Borrar
Ennio Morricone, en una imagen de archivo.
Molestias

Molestias

A la última ·

Jueves, 9 de julio 2020, 00:24

«No quiero molestar». Leyendo la carta de despedida que Ennio Morricone dejó escrita antes de morir, me salta a los ojos esa frase. No quiero molestar. Tres palabras que son una declaración de intenciones, una forma lúcida y sencilla de estar en la vida, ... un cartel colgado en la puerta de una habitación de hotel. Es una buena manera de vivir: aspirar a no molestar, a que no te molesten (en justa correspondencia) y a que te salga bien la paella. El incordio nivel experto se lo dejamos a los adolescentes desafiantes, a los molestadores profesionales y a los que te mandan audios de voz, que con algo tendrán que justificar su presencia en el mundo. Mientras, los demás justificamos la nuestra intentando conseguir el punto exacto del arroz.

Lo paradójico es que servidora es especialista en molestar sin querer, pretendiendo ser amable. Como cuando le pregunté a una conocida cuánto le faltaba para dar a luz y me dijo que no estaba embarazada. Desde entonces, ya no se me ocurre volver a preguntar. Ni aunque se ponga de parto delante de mis narices y tenga que cortar el cordón umbilical con los dientes. Comadrona, sí, pero más muda que Belinda.

En mi defensa diré que, puestos a molestar, más vale hacerlo por exceso de cortesía que por defecto. O por ser un tío repugnante: el director financiero y de expansión del Grupo Correos mandó al grupo de WhatsApp de la Asociación Española de Directivos una foto de una prostituta desnuda y unos pantallazos donde alardeaba de haberle regateado cincuenta euros. En este caso sí que te dan ganas de normalizar el insulto. Y de vomitar. O de arrojar, que dicen los cursis. Hay días en los que el único modo de neutralizar tanta náusea es escuchar a Morricone. Él nunca molesta.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

burgosconecta Molestias