la tiene allí) y revolverse el avispero. Ladrón, corrupto, sinvergüenza, caradura, perlas de ese tipo. Dice Pablo Echenique, intelectual e historiador, que «la Monarquía es una institución diseñada para delinquir». Y que le da igual si Felipe VI «es mejor rey» que su padre. Don Felipe puede ser lo recto que quiera, repudiar al padre, quitarle la asignación y no dejarle cama. Ya me dirán de qué sirve con este odio.

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