A veces la realidad virtual se parece a la ficción que quieren hacernos pasar por realidad. CatVers es un metaverso catalán al que el Govern ha destinado 400.000 euros. Es una birria. Según el vicepresidente Puigneró, una apuesta estratégica para la República digital. Una ... birria. Leo a Vanessa Graell que más que metaverso es una simple sala virtual en medio de Montserrat. Si por lo menos apareciera Himmler visitándola. Y de Montserrat no puedes salir, pero hay postales de castellers, la Pedrera, los Pirineos, la catedral de Gerona y otras catalanadas. Como si la Monserrat virtual fuera 'El ángel exterminador' del independentismo. Ni siquiera es chulísimo, como diría Yolanda Díaz, la ministra del cada vez más extraño prestigio, de la reforma laboral: «Hacemos cosas chulísimas y no somos capaces de comunicarlas». Lo mismo a los ministros de realidades virtuales y paralelas les cuesta más.

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Pero espera, que el Papa ha ido a una tienda de discos. Y no en el metaverso, en la realidad, que todavía quedan algunas. Stereosound, en Roma. Dice la propietaria que «es un antiguo cliente», y que le prometió volver a la tienda tras ser elegido Papa. Hombre, el Papa no miente, cumple sus promesas.

La Supercopa de España entre el Madrid y el Barça se ha jugado en Riad, pero, bueno, tomémoslo como las giras de verano de los mismos equipos en algún quinto pino para ganar dinero. Lo que sigue siendo indignante es lo del mundial en el infierno. Claro que desde el principio todo el mundo sabía que se elegía un país imposible para jugar al fútbol por dinero. Ojalá lo del mundial (odio que no se escriba Qatar) fuera metaverso, no realidad. Y ojalá el CatVers fuera Catwoman. ¿O esa es Rahola?

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